Es el que le gusta al Presidente Gustavo Petro, por eso ha aceptado a ir a los congresos empresariales a exponer su postura que sabe contraria a la de su audiencia. Es el puro debate ideológico. Ahora, los contradictores encontraron que quizás es ahí, por los malos resultados que se avizoran el año entrante donde deben dar la batalla.
La previsión de una recesión mundial es un escenario perfecto para “probar” que las políticas económicas del gobierno son fallidas: Colombia crecerá sustancialmente menos que el presente año, la tasa de desempleo se mantendrá, la inflación no cederá rápidamente, las tasas de interés estarán altas, los precios del petróleo disminuirán y el dólar estará caro. Todo será, entonces, culpa de Petro.
La verdad es que casi la totalidad de los factores que provocan las dificultades económicas que se vienen son externos y completamente ajenos a las políticas que se adopten en Colombia. De hecho, el FMI ha vaticinado que habrá recesión en 42 países independientemente de lo que hagan sus gobiernos, como quien anuncia la próxima llegada de un huracán, como si se tratara de un fenómeno natural irresistible.
En el marco de una economía globalizada, el margen de maniobra de los países emergentes es prácticamente marginal, pero, claro, es la coyuntura perfecta para derivarle responsabilidad a Petro: ¿A quién se le ocurre? es la pregunta más repetida para cuestionar ideas o anuncios, ninguno de los cuales se ha materializado, pero que igual sirven para dejar la sensación de que los males futuros provienen de ahí.
Es cierto que la discusión se hace más álgida porque la élite de economistas que habían diseñado y ejecutado las políticas económicas de Colombia durante los últimos casi cuarenta años perdieron las elecciones con Petro; se ha convertido en una especie de avanzada. Algunos, metidos en la política electoral como Juan Carlos Echeverry, miran con desdén las tesis gubernamentales y desprecian las “identidades” que les parecen inventos pasajeros de grupos jugando a ser rebeldes.
“Si no se hace lo que hay que hacer” repiten y una y otra vez como si hubiera verdades sobre cómo enfrentar una situación de crisis global como la que pareciera que va a ocurrir. Si alguien supiera “lo que hay que hacer” sería fácil, aplicar la receta y ya, pero no. Hay ideas que en algunos momentos han funcionado y en otros han fracasado. “¿A quien se le ocurre una reforma tributaria para sacarle dinero a la economía?”, la Primera Ministra británica, que pareciera haber oído la afirmación implícita en la pregunta, está a punto de tener que dejar el cargo por proponer hacer todo lo contrario: rebajar los impuestos.
A ese ambiente hay que sumarle las declaraciones del Presidente y sus ministros que calientan el debate: Petro cuestiona las decisiones de la Junta Directiva del Banco de la República que es la medida de la ortodoxia de la economía para enfrentar la inflación; la ministra del Trabajo propone establecer un control de precios para los artículos de la canasta básica; la de Minas insiste en que hay que suspender la celebración de contratos de exploración de nuevas reservas de gas o petróleo; Petro dice que hay que cambiar el marco fiscal de mediano plazo para poder endeudarse para hacer la reforma agraria o que hay que imponer controles a los capitales golondrina. En fin, ideas es lo que hay.
Casi todos saben que la mayoría de esas declaraciones son inocuas y que no se van a concretar, pero las usan para hacerlas parecer como decisiones tomadas y les atribuyen efectos como la devaluación sin poner de presente que ese fenómeno se ha presentado en casi todo el mundo, dónde las monedas, incluso fuertes como el euro o la libra esterlina, han perdido valor frente al dólar.
En esa discusión sobre la tasa de cambio también se omite parte de la información relevante, por ejemplo, se esconde que con una tasa alta se benefician todos los sectores exportadores y que los productores nacionales, como las confecciones, reciben con alivio la noticia de que la protección que han reclamado a través de aranceles la encuentran con un dólar caro que los hace más competitivos. Los empresarios del turismo, los cafeteros, los floricultores, los bananeros, algunos industriales, las empresas petroleras y mineras y decenas de miles de personas que reciben remesas desde el exterior están de plácemes con las noticias de los últimos días.
Metida en el barro de la controversia política, la discusión económica está y estará llena de mentiras y de exageraciones y se degradará a un punto en que quienes no somos especialistas o conocedores del tema nos costará trabajo identificar quien puede tener la razón y quien no.
Quizás la mejor manera de defenderse de la andanada será repitiéndose que, aunque hablen con mucha seguridad, ninguno tiene la verdad. En este tema hay teorías siempre controvertibles, habrá estudios que demuestran lo uno y otros que demuestran lo otro, experiencias que soportan los argumentos de los unos y otras que soportan las de los contrarios, habrá unos que pontificarán después de haber pasado por los escritorios donde se han tomado las decisiones sin haber conseguido los resultados, habrá los que nunca han tomado las decisiones y exagerarán los resultados de los otros. Hay que desconfiar de todos porque todos están en la controversia política e ideológica.
Ah y a la hora de buscar culpables probablemente se consigan más en Rusia que en el centro de Bogotá.