Este blog parte de una idea básica: las democracias representativas, como la nuestra, no pueden funcionar sin partidos políticos. En ninguna parte del mundo son perfectos, en cada país siempre reciben críticas, y por supuesto, hay unos mejores y otros peores. Pero son importantes y necesarios.
Este blog parte de una idea básica: las democracias representativas, como la nuestra, no pueden funcionar sin partidos políticos. En ninguna parte del mundo son perfectos, en cada país siempre reciben críticas, y por supuesto, hay unos mejores y otros peores. Pero son importantes y necesarios.
En Colombia, uno de nuestros deportes nacionales parece ser el de atacar a los partidos, desprestigiarlos, decir que son culpables de todos los males de la Nación, y por supuesto, nunca reconocerles ningún merito. Motivos para asumir esta actitud hay de sobra, y desde la perspectiva de los ciudadanos es una vía fácil para expresar su rabia y descontento.
Ahora bien, cuando se trata de dirigentes políticos, beneficiados por la confianza de los electores y con amplio eco en los medios de comunicación, vale la pena preguntarse si su crítica permanente a los partidos es correspondida por su capacidad de proponer soluciones, en este caso, mejores partidos. Hoy ensayo una respuesta: NO
En el país hay un grupo de importantes dirigentes que se la pasan fundando partidos, algunas veces con el nombre de grupos cívicos o movimientos ciudadanos. Estas nuevas organizaciones duran, en la mayoría de los casos, una elección. Cuando son “exitosas” y estos líderes pierden poder relativo al interior y tienen que acatar reglas, entonces buscan una razón, siempre existirá, para organizar una disidencia y moverse a fundar un nuevo partido.
Para las próximas elecciones ya se anuncian dos iniciativas de izquierda, una de derecha y una más de centro. Todas ellas están siendo lideradas por personas que han fundado o militado en varios partidos y a quienes les gustan ser seguidos, pero no acogerse a las reglas. Estos movimientos, por lo visto en la experiencia reciente de sus protagonistas, no serán de largo plazo, y como es evidente, no contribuyen al fortalecimiento de nuestra democracia.