No puedo dejar de sentir un inmenso y permanente agradecimiento por esos cientos de miles de soldados y policías, campesinos todos que, regados por los lugares más inhóspitos del país, arriesgan sus vidas por nosotros, a cambio de nada. En un país cuyo crecimiento económico se hace cada vez más grande y su distribución per cápita crece lentamente. Y ellos han contribuido significativamente a lo primero.

No puedo dejar de sentir un inmenso y permanente agradecimiento por esos cientos de miles de soldados y policías, campesinos todos que, regados por los lugares más inhóspitos del país, arriesgan sus vidas por nosotros, a cambio de nada. En un país cuyo crecimiento económico se hace cada vez más grande y su distribución per cápita crece lentamente. Y ellos han contribuido significativamente a lo primero.
Y cuando se recorren las carreteras y se los encuentra uno con la mano extendida y su sonrisa tostada por la inclemencia del clima, y de la zozobra, no puedo menos que, aunque temeroso, saludarlos. También me inspiran miedo.
Porque nos hemos acostumbrado a lo irracional e indiscriminado de su comportamiento, en el que fácilmente puede uno caer como sospechoso de cualquier cosa. Y sin salvación.
Por eso, de todos los cambios que ha anunciado el nuevo gobierno y de los comunicados que los nuevos funcionarios lanzan al aire, en donde ninguno pasa de ser algo más de lo que siempre dicen, debe resaltarse uno, con letra mayúscula: el del Almirante Édgar Cely, nuevo comandante de las Fuerzas Armadas, cuando proclama cero tolerancia contra la violación de los derechos humanos. Es quizá, viniendo de donde viene, un valeroso acto de posible reconocimiento de hechos graves, que anuncia también cambios drásticos en la conducción del Estado, en comparación con lo que se ha padecido en el pasado recientísimo. Cambios que se surtirán, espero, no sólo en la necesaria lucha frontal contra la subversión, si no también en el día a día de los muchos colombianos que andamos por el campo y la ciudad, sin escoltas, sin sirenas, sin patrullas.
Buen viento y buena mar