Por: Mónica Pachón, en colaboración con Kevin Ávila, Angélica Guerrero, Maria Mónica Mejía, David Ramírez y Tomás Villescas.
A medida que vamos creciendo, vamos formando preferencias que difícilmente cambiarán en el futuro. Por esto, nos resulta fácil responder a preguntas que se nos formulen al respecto. Por ejemplo, es interesante hacer preguntas sobre “gustos” y ver cómo las personas responden rápidamente, sin dudar.
¿Chocolisto o milo?
¿Reggaeton o merengue?
¿Vestido de baño o bikini?
¿Derecha o izquierda?
¿Perros o gatos?
Al convertirnos en adultos, las preferencias sobre el contexto y lo que nos rodea cambia poco – y en general nos “casamos” con muchas de ellas para simplificar la toma de decisiones. Y si no conocemos los objetos, creamos reglas: ante mil champús, el que huela más rico. Frente a restaurantes desconocidos, el que tenga más gente.
En nuestro experimento de esta semana, quisimos observar cómo las personas reaccionan ante una batería de preguntas rápidas en política combinadas con las de preferencias cotidianas, para ver si responden de la misma manera que a las preguntas sobre objetos que cumplen una misma función – y que son sustituibles. Las preguntas que incluimos fueron:
¿Rojo es Liberal?
¿Cuál es el color del cambio?
¿Novio uribista o petrista?
¿Más o menos impuestos?
¿Ambiente o economía?
¿Paz de Santos o Paz Total?
Incluimos dos preguntas abiertas para observar la reacción de las personas – y si encontrábamos algún patrón de respuesta. Aquí pueden observar los resultados del ejercicio.
Encontramos que nuestros entrevistados se frenan un poco ante las preguntas más abiertamente políticas – y que cuando responden estas preguntas hacen gestos, y luego del terminar el ejercicio, quedan un poco sorprendidas. Pocas personas decidieron tomarse su tiempo, e intentar argumentar una posición. Por ejemplo, la pregunta sobre la escogencia entre medio ambiente y economía como “sustitutos” es profunda, así como la de “más o menos impuestos”, o la de la Paz de Santos o Paz Total. Sin embargo – vemos cómo la mayoría responden sin mucho problema -, sin establecer condicionamientos.
Lo que nos hace preguntarnos: cuando se piensa en política, ¿se forman preferencias de forma similar y se usan heurísticas de la vida cotidiana para tomar decisiones en temas políticos? ¿Tiene esto consecuencias prácticas? ¿Qué circunstancias hacen que se cambie una preferencia?
En investigaciones sobre el proceso de toma de decisión, se concluye que cuando no tenemos información o la que tenemos es difícil de descifrar, se incrementa la tendencia a utilizar heurísticas, entendidas como un método o regla para resolver problemas, un principio básico de acción que no está basado en la evidencia concreta, sino más en la experiencia. El ejemplo típico en teoría de juegos, ve que los participantes – en el juego de la división del dólar–, dividen la plata 50-50. En este juego – el primer jugador que tiene la ventaja de proponer la división del dólar – no propone lo racional sino lo justo. Me explico: el segundo jugador siempre estaría mejor con una parte, así fuera menos de la mitad. Sin embargo, muchos participantes dividen 50-50 por una regla cultural, una heurística aprendida en donde el comportamiento estratégico no es la regla.
Otros estudios muestran cómo el uso de heurísticas también implica el uso de “sesgos cognitivos” como regla. Controlando por otras características socio-demográficas, un estudio en Estados Unidos mostró que las personas más atractivas físicamente están asociadas a mayor competencia y capacidad (ser más exitosos), a ser más conservadores, y a pertenecer al Partido Republicano. La interacción entre la simplificación y los sesgos cognitivos termina en mundos polarizantes, en decisiones subóptimas, y en votantes en procura de información que confirme sus limitados conocimientos.
Se ha vuelto una sección fija en los debates que los candidatos deban responder a preguntas rápidas sin dar mayor explicación. Y si los candidatos – por alguna razón– cuestionan el ejercicio, los tildan de “tibios”, de indecisos. Luego sacan estos videos que se reproducen como arroz. Yo no sé a ustedes, pero la sobre-simplificación de la realidad en la ciudadanía asusta, pero en la élite política espanta. Estos formatos periodísticos – lejos de generar una argumentación sólida que nos permita a la audiencia aprender y actualizar nuestras preferencias, simplifican y debilitan el debate, generando incentivos perversos en todos. La política de los RT y los Likes.
Para los nerds, aquí unas referencias:
Glover, R. W., & Tagliarina, D. (2011). Ditching the Script: Moving Beyond “Automatic Thinking” in Introductory Political Science Courses. Journal of Political Science Education, 7(4), 394-415.
Peterson, R. D., & Palmer, C. L. (2017). Effects of physical attractiveness on political beliefs. Politics and the Life Sciences, 36(2), 3-16.
Vis, B. (2019). Heuristics and political elites’ judgment and decision-making. Political Studies Review, 17(1), 41-52.