En la catequesis anticorrupción de Ingrid Betancourt quedaron retratados los fantasmas del centro político en Colombia: la insustancialidad del discurso, el mensaje sin archivo adjunto, la política diseñada para perder. La necesaria lección para los tibios, sin embargo, les sirve de fachada a todos. Si el clientelismo hace parte del juego, que cada cual busque su clientela.

Según la última encuesta del Centro Nacional de Consultoría y Semana, la ahora candidata independiente ocupa el tercer lugar en intención de voto (7%), detrás de Gustavo Petro (27%) y Rodolfo Hernández (14%). Es decir, se cumplió una vez más el mandamiento de que en campaña lo importante es sonar, así sea destemplado.

La entrevista de Ingrid Betancourt en el tablero de alianzas de RCN, a comienzos de semana, terminó siendo su acto estelar de lanzamiento. Entre dudas y sonrisas y preguntas a la periodista (“yo necesito la ayuda aquí de ustedes”), Betancourt no sabe, o dice que no sabe, si Alejandro Char tiene maquinarias; deja signos de interrogación sobre Óscar Iván Zuluaga, David Barguil y Federico Gutiérrez; descarta a Alejandro Gavira; pone en duda a Sergio Fajardo, y se aferra a la promesa de pulcritud que un buen día le hizo Juan Fernando Cristo. ¿Le cuentan ustedes o le cuento yo?

El delirante análisis de Betancourt de ese lunes vino precedido del ultimátum del viernes anterior en la noche. En un video mal iluminado y sin cortina musical, la candidata aparece flanqueada por las banderas de Colombia y Verde Oxígeno para mandar un mensaje con tintes extorsivos: tienen hasta el mediodía de mañana para entregarme lo que quiero o haré volar esta coalición en pedazos. Betancourt, que convirtió su secuestro en la metáfora principal de su campaña, asumió el rol de captora.

Hoy Ingrid Betancourt recoge los frutos de haber estado varios días bajo el reflector, pero difícilmente podrá sostener el viento de cola. Su campaña y su partido existen más en el papel que en la calle. No hay maquinaria ni máquina. Además, durante las próximas semanas su candidatura pasará a un segundo plano por no participar en las consultas (donde tampoco estará el ingeniero Hernández). Y, sobre todo, a estas alturas la indignación y el cansancio de la gente necesitan mucho más que un proyecto político de asepsia. Es prometerle al país gel de manos como solución.

Todo este episodio de Betancourt y la Coalición de la Esperanza refleja una tradición del centro político que se remonta, al menos, a la Ola Verde de 2010. Ver a Ingrid Betancourt es también ver de alguna forma a Antanas Mockus, a Sergio Fajardo, a Claudia López antes de que llegara al Palacio Liévano, a Humberto de la Calle, incluso a Juan Manuel Galán y Alejandro Gaviria. 

Betancourt le puso un espejo al centro para recordarle los problemas estructurales que arrastra desde hace tiempo: la exhibición de superioridad moral, la confusión entre ingenuidad y honestidad, la falta de coordinación y estrategia. La ausencia, en definitiva, de una plataforma ideológica que concrete su lugar en el debate político.

Decía al comienzo que esta es una lección necesaria para los tibios. En el trasfondo de la Ola Verde, en la propuesta de una vía intermedia entre el heredero de Uribe y Petro en 2018 o en la Consulta Anticorrupción de ese mismo año, hay propuestas que conectan con la expectativa de cambio de la gente. Sin embargo, si se siguen formulando como simples eslóganes, el destino del centro no es la Casa de Nariño sino el museo de ‘memes’. 

Por lo pronto, reconocer la realidad de que el clientelismo en Colombia existe, entender que más allá de la borrosa frontera entre esta práctica y la corrupción se necesita algún tipo de maquinaria y alianzas para conquistar elecciones, está resultando conveniente para muchos. Empezando por Alejandro Gaviria, que al final ganó el pulso en la coalición y defendió su foto con Miguel Ángel Pinto, el senador liberal cuestionado en Santander. 

Pero al que más le sirve este escenario de pragmatismo político es a Gustavo Petro, que ya camina como presidente, viaja como presidente, habla como presidente. Mientras en la Coalición de la Esperanza las alianzas políticas riesgosas se tramitan como peleas de gatos, en el Pacto Histórico se enmarcan como actos de grandeza de Petro

En ese bus ya se subieron políticos cuestionados como Luis Pérez y Julián Bedoya, por no hablar de camaleones como Roy Barreras o Armando Benedetti. Y no olvidemos que en el tarjetón de la consulta de marzo, que coronará a Petro como candidato único del Pacto, aparece el pastor Alfredo Saade. Por cuenta de esa alianza con los cristianos, hoy Petro propone el disparate del “aborto cero”

Solo falta, como quiere Gustavo Bolívar, que el clientelismo de César Gaviria termine también allá. ¿Y tiene maquinarias?, le preguntará Ingrid Betancourt al senador. No, responderá él. Maquinarias jamás. Es la revolución en marcha. La convergencia del Siglo XXI.

Nota: Los espero este jueves 10 de febrero a las 8 PM en las redes de La Silla Vacía. La campaña pide a gritos que llegue Charlas con Charli. Nos vemos en Twitter.

Fui periodista de La Silla Vacía y creador de La Mesa de Centro. Hago contenido en Charlas con Charli y soy codirector de Linterna Verde.