Por: Casa de las Estrategias. 

¿Una exageración?

La respuesta es no. En la reflexión del narcotráfico la mejor forma de ocultar es mostrando. Se teje tal manto de duda sobre Envigado que se nos vuelve un retrato folclórico de una realidad de manejo político y partidista que era mucho más compleja y, en muchos sentidos, superaba el tejido que logró agarrar por la fuerza y por la plata Escobar.

Nos atrevemos a formular la pregunta alrededor de la vida de Jorge Mesa porque en el imaginario colectivo quedó retratado así. Entrevistamos a personajes que estuvieron en la administración de Envigado cuando Escobar gobernaba sobre el tráfico de cocaína desde este municipio.

Mesa fue un hombre que llegó a ser protagonista local por carambola, en la década del 70. Los alcaldes eran designados por el presidente, en esta oportunidad, en concordancia con el directorio Liberal, habiendo dos personajes que generaban polarización por representar sectores en competencia dentro del Partido.

Dicen sus defensores que aprovechó muy bien la oportunidad y que un hombre que nunca hubiera sido un político carismático logró el favor popular al trazar una administración que saneó el presupuesto, disminuyó la burocracia, controló el gasto público y llevó a cabo un programa de inversión social. A partir de eso, primero por nombramiento, y luego por elección popular, Jorge Mesa fue varias veces alcalde y, cuando no, “por interpuesta persona o presidente del concejo”.

El político profesional

Hasta aquí nos hacemos una idea del personaje, pero a través de una gran simplificación. Jorge Mesa llevaba “haciendo fila” 10 años en el directorio municipal del partido liberal cuando fue designado para ser Alcalde.

En esos diez años no se dedicó a ser popular mientras trabajaba de supervisor en una fabrica, su tarea entre bastante licor, fue ser obediente con su Partido y hacer buenas relaciones con la clase política local, muchas veces diluida con los ricos de pueblo de los cuales no hacía parte. En una de ésas fue que conoció a Escobar.

Andaba sin suficiente plata para tomar tinto y el dueño del lugar donde se reunían los políticos le dijo que hiciera las reuniones que quisiera y que lo de él se lo apuntaba. El lugar se llamaba Carta Blanca y el dueño, le decía a Jorge Mesa que cuando fuera jefe político de Envigado le pagaba lo que le apuntaba, se llamaba Jorge Tabares.

Cuando a Jorge Mesa lo vuelven a nombrar alcalde de Envigado dos o tres años después, le declara “la guerra” al bazuco, lo que lo llevaría luego a fundar lo que se convertiría en su gran lunar negro: el Departamento de Seguridad y Control. “Envigado tuvo un momento tan especial en el que en el Parque de Envigado no se conseguía un taxi, porque todos los taxistas estaban al servicio de la distribución del bazuco.”

Entonces Jorge Mesa, en el marco del Estado de Sitio, organizó un esquema de vigilantes y reguladores al servicio de la Alcaldía de Envigado, que progresivamente se iba pareciendo a un grupo paramilitar “doméstico” y que existió mucho antes de lo que en Colombia se hizo popular como Convivir (un grupo que terminaba dedicado a “la limpieza social”).

Sin ánimo de defensa, hay que resaltar acá que este tipo de programas de seguridad y orden calan en la cultura política de sus habitantes, por lo que no es una exageración referenciar que la gente vivía bastante contenta con unos hombres armados que además de regular drogadictos, atendían quejas entre vecinos y entre familiares. Algo que los hacía particularmente populares, nos cuentan, que ante una queja por el volumen de la música de un vecino, decomisaban el equipo de sonido.

El concejal Escobar

La primera elección popular de Jorge Mesa fue sin contrincante, porque su competidor, Rene Mesa, fue asesinado. Éste fue uno de los muchos homicidios en la época más cruda de Envigado que tuvo lugar en la buñuelería los Naranjos. Y esa historia nos remonta a la administración anterior donde Escobar era concejal.

