Santos es el presidente de la ley de víctimas y quien contra todo pronóstico inició un proceso de diálogos con las Farc. Pero también como los dos anteriores mandatarios olvidó mirar el campo y resolver los conflictos sociales que se generaron no solo por efecto de la crisis agropecuaria, sino de la minería.
Santos es el presidente de la ley de víctimas y quien contra todo pronóstico inició un proceso de diálogos con las Farc. Pero también como los dos anteriores mandatarios olvidó mirar el campo y resolver los conflictos sociales que se generaron no solo por efecto de la crisis agropecuaria, sino de la minería.
Hoy pasa por su peor momento. La desfavorabilidad es mayor que la de Pastrana en sus momentos más críticos de los diálogos del Caguan y que alimentaron la llegada de Uribe al poder.
Hoy la situación es diferente. Santos está perdiendo el centro político y las simpatías de sectores de izquierda que aplauden el proceso de paz y ansían un acuerdo político. La esperanza de la finalización del conflicto no es suficiente, cuando campesinos desesperados salen a pedir que el estado actúe y les dé garantías para seguir haciendo lo que saben hacer. El pacto nacional agrario va camino al desastre. El cambio del equipo de gobierno no dio las seguridades para un acuerdo y Santos perdió la oportunidad en su instalación cuando no llevó medidas concretas. Decir que la crisis es estructural y y que por lo tanto las medidas son de largo plazo es una verdad muy parcial. Se pueden tomar medidas de choque aquí y ahora.
Pero Santos mal asesorado no convenció. Pudo haber puesto a hablar al Presidente del Banco Agrario para refinanciar las deudas sin pago de intereses moratorios, pudo ofrecer un acuerdo concertado con los productores e importadores de agroinsumos para controlar los precios tomando como referencia El Ecuador, donde los campesinos Nariñenses van de compras. Ahora, la crisis se aplazó hasta octubre como se están aplazando todos los conflictos sociales sin resolver; el proyecto de Reforma Educativa presentado por la MANE y la serie de conflictos laborales en el sector minero-energético como las de Drumond y la Mina La Francia en el Cesar o la Refinería de Cartagena.
Todo parece apuntar a que octubre cuando se inicie el partidor electoral será otro momento difícil para Santos, justo cuando tiene que tomar la decisión de si se reelige o no.
Tiene la carta de la paz, pero como están las cosas cuando se concrete el acuerdo puede ser demasiado tarde. El Plan A de su reelección da más seguridad en cuanto a que esta larga e infinita guerra termine, pero el B de Vargas Lleras no genera confianza porque nunca se le ha escuchado ni visto un pronunciamiento favorable acerca de la salida negociada y esta vez el dilema de Uribe o Vargas Lleras no funcionará porque la tercería está tomando fuerza.
A Santos no se le está pidiendo nada revolucionario, simplemente que alivie las tensiones sociales, que ejecute la Ley de Víctimas, que piense como los campesinos y pequeños mineros, que escuche a los estudiantes y que favorezca los acuerdos justos de los trabajadores con las multinacionales mineras, que prepare las salvaguardas para cuando entren en vigencia los TLC y sobre todo que haga algo, pero ya.