Quienes somos hinchas de algún equipo del fútbol colombiano vivimos con la resignación de tener que seguir una competición mediocre y estridente. “La pelota no se mancha” decía el Diego, pero la verdad es que está mugrienta y remendada. La liga la controla un cartel de vampiros y la banda sonora de las transmisiones es un compendio de gritos y peroratas. Nuestros narradores y comentaristas son voceadores callejeros promocionando almuerzos con megáfonos que rompen los tímpanos y papeles que pasan de la mano a la basura.
Vemos fútbol colombiano a pesar del espectáculo, no gracias a éste. Ponemos WinSports en mute, miramos el celular mientras los jugadores fingen lesiones, perdonamos al lateral que tira un centro al parqueadero, ignoramos los cráteres de la grama y la temeridad de los árbitros. Fingimos demencia. Una noche despejada y un buen partido nos reconcilian. “La pelota no se mancha”, decía el Diego, y la verdad es que el fútbol aún resiste.
El pasado jueves en la noche, la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) citó a una rueda de prensa al día siguiente para dar a conocer una investigación en curso. Rápidamente se supo que el protagonista es el fútbol colombiano, prófugo de la justicia hace décadas. Uno de los primeros en reaccionar fue Carlos Antonio Vélez: “Y pensábamos que la expropiación iba a ser por otro lado… no señor… ¡El fútbol está en la mira!”. La intervención estatal –advertía– estaba al acecho.
Desde hace veinte o treinta años, Carlos Antonio Vélez desafía las leyes de la calidad y la sintonía. En su verbo la acción es latosa, el pasto se quema, la pecosa es un yunque. Y no es una cuestión de gustos; es la extinción del gusto. Temprano en su vida, Vélez abandonó la religión y la política para sermonearnos desde el púlpito de su micrófono. Se derretirá la atmósfera y este analista estará explicando las acciones a balón parado. Nos habrá reemplazado la Inteligencia Artificial a todos y él estará reprendiendo a un robot por no entender la diferencia entre juego vertical y juego directo. Uno no oye a Vélez sino que lo padece.
En RCN y el canal por cable WinSports (del que RCN es uno de sus accionistas mayoritarios), Vélez ejerce la defensa de oficio de un negocio que beneficia principalmente a sus empleadores y a la División Mayor del Fútbol Colombiano (Dimayor), a expensas de los jugadores y del espectáculo. Un negocio que, a la par con otros que involucran a los clubes, a la selección nacional y a los dirigentes, hace parte del prontuario del balompié nacional.
En la rueda de prensa del viernes, el superintendente delegado para la Protección de la Competencia, Francisco Melo, explicó la decisión. La SIC abrió una investigación y formuló pliego de cargos contra la Dimayor y 29 clubes por una posible cartelización.
Los investigados se habrían puesto de acuerdo para afectar la libre competencia y el desarrollo del fútbol femenino en cuatro puntos: (i) limitar los contratos de las jugadoras para que estuvieran vigentes únicamente durante el tiempo de las ligas –que ha oscilado entre uno y cuatro meses–; (ii) obligar a las jugadoras a ceder sus derechos de imagen sin ninguna contraprestación e incluso más allá del término del contrato; (iii) acordar tablas para unificar los salarios y acercarlos al mínimo; y (iv) negarse a recibir los recursos del Estado que buscan impulsar la liga femenina para evitar una eventual fiscalización.
Esta investigación se suma a otras actuaciones administrativas contra los mismos protagonistas que viene adelantando este gobierno (para un repaso completo, les recomiendo el trabajo de Alejandro Pino). En agosto pasado, la SIC reactivó una investigación contra la Dimayor y los clubes por los vetos a futbolistas, una práctica ancestral en nuestro fútbol: jugador que pelea por sus derechos laborales, jugador al que se le cierran las puertas.
Más temprano este mes, el Ministerio del Trabajo obligó a la Dimayor a sentarse a negociar con la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro) un pliego de peticiones que presentaron hace cuatro años. Con la firma de 1.117 futbolistas profesionales –entre hombres y mujeres– esta organización, a la que Carlos Antonio Vélez califica como “sindicato de papel”, pide acuerdos alrededor del calendario de las competencias, los descansos, la remuneración y los derechos de televisión. Es decir, piden una mesa de negociación que en muchos otros países es regla.
Estas noticias tienen en pie de guardia a varios periodistas deportivos, empezando por el profesor Vélez. El viernes en la mañana en Palabras Mayores, el segmento de Antena 2 de RCN Radio, echó bilis hasta que se quedó sin saliva. La actuación de la SIC era un “atentado contra la empresa privada”, “puro populismo y política barata en época preelectoral”, ¿y quién dijo que pueden legislar sobre el monto de los salarios? Aludió a articulados de la FIFA y reglamentos de la Conmebol. Ninguna mención de la Constitución, de leyes o decretos.
El Pulso del Fútbol de Caracol Radio tituló su programa del viernes “El fútbol colombiano en peligro”. “La intención del Estado colombiano es apoderarse del fútbol”, advirtió César Augusto Londoño –hasta hace poco también periodista de WinSports–. “Hay que tener mucho cuidado con el fútbol”, dijo de manera ceremoniosa Tito Puccetti, narrador y comentarista en ese canal.
En medio de la desinformación de estos altoparlantes, también se abrieron grietas en el tradicional espíritu de cuerpo entre la prensa y el fútbol: “La FIFA misma dice que el fútbol no puede estar por encima de las leyes nacionales”, escribió Gabriel Meluk en X. “En mi opinión, investigar no es interferir” dijo Eduardo Luis, narrador de WinSports. Otras voces ahondaron en críticas y denuncias que vienen haciendo de tiempo atrás: “¿Quiénes son los que conspiran contra la SIC?”, preguntó el abogado Ramiro Bejarano. “Ceder ante las presiones de la dirigencia del fútbol… sería seguir respaldando la corrupción en esa industria”, escribió el incansable Pino.
Escudándose en la fórmula burda para oponerse a cualquier iniciativa del gobierno de Gustavo Petro –¡expropiación!, ¡intervencionismo!, ¡atentado!– periodistas como Carlos Antonio Vélez y César Augusto Londoño encuentran la trinchera perfecta para defender un estado de cosas insostenible. Pero antes de eso, durante años y escudándose en la pasión por el fútbol, el periodismo deportivo ha gozado de holgura para desplegar con desfachatez prácticas cuestionables e inescrupulosas en su cubrimiento. O, más bien, en su encubrimiento.