Por: Hugo Eduardo Ramírez Arcos.
 
En razón de los lamentables hechos que han ocurrido estos últimos días en la frontera que comparten Colombia y Venezuela, vemos la necesidad de llamar la atención sobre la sensibilidad de la relación binacional, en un espacio territorial con flujos y dinámicas independientes, que en muchas ocasiones superan las decisiones de los dos gobiernos que mantienen en la actualidad una posición de marcado centralismo en la relación, pasando por alto las dinámicas propias de los espacios de frontera. 
 
Hay quienes piensan que “esto no lo arregla ni Juanes”, refiriéndose al concierto celebrado en la frontera en 2008 sobre el puente Simón Bolívar (cerrado varias veces esta semana), el cual constituye la vía más importante para el comercio binacional, así como también uno de los puntos fronterizos más poblados, entre los 2219 Km que componen la frontera Colombo-Venezolana. Tanto Colombia como Venezuela son hoy victimas de la ausencia de instituciones binacionales que puedan sobrevivir a crisis entre los gobiernos nacionales, como la que se está presentando en la actualidad.  
 
Si bien han existido importantes esfuerzos como las Zonas de Integración Fronteriza (ZIF), en el marco de la CAN (de la cual Venezuela ya no hace parte), así como el trabajo realizado por la Comisión Binacional de Frontera (Combifron) y la Comisión Presidencial para la Integración de Asuntos Fronterizos (Copiaf), lo cierto es que las rupturas ideológicas entre los dos países han primado por encima de la creación de instrumentos de cooperación que estén en beneficio de las dos partes.
 
Las acciones u omisiones de los dos gobiernos guiarán en cierta medida el rumbo y la composición que tomen ciertos flujos fronterizos, los cuales no se detendrán en razón de las coyunturas políticas, sino que por el contrario buscarán la forma de adaptarse a las “trabas institucionales” que les impongan los dos gobiernos, como lo han venido haciendo desde los comienzos de la relación binacional. A pesar de que algunos insistan en lo contrario, se debe reconocer que entre colombianos y venezolanos no se puede plantear un “nacionalismo metodológico”, bajo el cual se suponga que nuestras fronteras nacionales son a su vez fronteras culturales y económicas.   
 
En 1989 el libro titulado “Crisis y Fronteras – Relaciones fronterizas binacionales de Colombia con Venezuela y Ecuador”, compilado por Cristina Barrera, llamaba la atención sobre dos dimensiones de análisis de los flujos fronterizos, las cuales vemos como necesarias, a la hora de buscar salidas ante los hechos que se están presentando y los cuales ya han tomado la vida de varias personas, razones de más para repensar el papel que tendrán estas dinámicas dentro de un panorama político tan incierto entre los dos gobiernos.
 
En este sentido, las “relaciones tangibles” y fácilmente cuantificables, como sería el caso de las relaciones y flujos migratorios legales, sobre los cuales los Estados tienen un control directo, son aquellas que en la actualidad se ven severamente afectadas. Por el contrario las “relaciones no tangibles”, es decir, aquellas que no son fácilmente controlables por los Estados, como el contrabando, el narcotráfico, los paramilitares, las guerrillas y la delincuencia común, son aquellos que ante la falta de la cooperación entre los dos gobiernos, pueden valerse de la frontera como el espacio ideal para escapar de la legalidad.
 
Sin una salida que contemple soluciones binacionales y no unilaterales, los únicos que se verán beneficiados por la situación serán los actores ilegales que operan en la región, generando un panorama de inestabilidad y empeorando las condiciones de vida de los habitantes de frontera.
 
 
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BIBLIOGRAFÍA
 
Barrera, Cristina (Comp) (1989). Crisis y fronteras. – Relaciones fronterizas binacionales de Colombia con Venezuela y Ecuador. Bogotá: Ediciones Uniandes.