Los gobiernos que venden primero una imagen y luego intentan gobernar, son la moda en el mundo. En Colombia algo se intentó hace un tiempo, pero luego la dura realidad terminó por imponerse. ¿Recuerdan ustedes el slogan de bienvenidos al futuro? Recientemente hemos visto, en otros países, algunas puestas en escena, inicialmente muy taquilleras, que hacen hoy agua por muchos lados. Tal es el caso de Sarkozy o el de Obama. Tal vez la acción más fuerte de Sarkozy ha sido su matrimonio con Carla Bruni, lo que ha sido más benéfico para la carrera de la cantante que para la del presidente. En el caso de Obama todos recordarán el enorme entusiasmo que generó su llegada al poder, precedido de fama de pop star. Pocos se atrevían a expresar cautela y escepticismo frente a un escenario tan deslumbrante. Pocos se fijaron en su impresionante inexperiencia en el difícil lio de gobernar, en medio de desastres militares en el exterior y de crisis económica global. Hoy la figura de Obama tiene dimensiones modestas. Un hombre talentoso y bien intencionado, pero todavía lejos de ser el nuevo F.D. Roosevelt, como nos lo presentaron los propagandistas.

Aquí asistimos al montaje de una operación de diseño y mercadeo de imagen desde que Santos ganó las elecciones, el factor S. Y uno de sus logros es el viraje de muchos de los hacedores de opinión, especialmente de los bogotanos. Los buenos modales y maneras de Santos han despertado en ellos un unánime entusiasmo. Se siente uno tentado a pensar que parte de la oposición a Uribe era más un asunto de estética que de ética. El reconocer en Santos a uno de los suyos les lleva a perder la capacidad de crítica, tan afilada frente al caudillo del Ubérrimo. En algunos grupos se da la propensión a pensar que el país se reduce a unas cuantas manzanas de Bogotá, donde transcurre una intensa vida social. Probablemente de allí provino la extraña animadversión de Uribe hacia la capital;  se sentía inseguro en ese reducido y animado mundo. Pero como un gobierno no es una reunión social, mal haríamos en evaluar las perspectivas de la nueva administración desde tan estrecho ángulo.

Pensemos solo en 3 temas en los que la dura realidad podría estropear la imagen que ha sido diseñada. Devolverle las tierras a quienes les fueron arrebatadas. Ese despojo ocurrió a sangre y fuego. ¿Está preparado el gobierno para prevenir la intimidación y amenazas de muerte contra los activistas por la tierra? ¿Cómo neutralizará el poder de los narcos y de los herederos de los paras? ¿Tiene la capacidad para expropiar a aquellos latifundistas y políticos que, como muestran los testimonios de los cabecillas paras, fueron presuntos iniciadores o socios del sangriento despojo? No olvidemos que cierto tipo de propiedad rural ha sido siempre generadora de violencia en Colombia.

El segundo asunto es el de la capacidad reformista de la Unidad Nacional. Los últimos gobiernos han recibido el apoyo de los políticos a partir del clientelismo y de la captura del estado por la alianza de políticos y contratistas. ¿De un día para otro muchos políticos dejarán de pasar sus cuentas de cobro? ¿Ven ustedes al nuevo gobierno con capacidad para enfrentar ese dañino factor?

Un tercer aspecto tiene que ver con la creación de empleo. Ahí le cedo la palabra a un experto, el ex ministro Rodrigo Botero: “Lo primero que hay que anotar es que este es el momento de hacer una cosa grande en materia laboral. Es una calamidad que este país tenga una informalidad del 50 por ciento y una tasa de desempleo del 12 y 13 por ciento, pero hay ciudades con el 20 por ciento como Pereira. Eso es una bomba. Se deben crear incentivos poderosísimos…Mucho más de lo que se ha anunciado para empleos nuevos. No conozco el proyecto, pero me han contado que es muy tímido para resolver el problema…si van a tomar en serio lo del empleo yo sugiero hacer una cosa mucho más agresiva de estímulos a la generación de puestos de trabajo”.

Por ahora habrá que poner en práctica lo que decía el general Charles De Gaulle, que uno debe esperar hasta la noche para saber que tan espléndido estuvo el día.