Mr. Santos, que nos tiene acostumbrados al agua tibia, esta vez no se puso con pendejadas. Mientras los otros usaban a un jugador o una mascota para promocionarse, él posó con el equipo completo. 

En el manual de campañas políticas que estoy escribiendo, en la Parte Tres –‘Del oportunismo y las acciones bellas pero bellacas’–, dedicaré un capítulo al fútbol, ese trampolín desesperado a la fama, Santo Grial para el político sin imaginación, comida rápida en la gastronomía de votos.

Para el registro quedaron los casos de marzo: un montaje de Messi promocionando a un candidato de Cambio Radical en un almacén de guayos, Falcao gritando un gol con el Partido Conservador, el mismo Falcao besando el escudo de Colombia al lado del de Opción Ciudadana, y Fuleco sonriendo en un afiche de Roy Barreras (pobre Fuleco). 

Pero todos esos políticos son unos principiantes al lado del jefe. Mr. Santos, que nos tiene acostumbrados al agua tibia, esta vez no se puso con pendejadas. Mientras los otros usaban a un jugador o una mascota para promocionarse, él posó con el equipo completo. 

Lo de Mr. Santos es mucho más que un afiche para subirse en la ola del fútbol y ganarse unos votos. Como contó La Silla Vacía, todo el guión de la campaña por la reelección gira alrededor de la metáfora del fútbol y el éxito de la Selección Colombia. Si por él fuera, habría nombrado a Néstor Pékerman gerente de campaña y jefe de debate y fórmula vicepresidencial. 

Analicemos entonces esta estrategia desde la teoría de la balompédica. Tomémosle el pulso –y que me permitan la licencia poética Iván Mejía y Hernán Peláez– al fútbol de Mr. Santos.

El mensaje se resume así: el Presidente quiere “un segundo tiempo para concretar y estabilizar todos los logros”. Considera que “el primer tiempo es para construir las bases para ganar” y que “hacen falta dos tiempos para ganar”

A mí me suena a libreto de futbolista tronco. De uno de esos argentinos que llegan a Colombia después de haber jugado en 19 clubes, cada uno de una división más baja que el anterior, y a punta de verso convence a un par de periodistas de que es un crac. Esta vez entra al camerino en el descanso, después de caminar la cancha y perderse tres opciones de gol, y pide que no lo dejen en las duchas.

– El resultado se define en el segundo tiempo, profe. Mire que el primer tiempo es para construir las bases para g…
–  ¡¿Las bases para qué carajos?! No jodás, Santos. A la tribuna.

Cualquier analista aficionado sabe que un gol en el primer minuto del partido es oro (para no ir lejos, el gol de camerino con el que eliminaron a Barcelona esta semana), que el que espera hasta el segundo tiempo para hacer la tarea difícilmente gana y, sobre todo, que el entretiempo es un momento ideal para hacer sustituciones y cambiarle la cara a un equipo. 

Mejor dicho, si Mr. Santos quería hacer una metáfora entre su reelección y el fútbol, la peor opción era hacer una analogía entre el segundo tiempo y su segundo mandato. Especialmente cuando su victoria es, al menos, discutible y la tribuna bosteza. Pedir un tiempo más abre la tentación de voltear a mirar qué hay en la banca. Nunca se pierde la esperanza de que ahí esté sentado el enviado de Dios que cambiará la historia del partido. 

Esta semana el Presidente le puso el moño a su estrategia con una frasecita que seguramente le programaron sus asesores:

Si Mr. Santos se va a medir con la vara de Pékerman, sale perdiendo. Pékerman es sinónimo de éxito sin reparos, de éxito después de años de fracasos. Pékerman no necesitó de dos tiempos para clasificarnos al Mundial. Llegó tarde y le dio vuelta al resultado. 

Toda esta estrategia santista es viable en teoría porque la primera vuelta de las elecciones será el 25 de mayo –antes de que Colombia debute en Brasil–. La apuesta es que todos estaremos eufóricos y votaremos por el Presidente pensando en la Selección. La idea es que vayamos a las urnas con la cara pintada de amarillo, azul y rojo. 

¿Pero qué pasará si Mr. Santos no gana en primera vuelta y Colombia pierde con Grecia? ¿A qué sabrán todos esos eslóganes del segundo tiempo con una derrota a cuestas? Podría ser el tiquete de salida. Ya Santos no sería Pékerman sino el ‘Bolillo’ Gómez. Y toda la tribuna estaría pidiendo a gritos un cambio.