Bill Kovach, veterano periodista norteamericano, dice que todas las personas compartimos el instinto de estar informadas. que los antropólogos han encontrado que desde las culturas más aisladas en África, hasta las más distantes islas del Pacífico, las personas comparten la misma noción de lo que es una noticia, e incluso de lo que esperan del mensajero de esa información nueva: alguien que vaya rápidamente a donde se producen los hechos, recopile la información de manera adecuada y sea capaz de transmitirla con sentido. Siempre queremos saber lo que pasa al otro lado de la montaña.
La cosa va un poco más allá, porque no solo queremos saber. Por supuesto, también queremos contar. Como dijo el escritor , la necesidad de contar historias está en la esencia del ser humano. Es una necesidad básica sólo superada por la de alimentarse. Por eso los secuestrados y los soldados en el frente de batalla llevan diarios para contar sus historias aunque no puedan hacerlas públicas en ese momento. Hasta en las situaciones más extremas los seres humanos tenemos la necesidad de contar nuestras historias.
La semana pasada las audiencias del mundo entero pusieron sus ojos en la mina de cobre San José en Copiapó, Chile. El rescate de 33 mineros atrapados durante 69 días en un precario refugio a más de 600 metros bajo tierra era el final feliz de una historia que muchos temimos acabaría en tragedia.
Pocos saben los nombres de los 33 mineros. Ni siquiera de dos o tres de ellos. Pero seguramente muchas personas tienen presente a , el segundo minero en ser rescatado y que se convirtió en protagonista desde el día 17 del encierro, cuando, al lograr contacto con la superficie, se dedicó durante las siguientes semanas a contar la historia desde las profundidades de la tierra. En el primer video – enviado por los mineros el día 21- Sepúlveda recorrió el refugio, presentó a sus compañeros y describió al detalle las condiciones en las que estaban viviendo.

Los no tardaron en apodar a Sepúlveda “el periodista”. Con el paso de los días, sus video narraciones desde el interior de la mina se convirtieron en documentos periodísticos que le dieron la vuelta al mundo y en el testimonio para la historia de cómo 33 personas sobrevivieron más de dos meses bajo tierra. Sepúlveda entrevistó a sus compañeros, mostró los avances en los trabajos para el rescate al interior de la mina, denunció las malas condiciones en las que se encontraba el refugio subterráneo -supuestamente dotado para emergencias-, mostró la ropa y los objetos que recibieron los mineros desde la superficie. Terminó uno de los videos diciendo “Un besito desde las profundidades, adelante, estudio central”. Se convirtió en un corresponsal, literalmente, en el lugar de la noticia. Más cerca de los hechos que los más de 1.500 corresponsales de todo el mundo que llegaron hasta el desierto de Atacama a cubrir la noticia.
Hasta en las situaciones más extremas los seres humanos tenemos la necesidad de contar nuestras historias. Esta vez la historia no estaba del otro lado de la montaña. Estaba 600 metros bajo tierra.