Entre los elementos integrantes de la política fiscal planteada por este y el anterior gobierno está la creación de nuevos fondos de ahorro y estabilización para las regalías y los ingresos petroleros y mineros. La medida se justifica en el arribo de una bonanza petrolera y minera. Se dice, entonces, que es imperativo crear mecanismos que atenúen los efectos macroeconómicos de los mayores ingresos por inversión extranjera directa y exportaciones. Aunque el Banrepública y el Minhacienda ni por error mencionan los controles a la inversión de portafolio, causa principal de la burbuja bursátil que en algún momento estallará. 
Quien analice con cuidado las cifras encontrará que hasta hoy no existen elementos para hablar de bonanza. Las bonanzas emanan del impacto generado por la adición de reservas de un gran descubrimiento o de la suma de medianos (caso Cusiana y Cupiagua). Empero, 95 de cada cien barriles incorporados a las reservas desde 2002 provienen de la revaluación de campos viejos y marginales, las restantes corresponden a nuevos descubrimientos. Reservas que sobrepasan por poco lo consumido en el período y que en el saldo, no cubren la producción de un año. En los campos directamente explotados por Ecopetrol o bajo la modalidad de la asociación, la mayor extracción es efímera. La aplicación de tecnologías que mejoran los factores de recobro suaviza la caída de la curva de producción, pero no evita su declive, y en los más importantes, el pico de la curva de extracción ya se alcanzó. Por otro lado, en referencia a campos como Rubiales en los Llanos Orientales, que produce 120 mil barriles al día, la calidad de los crudos (pesados) hace que el volumen de extracción sea excesivamente sensible al precio internacional, sin mencionar los problemas de refinación. Elementos que el Ministerio de Hacienda parece no incluir en sus proyecciones. 
De los 1,45 millones de barriles de petróleo que se espera producir en 2018, según proyecciones de Minhacienda y Minminas, 300 mil provendrán de nuevos hallazgos, esquivos hasta ahora. Los que a raíz de las reformas al contrato petrolero, encaminadas todas a derrumbar en más de cuarenta puntos la participación del estado (State take) en la renta petrolera, harán mediocres aportes fiscales. De no concretarse la lotería geológica, quedaríamos en 1,15 millones, de los cuales, 300 mil serán crudos pesados, extracción con altos riesgos por su sensibilidad a los precios del petróleo, altamente fluctuantes. Y con una economía mundial que aún no muestra atisbos de recuperación, el panorama se pone más sombrío. Ecopetrol, por ejemplo, ya gastó los dólares de la venta del 10,1 por ciento de sus acciones, muestra señales de estrés financiero y solo el 2 por ciento de las reservas adicionadas corresponden a nuevos hallazgos. La producción cierta hasta ahora, cuando máximo, alcanzaría 850 mil barriles al día, un diez por ciento superior a la reportada por la ANH en julio pasado. 
En la minería, que en otra ocasión miraremos con detalle, lo que se concreta es la expansión de proyectos con más de dos décadas de antigüedad y con un impacto macro menor. La minería, por ejemplo, concentra 30 de cada cien pesos que se recaudan por regalías, dineros a los que de restárseles los descuentos tributarios, al erario le queda un saldo cercano a cero y en algunos casos negativo. Y los proyectos auríferos a cielo abierto representan riesgos ambientales tan protuberantes, que la aplicación del principio de precaución es la solución óptima. En la minería, además, el state take es peor que el del petróleo. 
Estamos pues frente a un “buen” momento petrolero y minero, pero la situación dista de ser una bonanza. Por demás, los fondos de ahorro y estabilización propuestos no contrarrestarán la Enfermedad Holandesa que viene causando la política de Confianza Inversionista. Fondos como el de Ahorro y Estabilización Petrolera, FAEP, no impidieron la revaluación del peso en la segunda mitad de los noventa. El propósito de contener los negativos efectos de este modelo de sujeción a la inversión extranjera (directa y de portafolio), difícilmente se logrará, pero sí se privará a las regiones y al país de importantes recursos que en el exterior rentarán a una tasa mucho menor a la que se paga por la deuda pública adquirida y por adquirir. Y que a pesar de que lo pagado es igual a lo prestado, su saldo no cesa de crecer (entre 2002 y 2009, se multiplicó por tres).