Emperatriz de Guevara, madre del coronel Julián Ernesto Guevara, muerto en cautiverio a los 41 años y cuyos restos fueron devueltos tras otros cuatro de espera, dice que en su corazón hay demasiado amor, por lo que no tiene espacio para albergar sentimientos de odio hacia la guerrilla. ¿Qué consejo le da a Alfonso Cano? ¿Por qué comprende al presidente Álvaro Uribe? ¿Y ahora qué? Aquí están las aleccionadoras respuestas de esta mujer de 72 años. Entrevista publicada en la revista GENTE

Emperatriz de Guevara, madre del coronel Julián Ernesto Guevara, muerto en cautiverio a los 41 años y cuyos restos fueron devueltos tras otros cuatro de espera, dice que en su corazón hay demasiado amor, por lo que no tiene espacio para albergar sentimientos de odio hacia la guerrilla. ¿Qué consejo le da a Alfonso Cano? ¿Por qué comprende al presidente Álvaro Uribe? ¿Y ahora qué? Aquí están las aleccionadoras respuestas de esta mujer de 72 años. Entrevista publicada en la revista GENTE

PREGUNTA: A pesar de todo el dolor, no hay una palabra de reproche hacia alguien de parte suya. ¿Por qué?

–No hay nadie a quién culpar y si lo hubiera ¿qué podría sentir? ¿Rabia? ¿Odio? Son sentimientos muy feos. En nuestros corazones solo debe haber amor para nuestros seres queridos, nuestros amigos, la gente que nos ayuda, nuestros vecinos…

P: Pero, ¿las Farc son las culpables de la muerte de su hijo el coronel Julián Ernesto Guevara?

–No soy nadie para juzgar a las Farc. Son cosas de cómo mi Dios las hace. Me duelen las circunstancias porque ningún ser humano merece un castigo tan severo como al que fue sometido mi hijo.

P: Sin embargo, no son cosas de Dios que las Farc hayan secuestrado a su hijo y no lo hayan liberado cuando se enfermó…

–Es cierto que estas acciones son responsabilidad de una persona, digamos que en este caso de Alfonso Cano, comandante de esa guerrilla. Y lo digo porque con una orden suya hubiera bastado para que lo liberaran, pero tampoco puedo ir a decir nada malo de ese señor.

P: Sin que lo juzgue, cuando usted ve su imagen en un noticiero o en un periódico ¿qué piensa?

–Creo que el señor Cano no es un buen estratega para llevar a sus guerreros a la victoria. Secuestran personas y naturalmente que a sus familias, nos hieren en lo más profundo, pero también le ponen una carga a los guerrilleros. Debe ser como un castigo que a alguien le digan que lucha por una revolución, para mejorar el mundo, cuando en realidad está es cuidando a un secuestrado, encadenado y sin siquiera poder hablarle. Y no por un día, sino años.

P: ¿El secuestro es una tragedia para las Farc?

–Imaginemos que usted está con otra persona días y días. De aquí para allá. Y no puede reírse con ella, no puede charlar con ella. Si está triste, no puede decírselo. Nada. Y pasan los años, se hacen mayores y nada cambia. Los guerrilleros también son rehenes del secuestro pues no pueden ni siquiera salir a pelear porque están en la selva vigilando a unos pobres seres encadenados.

P: Las Farc argumentan que los tratan así porque son sus enemigos…

–¿Quiénes? ¿Esos muchachos policías y soldados que son igual de pobres, que hablan el mismo idioma, que rezan al mismo Dios, que nacieron en la misma tierra?

P: ¿Ha pensado usted por qué las Farc se volvieron así de duras? ¿Por qué recurrir a la plaga del secuestro cuando fue una acción condenada por Jacobo Arenas, uno de sus fundadores?