Escobar fue elegido por el equipo de William Vélez que como disidencia Liberal siempre lograba poner un concejal por residuo. Esta vez habían logrado (seguramente con el musculo financiero y los controles de Escobar) elegir tres concejales con lo cual se dieron en la tarea de conformar una coalición de gobierno con liberales y conservadores no oficialistas y terminaron, entonces, por repartirse la burocracia con un alcalde de su amaño.

Con esas condiciones René Mesa se volvió el principal contradictor de Escobar en una época en la que el narco no tenía ningún proceso judicial serio en su contra. Mientras tanto, Jorge Mesa guardó silencio y se marginó de la discusión, sin tampoco volverse un defensor de Escobar.

Parece ser que en medio del horror otra vez el azar favorecía a Jorge Mesa y dentro del azar los intereses de Escobar beneficiaron al Mesa sobreviviente. Más adelante, en la época en que un personaje como Gustavo Upegui se paseaba por los corredores de la Alcaldía de Envigado, los hombres abiertamente delincuenciales de Escobar invitaban a al Alcalde Mesa, probablemente ya como concejal, a invertir en una exportación de cocaína.

Nos referencian una conversación de Mesa con un hombre de toda su confianza, donde manifestaba el cuidado para no decirles que no y tampoco participar del negocio. Hizo todo para no tenerlos que rechazar frontalmente, pero todo apunta a que este hombre no participó, con lo que él explicaba que era una estrategia para “untarlo” (involucrarlo) del todo en los asuntos del cártel.

Melcocha y amalgama

Más adelante, con un Pablo Escobar desenmascarado en todos los renglones de la opinión pública y ya en la Catedral, el Alcalde de Envigado redactó un acuerdo municipal para comprar una planta eléctrica para la Catedral, que Mesa, ya no como alcalde, sino como presidente del concejo, rechazó. El emisario argumentó que es “que aquel manda a decir” y la respuesta de Mesa fue: “dígale a Escobar que él manda allá y que aquí mando yo.”

Poco después Mesa se volvería a lanzar a la Alcaldía para su cuarto periodo, quedando electo cuando también se daba una intervención judicial al Departamento de Seguridad y Control y afrontando, a los pocos días de su mandato, una Jefatura Militar en Envigado que restringía profundamente sus competencias como Alcalde.

Su popularidad ya había mermado y empezó a afrontar protestas con el antecedente de que el voto en blanco casi le gana esta vez. La debacle de Mesa se volvería jurídica cuando fue capturado y enviado a Bogotá. Un rasgo trascendental narrado ya con la distancia histórica de los agentes de esa época que ya no tienen intereses creados en el asunto, es que Jorge Mesa, alcohólico y mujeriego, no tenía dinero para pagar 10 millones de un abogado.

Jorge Mesa que se había vuelto objetivo judicial de la nación era un político tradicional profundamente obsesionado con el poder, deleitado con el control de su lugar de nacimiento, pero bastante despreocupado por el dinero.

Mesa sigue siendo recordado por la gente del común en Envigado como un buen administrador y nosotros con ciertas categorías que parecen no importar mucho a sus coterráneos lo vemos claramente como un hombre bastante iliberal responsable (probablemente por omisión) de la abominación de la limpieza social del Departamento de Seguridad y Control.

La reflexión del final

Uno de los hombres que trabajó con él y lo recuerda con cariño, nos dice que murió como mueren los dictadores latinoamericanos: “sólo, enfermo y muerto del miedo.” Presuntamente, Jorge Mesa se suicidó en su despacho con unas pastillas al comienzo de su periodo como alcalde.

Envigado queda a escasos minutos de la Comuna 14 (El Poblado) de Medellín donde está ubicada la zona bancaria, hotelera y donde vive buena parte de la dirigencia paisa, sin embargo, parece tan distante de Bogotá, por momentos, como Urabá.

La propuesta es que el Estado central debe mantener aceitado su aparato de juzgamiento y condena, pero debe crear un mecanismo de seguimiento y de acompañamiento a la clase política de los municipios “periféricos” más oportuno (y temprano) ante los recursos y presiones del narcotráfico (hoy muy vigente) y de la privatización del poder.