Héctor Riveros
Héctor Riveros

A juzgar por el contenido del debate electoral los próximos alcaldes y gobernadores no harán grandes transformaciones, ni intentarán innovar en materia de políticas públicas. Las propuestas, cuando las hay, son en su mayoría lugares comunes o recetas repetidas y ninguno propone un cambio histórico que dentro de treinta o más años sea recordado, ni siquiera una obra faraónica como para llamar la atención.

En las ciudades capitales los candidatos (candidatas hay muy pocas) están embelesados con juguetes que parecen de la infancia para combatir la inseguridad que el tema que se ha impuesto como el más urgente a atender. Ofrecen drones, robots y los más básicos aumentar el pie de fuerza y sacar a los militares a las calles. En ese tema habíamos avanzado. Hace ya un par de décadas se había llegado al consenso de la necesidad de una política integral que comenzara por la cultura ciudadana y terminara en el fortalecimiento de la fuerza pública y la justicia. Nos devolvimos.

Los que parecen más avezados proponen recuperación de espacios públicos y construcción de malecones que son útiles y necesarios pero que son ideas viejas, que en Colombia fueron novedosas hace algo más de 25 años, pero además en ese tema, como en la mayoría, todos prometen más o menos lo mismo con lo cual al elector se le dificulta escoger y la campaña se vuelve sosa.

Las políticas sociales están en un segundo plano. La urgencia de superar la pobreza, al menos la extrema, está opacada por el estribillo de “orden y autoridad” y en materia de educación no hay ninguna idea nueva, muchos ofrecen construir más colegios sin reparar que el número de estudiantes matriculados se ha reducido por encima del 20% en la última década y como si las tecnologías de la comunicación no existieran o se redujesen a llevar internet y regalar tabletas.

El alto porcentaje de ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan, se mencionan tangencialmente, especialmente cuando se debate el tema de seguridad y dentro de la manida frase de que “tenemos que hacer inversión social” para enfrentar las causas de la criminalidad.

En asuntos de desarrollo económico todos prometen apoyos a las microempresas y ayudas a los jóvenes y las mujeres sin precisar bien de qué se trata, pero nuevamente como si estuviéramos en la década de los 80s del siglo pasado. No he oído que ninguno (candidatas hay muy pocas) proponga algo creíble para generar puestos de trabajo a través del apoyo al creciente trabajo remoto que puede hacerse desde Sincelejo o Popayán así la empresa esté localizada en California. Algo que parezca que entendemos la economía del siglo XXI.

No hay tampoco promesas para reducir la informalidad, para usar imaginativamente la economía colaborativa, las Fintech, algo de la economía digital que denotara que al menos han visto la lista de las empresas más grandes del mundo.

La propuesta más audaz de la campaña la hizo no un candidato sino el Presidente Petro, quien lanzó la idea del transporte gratuito, financiado con una sobretasa al servicio de energía eléctrica. Solo Robledo, en Bogotá, se había atrevido a hablar de tarifa cero, pero no decía de donde iba a salir la plata.

Aunque los candidatos (candidatas hay muy pocas) se sorprendieron con la propuesta de Petro y solo atinaron a decir que habría que evaluarla, que parecía una buena idea, que quizás la fuente de financiación posible no era encarecer el servicio de energía, hubo algún debate, al menos uno, sobre algún tema.

Promover el uso del transporte colectivo es claramente la mayor prioridad en términos de desarrollo urbano y de política ambiental. Reducir el uso del transporte individual, automóvil o moto, es urgente para mejorar la movilidad, reducir la accidentalidad vial, tener un ambiente sano, hacer un uso racional del espacio público, disminuir la necesidad de gasto en mantenimiento vial. En Colombia llevamos casi tres décadas intentando que las personas se bajen del carro o de la moto y se suban al transporte colectivo y el resultado que hemos conseguido es exactamente el contrario: cada vez más personas se bajan del bus y se suben especialmente a las motos.

La propuesta de Petro no es ni buena ni mala en sí misma, aunque algunos la rechazan por venir de Petro. Sería extraordinaria en ciudades intermedias como Manizales, Sincelejo, Villavicencio, Popayán, Armenia, Palmira y un largo etc donde además puede haber flotas 100% eléctricas y se puede garantizar horarios del servicio. Sería buena en ciudades como Cali o Bucaramanga donde el principal problema es que el sistema de transporte colectivo no logró ni la tercera parte del número de usuarios esperados y no necesariamente conviene en Bogotá o Medellín.

Hay decenas de ideas para financiar el servicio gratuito. (porque sería gratuito, como es gratuita la educación en los colegios públicos o la entrada a los museos en determinados días, la educación o los museos no son tarifa cero, esa es una discusión bizantina). Algunas son realizables, otras no, pero no veo que ningún candidato (candidatas hay muy pocas) hagan alguna propuesta imaginativa, creíble, audaz.

Los debates que convocan a mañana y tarde en universidades, medios de comunicación, fundaciones o gremios están muy aburridos, no hay ninguna controversia ideológica de altura, no hay ideas innovadoras en materia de desarrollo urbano, nadie tiene algo creativo para generar empleo, no hay nada que haga que los electores se ilusionen de la posibilidad de que en veinte años tendrán una ciudad distinta. Si así está la campaña que es el momento de invitar a soñar como será el gobierno que es el momento del golpe de realidad.

Héctor Riveros Serrato es un abogado bogotano, experto en temas de derecho constitucional, egresado de la Universidad Externado de Colombia, donde ha sido profesor por varios años en diversos temas de derecho público. Es analista político, consultor en áreas de gobernabilidad y gestión pública...