–No lo he logrado comprender, pero creo que están sufriendo. Lo digo por el caso de mi hijo. Julián Ernesto se murió y como las Farc sabían que él seguía siendo importante por tratarse de un valiente oficial de la Policía, decidieron secuestrar sus restos. La guerrilla los sepultó en un campamento y al irse, tenían que volver a desenterrarlos y cargarlos al nuevo sitio. ¿Quién era el responsable de esa tarea? ¿Quién debía echarse sobre los hombros los restos de mi hijo? Yo no sé, pero estoy segura de que eso también era una tragedia para las propias Farc.

P: ¿Cree usted que el secuestro terminó por acabar políticamente a las Farc?

–La guerrilla terminó enjaulada en la selva. Le cuento: al principio a mi hijo lo tenían con cadenas de varios metros que las amarraban con candados a los pies y a un árbol. Tenían una relativa libertad de movimiento, pero como mi hijo y los otros muchachos son unos héroes e intentaban fugarse, la guerrilla decidió asfixiarlos aún más. Les pusieron cadenas al cuello por parejas. Así los tenían más controlados pero la guerrilla debía estar allí para vigilarlos. Los secuestrados estaban allí pero los secuestradores tampoco se podían mover. En esa situación fueron perdiendo el contacto con la realidad.

P: ¿Cómo hizo para soportar tanto dolor cuando se enteró de todos estos detalles?

–Pidiéndole misericordia a Dios. Cuando supe lo de las cadenas imaginaba cómo harían mi hijo y el que fuera su compañero de cautiverio para poder quitarse la ropa mojada por la selva, para voltearse al momento de dormir, para irse a hacer sus necesidades, para todo. Por los liberados que han vuelto en vida, supe que eso era lo más difícil. Un ser humano normal no puede soportar tanto dolor físico y moral. Pero mi hijo y los demás muchachos sí porque habían recibido una preparación para eso y porque su valentía no tiene límites.

P: Su hijo fue secuestrado el primero de noviembre de 1998 en la toma de Mitú. Se sabe que cuando le informaron el traslado a esa base, él hubiera podido hacerle el quite. ¿Qué piensa de eso?

–Que nadie puede eludir sus responsabilidades. Él estaba orgulloso de ser policía, de defender a Colombia, y él siempre era fiel a la misión de su cargo. Haber ido allí no fue un castigo sino un escalón más en el cumplimiento de su deber.

P: ¿Qué piensa usted de la Policía Nacional?

–Orgullo, mucho orgullo. Sé que hay gente que dice que tiene problemas, pero eso es normal en una institución con 150 mil personas. Habrá unos cuantos que no sean dignos con su cargo, pero la mayoría, empezando por su director, el general Naranjo, que es un amor de hombre, contribuyen con su vida para que nuestra sociedad sea mejor.

P: ¿Y del presidente Uribe?

–Lo comprendo. Él es como un papá que quiere lo mejor para su familia. En ocasiones, tiene que tomar decisiones muy difíciles pero estoy segura de que siempre lo hace con la mejor intención.

P: ¿Y ahora qué?

–Me dedicaré a llevarle flores a mi hijo. Acariciarlo para calmar el dolor de la manera como él murió y que me lo tiraban en cualquier parte, dejándolo por allí, pisoteándolo. Ahora está en su tumba empezando, por fin, a gozar de su descanso eterno.

P: ¿Se siente más tranquila?

–Cada vez lloro menos porque estoy en paz con Dios. Él me cumplió cuando le pedí que me lo trajera. Un hijo es la misma vida de una madre y por eso, al tenerlo, me siento más tranquila.

P: ¿Tiene fe en el futuro de Colombia?

–Cómo no voy a tenerla. Como usted sabe trabajo en el jardín infantil de mi hija. Al día siguiente del entierro de mi hijo, cuando llegué todos los niños me hicieron una callecita de honor, me aplaudieron y me decían que me habían visto en la televisión. En las miradas de esos pequeñines, en su algarabía e inocencia, siento un mejor futuro para Colombia.