La Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá, ETB, ha sido por muchos años “la joya de la Corona”. Creada a comienzos del siglo XX para suministrar, en régimen de monopolio, los servicios de telefonía fija, tanto local como de larga distancia en el principal mercado del país, pudo atender con eficiencia su cometido institucional y transferir utilidades cuantiosas al Distrito Capital.
El panorama cambió en los años noventa cuando Colombia, para bien suyo, decidió abrir el sector de las telecomunicaciones a la participación del sector privado. Esto hizo posible que entraramos con prontitud a la telefonía celular y a los demás servicios que el acelerado desarrollo tecnológico fue generando: banda ancha fija, televisión satelital y banda ancha móvil, que es, en la actualidad, el más dinámico de los nuevos productos.
La ETB no ha permanecido quieta frente estos cambios del entorno. Se convirtió en empresa de capital mixto inscrita en el mercado público, aunque el Distrito, titular del 86% de las acciones, ejerce control pleno de la compañía. Esta nueva fisonomía jurídica le ha dado un poco más de flexibilidad para acomodarse a las cambiantes realidades del mercado.
Ha tenido éxito, por ejemplo, en el desarrollo de la telefonía celular para el mercado de Bogotá y, en alianza con otra compañía, incursionado con éxito, en ese mismo ámbito geográfico, en la televisión por cable. Las sinergias asociadas a los nuevos productos le han permitido, además, demorar un proceso irreversible: la desaparición paulatina de la telefonía fija, por tantos años el corazón de su actividad y al que están asociados la mayor parte de sus activos.
Desde años atrás el gobierno de la ciudad tuvo claro que a mediano plazo la situación era insostenible; y que más pronto que tarde tendría que tratar de desprenderse de la empresa. Sin embargo, tal vez porque no contaba con todos los elementos de juicio, y, en todo caso, leal a las preferencias ideológicas del Polo Democrático, el Alcalde Moreno se comprometió con sus electores a que no vendería la ETB.
Alternativamente propuso buscar un accionista estratégico; alguien que tuviera, tanto los cuantiosos recursos requeridos para acompañar el frenético ritmo de inversiones que el cambio tecnológico impone, sino también la presencia en los mercados doméstico e internacional que es necesaria para competir en un negocio caracterizado por elevadas economías de escala.
La Junta directiva y la administración de la ETB se dedicaron a esta tarea durante todo el 2009 y buena parte del 2010. No tuvieron éxito. Luego de un proceso abierto que fue ampliamente difundido, no fue posible hallar ningún inversionista dispuesto a invertir recursos cuantiosos en una empresa estatal, pequeña en términos internacionales, para recibir a cambio una participación de capital minoritaria. Esta circunstancia obligó a examinar de nuevo el árbol de posibilidades, tarea que fue acometida con el apoyo de asesores externos de primer nivel.
La primera pregunta que fue necesario responder es esta: ¿Porqué no comprometer al Distrito en una capitalización cuantiosa, que podría complementarse con una o varias emisiones en el mercado de capitales, para mejorarle, de modo sustantivo, su posición en el mercado? La respuesta fue unánime: la ciudad no tiene los recursos necesarios para hacerlo, y aún si los tuviere hay múltiples alternativas que ofrecen mayor rentabilidad social y económica. La mejora de la infraestructura vial y el desarrollo de un buen sistema de transporte masivo, son, evidentemente, opciones que consultan mejor el interés público.
Descartadas las opciones intermedias (fusionar la ETB con otra empresa, realizar alianzas estratégicas, etc.) que no parecen factibles, la opción óptima consiste en vender. Así lo recomendó en diciembre la Junta Directiva. Lograrlo no es tarea fácil. Comenzar la tarea ya es crucial para evitar que la ETB siga perdiendo valor. Se requiere, por lo tanto, un mandato del Alcalde en esa dirección. Incontrovertibles realidades económicas y sociales determinan que esa sea la decisión correcta.