Hace ya muchos años Jaime Michelsen Uribe, un respetable banquero, -como todos- quiso adueñarse del país. Como todos. Y lo iba logrado: empresas, industrias, bancos … Pero entre lo que sus tentáculos no pudieron atrapar figuró el diario El Espectador. Y fue gracias a éste, a El Espectador y a don Guillermo Cano (q.e.p.d.) como se destaparon muchas cosas que impidieron a Michelsen culminar su hazaña. Y en su caída se llevó por delante a muchos pero muchos ahorradores. Era la época de la libertad de prensa en Colombia. La época de El Espectador.
Hoy en el país, ya se ha comentado aquí mismo, el derecho a la información se encuentra en cuidados intensivos: los medios de comunicación pertenecen a los tres grupos económicos más grandes, aunque faltaba el 70% de El Tiempo. Así que de llegar a confirmarse lo que nos cuenta la sillavacía del banquero y hombre de negocios Luis Carlos Sarmiento, éste podría ser, dentro de poco, el dueño absoluto de ese diario (salvo un 2% que seguramente Pachito Santos, empleado ahora de RCN, aún no habrá podido vender). Se cierra así el círculo: El Espectador y algo de Caracol pertenecen a los herederos de Santo Domingo, y RCN -radio y televisión- a Ardila Lulle. Son pues estos los dueños la opinión en Colombia. Y aunque los hay que se precian de independientes, los televisivos dependen de los grupos financieros para funcionar. Noticias Uno, por ejemplo, único valeroso noticiero, depende de la pauta de Luis Carlos Sarmiento y su grupo Aval.
Y lo malo no es que don Luis Carlos sea (se) dueño (adueñe) de tantas y tantas cosas en el país. Lo peligroso es que él y los dos otros grupos lo sean también de los medios. Por ejemplo, ¿va alguien a informarnos si algún día a uno de estos señores le da por participar en la construcción de carreteras y hacer diabluras con los recursos de las obras públicas de los contratos de concesión de obras públicas en el país? ¿Se atreverá alguien a criticar en sus periódicos o noticieros las medidas que disminuyeron sensiblemente los anticipos para las obras viales, con lo cual solo se permite a los dueños del capital financiero construir las grandes carreteras del país? Se nos dijo las medidas adoptadas son la talanquera a los robos de los anticipos que entregaba el Estado a los contratistas. Pero, ¿quién se atrevió a preguntar el porqué de la pro-monopólica medida, o era que acaso no se les exigía a los ingenieros la obligatoria póliza de manejo de los anticipos? ¿Acaso nunca se hicieron efectivas? ¿No fue posible arrinconar a las compañías de seguros para que se hicieran efectivas? Pero por ventura, ¿quién expide las pólizas?: El sistema financiero, claro.
Se ha preguntado alguien desde algún diario ¿qué firma de ingenieros, además de la de don Luis Carlos Sarmiento, va a poder asumir los costos de financiar el arranque de las obras de infraestructura del país ? Porque las que no dispongan de liquidez o capital tendrán que endeudarse. Con el sistema financiero, claro. Y si quieren el minúsculo anticipo deberán conformar una fiducia. Con el sistema financiero, claro.
¿Se habrá alguien atrevido a cuestionar al Ministro de Transportes cuando proponía hace unos meses que los fondos de pensiones pudieran incursionar en la construcción de vías del país? Pero ¿Quién es uno de los principales administradores de los Fondos de pensiones?
Aunque bueno, hagamos justicia. O mejor, refirámonos un poco a ella. Don Luis Carlos, colombiano como usted y como yo, padece también de los vaivenes de nuestra cotidianidad. Y se quejaba con acierto y oportunidad de la inoperancia de nuestro sistema judicial. Todos lo hemos padecido de una u otra forma. Pero ¿qué es lo que pasa con ese tan vilipendiado sistema que no funciona? Pues que ni más ni menos el 80% de su tiempo lo ocupa en solucionar problemas del sistema financiero. (Nos lo contaba Ramiro Bejarano). Así que el sistema judicial trabaja, ni más ni menos, para el sistema financiero. Claro. Quién lo hubiera creído. Y de ahí la preocupación de don Luis Carlos.
Entonces, así como van las cosas, el sistema financiero no sólo es dueño de la vivienda del país, de los ahorros, de las pensiones y cesantías de los trabajadores, de la prensa. Lo será de las vías por concesión. Y de la educación. Va a quedarse con todo. Pero ay de aquél que tan solo proponga limitar sus utilidades. Bueno, ahora ya no habrá dónde.
Y si el sistema volviera a quebrar como hace unos años, todos concurriremos a su salvación con más impuestos. Porque claro, el sistema es lo último que puede quebrar. Ese es su chantaje.
Adenda. En justicia debo honrar la pluma de pocos y juiciosos columnistas y caricaturistas de El Espectador y de Semana.