Cómo los candidatos están usando los medios en estos últimos días de campaña.
Queridos lectores, ¿por dónde comenzar? He intentado escribir esta entrada unas veinte veces esta semana, pero cada vez que encuentro de qué hablar, algún nuevo “escándalo” aparece en esta campaña electoral.
Hackers, videos, montajes, narcos, saludos de cinco minutos, ah no perdón, fue una visita pero cortica, ah no verdad, fue una visita más bien larga, ah digo, fueron tres o cuatro visitas, extradiciones, anuncios, debates abandonados, entrevistas explosivas, que el hacker no es un hacker, que el hacker estaba con la otra campaña, que ¿por qué no hablamos de eso?, abogados penalistas hablando por los candidatos, senadores electos informando resultados de las elecciones cuando no han terminado, en fin.
Ya he renunciado a hacer un resumen comprensivo de lo que ha pasado esta semana y cómo lo han cubierto los medios, porque para cuando termine de escribir este post habrán ocurrido tres cosas nuevas. No les voy a contar qué ha pasado, porque seguro ya lo han leído en otras partes, deben estar como yo, abrumados. Me siento como el millonario que, cuando un periodista le preguntó cuánta plata tenía, respondió “¿antes o después de la pregunta?”. Claro que lo que yo tengo no es exceso de plata (desafortunadamente), sino exceso de información.
¿Qué está pasando? Estoy a punto de perderme. ¿Cuál es que es el candidato corrupto, cuál el que promete acabar con la corrupción? Ya no sé (está bien, nunca supe). ¿Qué decirles? No vengo a recomendarles por quién votar porque de lo único que estoy seguro es que me arrepentiré apenas deposite la papeleta, sin importar qué opción haya marcado. Tampoco vengo a contarles cuál de las opciones voy a marcar, porque en cualquier caso el senador electo José Obdulio Gaviria se las podrá contar pronto.
Vengo es a contarles cómo los están usando. Bien, vamos, sé que suena fuerte, pero ¿qué hacemos si así es? Si ustedes y yo y todo el resto del país somos, en este momento, nada más que meros puntos porcentuales. Por supuesto, puntos porcentuales que tienen que comer y que ir al baño, a muchos de los cuales les gustaría poder estudiar, o tener un trabajo, o por lo menos tener un diploma y ganar plata. Puntos porcentuales que tienen opiniones sobre la paz y la guerra y la economía mundial y la economía local y la justicia social y todas esas cosas que ni nosotros, ni nadie entiende del todo.
Pero tenemos estas pulsiones y los cinco candidatos a la presidencia de Colombia están desesperadamente buscando cómo apropiarse de ellas y sumar puntos porcentuales a sus columnas. Nada del otro mundo. Democracia pura y dura. Sólo que además de pura y de dura también es contemporánea. Así que los candidatos tienen más de una manera para hacernos saber que deberíamos irnos a su lado, o lejos del lado de otro más, así como nosotros tenemos más de un medio de recibir información para saber quién o qué nos mueve más, si el odio, o el amor, o el asco, o las propuestas (en cursiva porque es un chiste): prensa, televisión, radio, twitter, facebook, whatsapp, line, el chat del streaming pirata del partido, el grupo de costura de la abuela e, incluso, para los desadaptados, algún post de Google+.
Cada uno de los cinco candidatos ya entendió dónde está su fuerte y dónde está su debilidad. El presidente-candidato Juan Manuel Santos, por ejemplo, tiene a los grandes medios alineados a su favor. También es el presidente de Colombia, el jefe de una que otra oficina pública y el líder de la Unidad Nacional, con todo lo que eso implica. Entonces, ¿para qué se iba a desgastar yendo a debates o aceptando entrevistas sin escuderos? Ahí no iba a ganar nada de lo que no hubiera ganado ya. Ahí lo único que podía hacer era caer en una trampa, decir algo polémico y perder puntos.
Puesto que la estrategia de Santos parece, por ahora, enfocarse a hacernos temer el posible regreso de Uribe encarnado en Óscar Iván Zuluaga y evitar al máximo responder preguntas sobre sus propios problemas, el presi-candi prefiere aparecer en público sólo cuando está en completo control de lo que va a pasar. Una alocución por aquí, una entrevista con un periodista amigo por allá, un tweet revisado y rerevisado por algún pobre pasante de la campaña. Así, en medio de hacernos creer que su plataforma de campaña es algo tan sencillo como “la paz”, le puede quitar votos a los otros tres candidatos (convenciendo a varios de esos puntos porcentuales que es imperativo ir a votar contra Uribe) e imponerse sobre “el Zorro” (le digo “el Zorro” a Zuluaga porque me parece ridículo).
Claro, los debates de ayer en RCN y el de hoy en Caracol son excepciones, porque una oportunidad de salir dos horas gratis en los medios más consultados del país es difícil de rechazar y porque, a tres y dos días de las elecciones, no sobra para recordar que votar por Santos es como votar contra Uribe (el debate de Cablenoticias de hace unos días, visto sólo por pocos adictos como nosotros, era redundante, sólo creaba más campo para equivocarse y quizás por eso Santos no fue).
