El pasado 31 de marzo, mientras las vacaciones de Semana Santa y las liberaciones de los secuestrados ocupaban la atención de medios y autoridades en Bogotá, el periódico brasileño O Estadao hizo una revelación sorprendente: el Gobierno del Presidente Lula está negociando la instalación de una “base multinacional antinarcóticos” en Río de Janeiro, cuyo principal socio será el Comando Sur de los EEUU. ()

Hasta el momento, la noticia ha pasado relativamente desapercibida en Colombia. El Espectador ( reprodujo unos escuetos comentarios de Arturo Valenzuela, subsecretario de Estado para América Latina, quién dijo el lunes 5 en Quito que los EEUU y Brasil se encontraban “negociando acuerdo de seguridad”, pero sin entrar en detalles (). Lo que no ha recogido la prensa local es que la sustancia del acuerdo se encuentra más avanzada de lo que indican los prudentes comentarios del diplomático, y que partes de él ya han sido reveladas por medios internacionales.

No se trata, al fin y al cabo, de un asunto poco trascendente. Para comenzar, resulta cuando menos curioso que sea precisamente el Gobierno del Presidente Lula, uno de los más fuertes críticos del acuerdo de cooperación firmado el año pasado entre Colombia y los EEUU, quién ahora aparezca como posible nuevo anfitrión de fuerzas estadounidenses en territorio latinoamericano. Eso sin mencionar que el seno de la UNASUR, organismo multilateral con un fuerte liderazgo brasileño, se ha planteado prohibir a los países miembros hospedar fuerzas militares extranjeras en su territorio ().

Esta aparente contradicción se vuelve más álgida cuando se tienen en cuenta las funciones que entrará a cumplir la estructura Americo-Brasileña. Así, el Jefe del Comando Sur ha indicado que el objetivo de la nueva estructura es facilitar el “intercambio de información” con autoridades militares y policiales de otros países sobre las dinámicas del narcotráfico en el Atlántico Sur (). En términos prácticos, ello significa la creación de un espacio para compartir información de inteligencia que permita bloquear las crecientes rutas de tráfico desde costas brasileñas y argentinas hacia África Occidental, con Europa como destino final. Dadas las tradicionales sensibilidades políticas en el continente, la creación de una base de inteligencia marítima de los EEUU en pleno Río de Janeiro es, cuando menos, inesperada.

El tema sin duda herirá sensibilidades en varias capitales latinoamericanas, y dará para álgidas discusiones en los próximos meses. Más allá de las inevitables controversias, no obstante, la creación de una estructura de este tipo puede, de hecho, resultar útil para Colombia. La mayor parte de la cocaína que sale del país hacia Europa lo hace a través de Venezuela y de Brasil. Sin embargo, mientras que las rutas venezolanas se encuentran cada vez más presionadas por la vigilancia que se hace desde Key West, a través del Joint Interagency Task Force South (), el Atlántico Sur se mantiene como un espacio comparativamente “abierto”. Así, el acuerdo podría no sólo contribuir a continuar cerrando espacios al narcotráfico, sino que además demostraría en términos concretos el compromiso brasileño con un problema que no puede recaer exclusivamente en Colombia y los EEUU. Enhorabuena.