A veces Cambio se parece al gobierno del cambio: proyectos nuevos que reciclan las prácticas de siempre. A veces el rojo de Cambio y el de Semana se ven iguales: periodismo de pólvora y sirenas para hurgar la pupila y fabricar indignaciones. A veces los periodistas no logran ocultar su ansiedad de poder ni las costuras de sus métodos: a falta de anzuelos, siempre es posible pescar con dinamita.
El eje de las denuncias contra Nicolás Petro fue elaborado a cuatro manos entre Semana y Cambio. Un par de piezas periodísticas que vacían y a la vez saturan la definición del hecho; que plantean interrogantes graves, pero repiten versiones aisladas; que disimulan acusaciones absolutas con verbos condicionales. Un ejercicio de sincronización que describe con elocuencia el juego político en que está metido el periodismo colombiano.
Las denuncias periodísticas contra el primer primogénito de la nación –cuyo mayor mérito es portar el apellido de la franquicia familiar– parecen sacadas del manual de corrupción política criolla. Al diputado Nicolás Petro lo acusan de haber recibido dinero de un excongresista que estuvo casi 20 años preso en Estados Unidos por narcotráfico y de un empresario enjuiciado por cargos de homicidio y concierto para delinquir.
La plata iba supuestamente para la campaña presidencial de su papá, pero Petro júnior habría optado por quedarse con el botín. Según el testimonio en su contra, recibió mil millones de pesos, fajos de billetes que retaban cualquier logística de transporte y se desprendían de maletines y carteras como hojas al viento. Además, Nicolás Petro habría aprovechado su linaje para reunirse con ministros y congresistas con el propósito de tramitar puestos y favores políticos.
En ese manual costumbrista nacional, a una denuncia semejante le sigue alguna defensa que con el paso del tiempo hace tránsito a meme: “Fue a mis espaldas”. “Me acabo de enterar”. En este caso, Gustavo Petro no reaccionó a la polémica sino que se anticipó a ella. El miércoles 2 de marzo a mediodía emitió un comunicado críptico en el que aludió a acusaciones conocidas contra su hermano mezcladas con una mención impromptu de su hijo.
Dos horas después apareció una “explosiva entrevista” en Semana. Porque en Semana las entrevistas no se divulgan sino que estallan, los protagonistas no hablan sino que rompen su silencio, los temas no generan debates sino polémicas y rifirrafes. La conflagración periodística –sin preciado líquido a la vista– es el método y el objetivo. Finalmente supimos entonces de qué se trataba: Day Vásquez, exesposa de Nicolás Petro, hacía las acusaciones ya aludidas en una entrevista con Vicky Dávila. El video de mitad de semana sería complementado con la portada del sábado: “Semana destapa más de 1.600 páginas de chats entre el hijo del presidente y su exesposa”.
Day Vásquez no sólo es la única fuente periodística de esta historia, sino que además tiene un interés vital en que se enmarque de una forma que le favorezca. Los chats que Semana vende como si fueran un expediente judicial son de ella y ella los suministró –total o parcialmente, no sabemos–, y el momento en que lo hace merece especial atención: hace poco Vásquez se separó de Petro por una supuesta infidelidad de éste, pero hasta hace un año era su compañera y aliada en las correrías que hoy expone. De hecho, en el video ella misma deja claro que tiene en su poder una parte del dinero que supuestamente recibió Nicolás Petro.
Ninguna fuente habla con una periodista por razones altruistas. Que Vásquez quiera usar el escándalo para hacer un ajuste personal de cuentas no le resta relevancia a lo que dice. De entrada, su testimonio ofrece indicios serios sobre relaciones, lugares y hechos donde Nicolás Petro se movía –en el Caribe y en el resto del país– como un aventajado operador político. Sin embargo, a su dicho le hacen falta fuentes y una contrastación mínima de versiones, un deber periodístico que a Semana le parece innecesario cumplir a la hora de señalar a un integrante de la familia Petro y, de paso, salpicar al Presidente.
Si a estas alturas las conversaciones de Whatsapp son insumo único y suficiente de una investigación periodística, ¿cuál es la diferencia entre un medio de comunicación y un ‘influencer’ que pregona en Twitter denuncias a medio cocinar?