Hablando de Uribe, su candidato sí ha ido a todos los debates y respondió a varias entrevistas, hasta que le tocó comenzar a hacer eso de responder entrevistas acompañado de un abogado penalista y ya fue demasiado embole. Claro, algunas entrevistas todavía se pueden responder, como cuando las hace el uribista Fernando Londoño en el uribista programa “La hora de la verdad”. Ahí es fácil y no cambia nada, porque sólo lo escuchan los que ya están convencidos de votar por el candidato de Uribe a pesar de cualquier cosa y para quienes nada cambian estos asuntos informáticos de los que nos han contado últimamente. Esta es, por cierto, la base de los electores de Zuluaga.
Así que, frente a ese extremismo llamado “fervor” por los asesores de campaña, si pocos de esos puntos porcentuales se pueden evaporar por culpa de los escándalos los escándalos, perdón, supuestos escándalos, lo que se puede hacer es aprovechar la situación para atraer a más simpatizantes al lado fanático de la fuerza. Se puede hacer ver que toda la información que ha salido contra ellos (incluso ésta, que no es contra ellos) es un “vil montaje”. Ya han visto los videos en YouTube descifrando (con tanto juicio como los videos que analizan el aterrizaje lunar) cómo todo es una conspiración del castro-chavismo-guerrillero-ateo-(escoja otra palabra que pueda convertirse en un enemigo).
Ya han visto la proliferación de usuarios de redes sociales que ponen una “Z” en su perfil, ya han visto que en los medios públicos Zuluaga se ha dedicado a negar todo y que en los medios sociales la campaña se ha dedicado a predicarle al coro dispuesto a escuchar la trágica victimización de OIZ. Parece que la estrategia ha funcionado. Así Zuluaga sea culpable o no, el problema en Colombia nunca ha sido ser criminal, sino ser sapo y los seguidores de la Z ya se lo están cobrando a los medios “del régimen”. Una gran campaña se mueve entre redes sociales zuluaguistas uribistas para cancelar las suscripciones a la Revista Semana –que difundió el primer video del “hacker”–, así como para dejar de consumir medios que no predican la palabra de la Z.
Pero para estas cosas está el pueblo zuluaguista uribista. El candidato no necesita ocuparse de estas cosas y ganarse más enemigos, por lo que @OIZuluaga se ha dedicado más bien a trinar sobre sus propuestas y sus seguidores. A Zuluaga a los debates le toca ir, claro, porque o si no se cae el mito uribista de que son “unos frenteros”. Aunque toca ir con una receta preparada para negar cualquier cosa que pueda parecer incriminatoria, incluso negar otras cosas que antes se afirmaban, como el asunto de dizque no conocer al “hacker”, que no es hacker, o quizás sí, depende de para qué lo queramos usar.
Mientras tanto, Enrique Peñalosa intenta aprovechar los debates para meterse en la pelea (así a veces sólo uno de los pugilistas esté presente) y soñar con alcanzar al menos un pedacito de la chispita de la Ola Verde de hace cuatro años, con su indignación (y la de su campaña), frente a la guerra sucia y las mañas de los politiqueros. En twitter estamos ocupados hablando del “hacker” también, pero sólo entre uribismo y antiuribismo, al parecer, por lo que el candidato Verde aprovechó cualquier micrófono o llamada de periodista que se le apareció por el frente en estas últimas semanas para dejarnos en claro que él va a “ser diferente”.y le va a tocar aprovechar el debate de hoy para que la gente por fuera de Bogotá y Medellín se acuerde de que el señor existe.
Por su parte, Marta Lucía Ramírez ha hecho un trabajo tan efectivo para venderse en su campaña como la candidata que se ocupa de los problemas cotidianos de la gente, la verdadera candidata del común, la que se mezcla con el pueblo, que parece que no estuviera en la campaña. Así de fácil se mezcla con el fondo compuesto por nosotros, míseros puntos porcentuales.
Ha ido a los debates, ¿pero qué de memorable ha dicho además de haber propuesto aumentar, sí, aumentar, el porcentaje del PIB invertido en educación de cinco a tres puntos? Quizás tenga twitter, quizás tenga una cuenta en Facebook. Incluso sospecho que tiene un perfil en Hi5 que no ha cerrado. Y quizás haya hablado en radio, o en televisión, o en prensa, como los demás candidatos, pero no importa, porque en esto ser juicioso no implica resultados.
Le habría ido mejor si hubiera hecho como Clara López y su candidata vicepresidencial Aída Avella, quienes fueron a debates* a los que nadie más fue (porque a estas alturas no sumaban nada) y lograron tomarse dos fotos listicas para la viralización y el moralismo electoral:

*A este debate también fue Peñalosa, pero miren quién sale con esa medio sonrisa en la foto.

…
Por cierto, en medio de todo esto no pudimos hablar de cómo alguien publicó un video (que no enlazaré) de los niños quemándose en Magdalena y cómo dos noticieros mostraron al menos partes de ese video.