Por: Casa de las Estrategias
Trasegando de nuevo las historias de un ex sicario vemos que el orden de la fiesta de la vida y la muerte por balas se invierte: el exceso es bailar con la muerte entre pepas, polvo y trago y la vida se sostiene de una bala. Nos topamos con nuestra versión de guerrero suicida a la colombiana, claro que aquí no registramos explosión, si no implosión, algo así como que los pelados gatilleros no están dispuesto a extinguirse lentamente, pero tampoco es que vuelen en pedazos por otro y menos por una idea.
“Yo ya había perdido a mi mamá, ya mi mamá estaba muerta, murió por cáncer, yo ya viendo que no tenía nadie quien visitarme ni nada, qué hice, así, no me da pena decirlo, me güelí todo, todo me lo güelí, todo me lo tiré en perico, marihuana, a pasar todo el día encerrado hasta el otro día, de la mala cabeza y no pensar.”
“Yo sí me cogí con el parcero mío, el parcero mío casi se muere ese día también de sobredosis, nos encerramos a güeler, y a güeler, y a tomar y a güeler, y yo cuando veo eso el parcero cae ahí a moverse como un pollo. Ya se murió mi mamá, ya muérase usted también, y él ahí se lo llevaron para urgencias.”
“Ya eso salí de Bella Vista, volví otra vez donde el combo que estaba, seguí delinquiendo, tuve la oportunidad….”
Este baile con la muerte fue en plena cárcel paisa y vino acompañado con un poco de juego con una bala dispersa en un revolver, 4 tiros dijo nuestro entrevistado. Si se sobrevive a la rumba, si se sobrevive a la farra, queda el sustento, el oficio, la forma de ser. ¿Si en mis ratos libres me quiero matar cuál puede ser mi oficio?
“Yo me hacía de una manera y pensaba y si no vuelvo. Yo pasaba ahí me sentía que me faltan fierros, una vez me metí con 7 chalecos, y no las manos y la cabeza, vos llevabas pistolas y un 8 e inmediatamente escuchabas allá a la gente engatillando, eso es como un juego, cargo y empiezo, ahí no eran que tengo tantas vidas, eso es callado.”
Cómo hermanar las políticas de juventud y las políticas de seguridad frente a esta realidad. ¿Por qué nuestras barriadas producen pelados que no le temen a la muerte? ¿Es posible no temerle a la muerte y querer vivir? ¿Cómo podemos enseñar a amar la vida?
Uno es ajeno y sin deseos cuando mata, es un inmortal desgraciado y en la rumba fatal y mortal, algo de redención; por encima del suelo que exige mi plomo. La dicha de morir, el último derecho de reventarse sin avisar y argumentar la existencia con una bala: lo que nos hace sobrar nos hace pertenecer.