Durante los cuatro años del gobierno del Presidente Iván Duque se registró un grave deterioro de la situación de derechos humanos en Colombia, sin que el primer mandatario lo considerase un asunto prioritario, al contrario, ha hecho ingentes esfuerzos por justificar a los agentes estatales que ocasionaron algunos de esos hechos y ha mostrado nula empatía con las víctimas.
La displicencia con la que su gobierno recibió el encargo de implementar el acuerdo que permitió la desmovilización de la guerrilla de las Farc, aunado al uso permanente de un discurso estigmatizante enmarcado en una concepción anti comunista, propia de la guerra fría, llevó a que durante la primera parte de su gobierno se desatara una cruenta arremetida contra líderes sociales y desmovilizados, sin que Duque se diera por aludido y, por el contrario, quiso siempre minimizar la gravedad de los hechos y trato de encontrar justificaciones derivadas de supuestos enfrentamientos entre personas al margen de la ley.
Esa circunstancia afectó especialmente a afrodescendientes e indígenas. Centenares de miembros de sus comunidades fueron asesinados en estos cuatro años sin que el Presidente hubiese manifestado algo de empatía, o hubiera intentado algún tipo de acercamiento o siquiera dado una muestra de solidaridad.
En la parte final de su gobierno, vastas zonas del territorio se han visto copadas por organizaciones criminales que someten a sus habitantes a una especie de ley del terror que los condena a masivos desplazamientos que nunca han merecido atención especial del Presidente de la República. El Departamento del Chocó atraviesa una de sus peores crisis humanitarias de la historia, lo que es mucho decir en una zona que ha tenido que sufrir tragedias inenarrables.
La desatención presidencial por los asuntos de seguridad generó, durante el cuatrienio, un deterioro en la línea de mando de la fuerza pública que desató enfrentamientos internos, facilitó la ocurrencia de escandalosos casos de corrupción y propició relajamiento de protocolos en materia de derechos humanos.
La fotografía del Presidente de la República disfrazado en una instalación policial en los días en que ocurría en Bogotá una verdadera masacre, como fue calificada por organizaciones defensoras de derechos humanos, en el marco de protestas ocasionadas por la ocurrencia del asesinato de un ciudadano inerme a manos de agentes policiales, es el mejor resumen de la manera como Duque se comportó a lo largo de su período cuando ocurrían graves afectaciones a los derechos humanos atribuibles a agentes del Estado.
Durante el período de gobierno que está terminando ocurrieron centenares de actos constitutivos de abusos policiales y militares en el marco de la protesta social que no generaron ni una sola reacción de condena por parte del Jefe del Estado.
En la protesta de 2021, el sistema de Naciones Unidas documentó al menos una treintena de muertes violentas ocasionadas por agentes del Estado, varias de las cuales han sido calificadas por los órganos judiciales y disciplinarios como hechos desproporcionados o injustificados.
El discurso estigmatizante liderado por el Presidente de la República generó el ambiente propicio para que civiles armados la emprendieran contra manifestantes en el marco del paro nacional que se desarrolló en el primer semestre del año anterior y facilitó que la fuerza pública acudiera a desarrollar operativos con algunos de sus miembros sin uniforme oficial para evadir controles estatales.
La fuerte convicción presidencial de que las protestas en contra de su gobierno no eran expresiones ciudadanas espontáneas fruto de insatisfacción con la manera como conducía el país, sino que eran el resultado de una conspiración de la izquierda internacional liderada desde Venezuela, lo llevó a justificar todas las violaciones de derechos humanos ocurridas en el marco de las diversas y permanentes expresiones de protesta social realizadas durante este período.
Mientras tanto, con el talante propio de su personalidad, formalmente se limitaba a decir que si había responsables de abusos policiales o militares deberían responder y que no tomaría medidas correctivas hasta tanto las autoridades judiciales no determinasen las circunstancias en que habían ocurrido los hechos.
Promovió reformas más bien cosméticas al interior de la fuerza pública y se opuso a recomendaciones que buscaban atacar de fondo algunos de los problemas identificados incluso por comisiones creadas por él mismo.
Enfrentó a miembros del sistema interamericano de derechos humanos, a voceros del sistema de Naciones Unidas y a representantes de organizaciones internacionales que verificaron los hechos, denunciaron las circunstancias en que ocurrieron y pidieron condenas y reparación a las víctimas.
El Gobierno, bajo sus instrucciones, se ha opuesto sistemáticamente a las solicitudes de reparación hechas por las víctimas y ha buscado dilatar los procesos penales y disciplinarios buscando evadir responsabilidades jurídicas, pero especialmente políticas.
La muerte de 11 personas en el marco de una operación militar en contra de organizaciones criminales en el Departamento del Putumayo en la que habrían muerto civiles, incluso menores de edad y líderes sociales que solo ha merecido apoyo del Presidente Duque es solo una reiteración de la conducta presidencial a lo largo de su gobierno.
Hechos de esa naturaleza, en los cuales han muerto menores, como consecuencia de operaciones militares mal planificadas y ejecutadas con prescindencia del deber de distinción, han ocurrido por decenas durante el gobierno Duque sin que el Presidente haya siquiera pedido explicaciones por los mismos o expresado mínimamente su rechazo.
La actitud presidencial parece estar derivada no solo de su interpretación de expresiones de violencia o de inconformidad que entiende como manifestaciones con intenciones puramente políticas en el marco de una conspiración comunista internacional, sino de un rasgo de su personalidad que le dificulta ser empático con el dolor ajeno.
Su insensibilidad con las víctimas de violaciones de derechos humanos se repite incluso con las víctimas de emergencias naturales y se expresó en una enorme frialdad con las víctimas de la pandemia.
El Duque charlador, cantante, bailador, buen interprete de la guitarra desgraciadamente sorprendió con su falta de empatía, lo que agravó la desastrosa situación en derechos humanos que deja.