¿Porqué la ley que prohibe la dosis personal es mala?
 
Algo que pasa a veces inadvertido en el debate entre los defensores y los detractores de la dosis personal de drogas, es que todo el mundo comparte el mismo punto de partida: estamos de acuerdo en que el consumo de drogas tiene consecuencias nocivas, y que el Estado debe actuar para evitarlas.
Por eso, cuando el gobierno presenta una ley para prohibir el consumo y el porte de la dosis personal, lo primero que hay que preguntarle es: “¿cómo es que su ley reduce las consecuencias malas del consumo de drogas?” A partir de este tipo de respuestas, de las cuales no hemos tenido noticia, es que uno pude juzgar si la ley es buena o mala.
Desafortunadamente todas las razones de quienes apoyan la ley se han basado en el porqué. Nos dicen que la ley es buena y necesaria porque (cito las razones del vocero autorizado, el Rep. Nicolás Uribe, en el blog de Alejandro Peláez):
1. Va a “Darle herramientas a la Policía para que combata el tráfico de droga”.
2. Va a “Proteger, parques, estadios , colegios y otros lugares y establecimientos públicos en donde hoy nada se puede hacer para que no se consuman sustancias estupefacientes o psicotrópicas”.
3. Va a “Establecer los mecanismos para la atención de menores consumidores de droga”.
 Como es urgente avanzar en la discuión, pues a partir del 20 de julio, cuando comiencen las nuevas sesiones del Congreso, solo restarán 4 debates para que la ley sea aprobada, no podemos esperar a que Nicolás Uribe conteste.
Los invito a que, en esta ocasión, nos adelantemos a especular sobre cómo la prohibición de la dosis mínima va a “combatir el tráfico de droga”, que que, repito, es deseado por todos. Más adelante habrá oportunidad de discutir los demás puntos.
Afortunadamente Nicolás no nos deja sin luces, y da pistas. Dice que “con frecuencia [la mircro venta de droga] se escuda en la posibilidad del porte de la dosis minima”. Por lo tanto, prohibir la dosis minima va a permitir que la policía atrape a los jíbaros que se esconden entre los consumidores.
Aunque el argumento suena bien, yo siempre he sido un poco lento y me gusta hacer dibujitos. El problema en dibujo es el siguiente:  

 Los jíbaros (punticos negros) se confunden entre los consumidores (punticos verdes), y la policía (punticos azules) no puede atraparlos porque se escudan en la dosis personal (escudo azul). La solución es, entonces, quitar la dosis personal. Veamos:
 
 

Mmmm… Algo no funciona. Al prohibir la dosis personal, como una medida para encontrar a “los jíbaros que se camuflaban como consumidores”, tenemos el pequeño inconveniente de que los consumidores se camuflan entre los jíbaros. Y como hay más consumidores que jíbaros, tenemos a una policía (punticos azules) un poco confundida y atareada. No sabe cuáles son los verdaderos vendedores de droga, y tiene además el deber de sancionar a todas las personas que posean cualquier cantidad, así sea sólo para su consumo personal. Si antes tenía dos problemas (atrapar a los jíbaros que portaban más de la dosis minima, y atrapar a los que se camuflaban entre la dosis minima) ahora tiene tres problemas: atrapar a los jíbaros con más de la dosis minima, distinguir a los consumidores de los jíbaros, y sancionar a los consumidores.
Hasta aquí, prohibir la dosis minima parece que hace lo contrario a lo que se proponía (“Darle herramientas a la Policía para que combata el tráfico de droga”). Y eso, sin mencionar lo peligroso que será tener a un cuerpo armado decidiendo quién es jíbaro y quién consumidor.
De esto ya se dieron cuenta en México. Por eso, el presidente Felipe Calderón propuso la ley del “Narcomenudeo”, aprobada en el Senado(), que establece dosis personales de droga, para poder focalizar los esfuerzos de la ley sobre los jíbaros. Es decir, hizo lo contrario que propone nuestra ley, para lograr los mismos objetivos.
Al menos en este primer punto, pues quedan todavía otros dos, la ley del gobierno no cumple los objetivos que buscamos todos. Y si no es efectiva para cumplir con lo que se propone no debe ser aprobada.