Por supuesto, en redes sociales no hay tiempo para esos matices. Semana puso la agenda, atizó la irá contra Petro y, como es costumbre, capitalizó su propia tendencia con piezas de entretenimiento: “Novia de Nicolás Petro no se esconde y muestra su barriga de embarazo”; “Así se veían Nicolás Petro y Day Vásquez cuando estaban casados”. Todo sirve. Con la carne se hace asado; con la piel, un tapete, y con las vísceras, deliciosos chorizos.
Acá es donde la competencia cogió la posta: “CAMBIO tuvo acceso a un extracto bancario del hijo del presidente que muestra su ritmo de gastos. Vive en un penthouse de 2.500 millones de pesos, compra costosas joyas y hace frecuentes retiros en efectivo, algunas veces hasta por 12 millones de pesos”. Se trataba del artículo de portada de ese fin de semana con un titular que ya se volvió predecible: “La vida sabrosa de Nicolás Petro”.
La fuente de Cambio es la misma de Semana –Day Vásquez– y la denuncia gira alrededor de dos elementos: el frenético y costoso ritmo de gastos de Nicolás Petro y las inexplicables consignaciones a su cuenta en diciembre de 2022. La primera parte se concreta en una enumeración de compras (dermatología por casi dos millones de pesos, joyas de siete millones, ropa por más de seis), datos sobre el apartamento donde vive y retiros en efectivo.
En un intento por exprimir los datos del extracto y captar la retina de la audiencia, la periodista de Cambio Juliana Ramírez incluye en la nota fotos y videos de los almacenes y del lujoso apartamento. Después compartió un fragmento del video que hizo cuando se anunció en la portería del edificio, lo cual a la postre sirvió para alimentar la polémica tuitera cuando Nicolás Petro se quejó por la supuesta intromisión en su vida privada.
Al igual que con los chats, Cambio dejaba sobre la mesa preguntas muy claras sobre el estilo de vida de ricachón que lleva Petro júnior. De nuevo, algunas conectan con información que ya había divulgado antes el mismo medio, como el hecho de que en el esquema de seguridad de Petro había aparecido de la noche a la mañana una fina camioneta de un megacontratista del Meta.
Esto nos lleva a la segunda parte de la denuncia, la médula del hueso, la evidencia tozuda que parecía dibujar una irregularidad a plena luz del día. Dice Cambio: “Causa curiosidad que durante el mismo mes Nicolás Petro recibió cinco pagos bajo el concepto de ‘abono en cuenta por pago de nómina’. Esos pagos de nómina no corresponden ni a las fechas usuales de desembolso de quincenas, ni a los pagos normales a un diputado”. Fue esto lo que captó mi atención. Fue esto lo que más impactó a miles de persona en Twitter que comparten con disciplina cada denuncia que hace Daniel Coronell, presidente de Cambio, o cualquier cosa a la que él le da su bendición. No era un chat ni la versión de su exesposa; eran transacciones bancarias imposibles de explicar.
Pues bien. Al día siguiente de los fuegos artificiales, el medio local La Contratopedia Caribe hizo la pequeña tarea que omitieron los colegas de Cambio: revisó el extracto, extrajo el NIT del pagador y confirmó que, en efecto, sí eran ingresos de la Asamblea del Atlántico. Al ejercicio periodístico de Cambio le sobraban fotos, adjetivos y videos, y le faltaba contrastación. Un deber periodístico que a Cambio le pareció innecesario cumplir a la hora de señalar a un integrante de la familia Petro y, de paso, salpicar al Presidente.
Hoy el artículo de Cambio, y en particular el fragmento que cité, viene acompañado de un asterisco, y ese mismo asterisco incluye la siguiente adición en el sótano del artículo: “CAMBIO aclara que esas cinco transacciones sí correspondieron a su labor en la Asamblea del Atlántico”. Nada más. No se cambia la nota, no hay un tuit para la tribuna ni mucho menos el reconocimiento del error. Lo viral es la noticia, cualquiera que sea y como sea que haya salido. Jamás la rectificación.
En el espejo en que se refleja Semana está el afán de Cambio por competir con tendencias y videos virales. En el que se mira Cambio está la estrategia conocida de Semana de desinformar por sobredosis o inanición. Y en la realidad de ambos está el interés patente de librar un pulso político con el presidente Petro, siempre presto para antagonizar con el periodismo nacional.
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Gracias a La Silla Vacía por la invitación a retomar este espacio. Por acá estaré de nuevo cada quince días. En el entretanto, los invito a que se suscriban a mi canal de Youtube. El lunes haré una sesión de escritorio para comentar esta columna.