El enorme aumento de los casos de contagios con el covid-19 ocurrido en las últimas semanas en todo el mundo contradice muchas de las afirmaciones que se hacen para explicar y analizar el fenómeno.

El enorme aumento de los casos de contagios con el Covid 19 ocurrido en las últimas semanas en todo el mundo contradice muchas de las afirmaciones que se hacen para explicar y analizar el fenómeno. Estas son algunas de las cosas que deberíamos haber aprendido.

1. La dinámica de la pandemia no depende de decisiones de los gobiernos

Desde hace casi un año se han venido usando las cifras de contagio para calificar la gestión de los gobernantes, sin embargo, ese interés de usar políticamente la pandemia para calificar o descalificar gestiones oficiales ha resultado fallido porque los que se han ufanado de buenos resultados han tenido que enfrentar crisis posteriores.

La pandemia simplemente se había demorado en llegar a Medellín o a Uruguay para citar solo dos ejemplos muy publicitados. Alemania, a la que todos ponderan por el gran prestigio de la Canciller Merkel, también ha sufrido los duros embates de la segunda ola con lo que la idea de que tal vez las mujeres administraban mejor esta crisis también se quedó en veremos.

2. No hay reactivación segura

Esa que ha sido quizás la frase más usada por el Presidente Duque ha sido totalmente rebatida por las circunstancias, como se sabía que ocurriría desde el primer momento dado que la pandemia se expande en la medida de las interacciones sociales y dado que la “reactivación”, esto es la realización de actividades que generan interacciones, es quizás la principal causa de la aceleración del contagio. 

Así ocurrió en Europa, en los Estados Unidos y, por supuesto, en Colombia.

La para casi total de las actividades económicas en las zonas urbanas era insostenible. Había que reanudarlas, en la medida de lo posible, pero eso no se podía hacer en forma “segura” como lo repite el Gobierno, sino con riesgos. Lo que se puede es mitigar los riesgos, pero no eliminarlos entre otras cosas porque es la “reactivación” la que los genera.

Esa historia de que no hay contradicción entre salud y economía evidentemente no tenía fundamento. Claro que, si se promovía la realización de actividades, pensando en su valor económico, se aceleraba el contagio. 

Ahora, es probable, que no haya otra posibilidad, o por lo menos nadie en el mundo la ha encontrado. De hecho, la única explicación hasta ahora medianamente razonable para tratar de entender la evolución de la pandemia en China es que cerraron totalmente durante un tiempo, cpsa que para las economías capitalistas resultó imposible.

Cada vez que Duque anunciara, como si fuera una buena noticia, que se autorizaba la realización de nuevas actividades lo único que hacía era reconocer que la sociedad no tenía los instrumentos para proteger a su población y así le ocurrió a casi todo el mundo, no solo a Duque. 

Lo que no ocurrió en todas partes fue el uso de eufemismo de la “reactivación segura”, que solo equivalía a que a una persona con dificultades de salud le notificaran que por no estar protegido por un seguro tendría que trabajar a pesar de los riesgos de hacerlo.

3. La pandemia no nos ha afectado por indisciplinados

Casi todos hemos buscado explicaciones locales a un fenómeno global y eso, claro, es un error. La pandemia se ha extendido en muy diversos contextos: si los países son ricos o pobres, si la economía tiene un alto componente de informalidad o no, si el Estado tiene capacidad de imponer las normas o no, si los ciudadanos adhieren mayoritariamente a las recomendaciones o no; incluso si el Estado ha puesto en marcha sistemas fuertes de subsidio para paliar los efectos económicos y sociales de las restricciones o no.

Si ello es así, pues la dinámica de la pandemia no depende de esas variables del contexto, a pesar de lo cual, autoridades y ciudadanos siguen buscando las explicaciones ahí.

Eso, a pesar de estar suficientemente demostrado que donde no hay San Victorino, donde no se definía el campeonato de fútbol en diciembre, donde el desempleo es bajo y la informalidad nula, como en Suiza (para mencionar un país que quizás contraste suficientemente con Colombia en estas materias) y donde el pico también llegó con toda la fuerza y sirva, entonces, para aceptar la idea que se trata de lo que los abogados llamamos un hecho imprevisible e irresistible.

4. Los tiempos de la pandemia los pone la pandemia

Hemos oído a las autoridades hacer múltiples anuncios que después tienen que rectificar porque los niveles de contagio obligan a dar marcha atrás. La Alcaldesa de Bogotá anunció hace algunas semanas, por ejemplo, que el 25 de enero volverían los estudiantes a sus colegios y la pandemia no dejó.

Todos los anuncios son seguramente bien intencionados y son el resultado de tratar de transmitir tranquilidad y certeza, pero cuando toca corregirlos aumentan la incertidumbre y se convierten en material para que los que están en la oposición se quejen de improvisación y falta de planeación como si la pandemia hubiese dado espacio para la toma decisiones con tiempo.

Los funcionarios podrían ser más cautos, dar menos declaraciones para después no tener que desdecirse.

Las múltiples manifestaciones sobre la inconveniencia de la exigencia de una prueba negativa que ordenó un juez fueron rápidamente contradichas por la propia pandemia que obligó a decenas de países en el mundo a exigirla, y al gobierno colombiano a aceptarlo por la puerta de atrás.

5. Las comparaciones son odiosas

El Presidente Duque nos acostumbró a que su programa vespertino de televisión iniciaba con la comparación de las cifras entre Colombia y varios otros países del mundo: “tenemos menos contagio por millón de habitantes”, “tenemos menos muertes” y etc. Algunos meses después tocó desaparecer las comparaciones porque Colombia está dentro de los países con más alto nivel de contagio del mundo y las cifras de muertes también han crecido más que en otras partes.

Eso, como ya se dijo, no quiere decir que el gobierno haya sido bueno o malo, eso lo que prueba es que no hay que usar las cifras porque terminan devolviéndose.

La mayor lección hasta ahora de la pandemia parece ser: solo sé que nada sé. Cada vez que alguien dice: “como está probado” a los pocos días esa afirmación resulta contradicha. Por ejemplo, se había dicho: “está probado” que los niños se afectan menos y ayer el noticiero abrió con la noticia de la alarma que se ha encendido por el aumento, tanto de contagio como de muertes, en menores de edad.

Valdría la pena que las autoridades evaluaran si en sus profusas comunicaciones públicas dirigidas a generar certidumbre entre la población se usara más el: “no sabemos”. 

Héctor Riveros Serrato es un abogado bogotano, experto en temas de derecho constitucional, egresado de la Universidad Externado de Colombia, donde ha sido profesor por varios años en diversos temas de derecho público. Es analista político, consultor en áreas de gobernabilidad y gestión pública...