El sábado 30 de octubre, a las 8:45 am, aterrizaron en Crespo las candidatas al reinado de Cartagena. Ese mismo día, visitaron la Gobernación de Bolívar,  dejaron una ofrenda floral en honor del libertador y bailaron en el Club Cartagena. En lo que llevan de visita, han tenido conferencias en Profamilia; recibido las llaves de la ciudad; bailado en el Club Crespo, en el Club Unión y en Bodytech; desfilado en traje de baño y en traje artesanal; montado en ballenera y participado en señorita puntualidad, señorita fotogénica y señorita Policía Nacional.  Al ajetreo propio de estos días de reinado, se le deben añadir las miles de horas de sentadillas que han soportado para llegar a Cartagena. Ser reina es duro.

Como si  fuera poco, las candidatas son el objetivo número uno de las feministas y de los críticos del consumismo. Cada año, con la puntualidad de un reloj atómico, se oyen las críticas de siempre. Dicen que el reinado es un mecanismo de dominación patriarcal y que fomenta la objetivización de las mujeres.  El argumento es fácil de seguir: las reinas son utilizadas por las corporaciones capitalistas (y machistas) para imponer un tipo de belleza artificial y fomentar el mercado de productos –maquillaje, tacones, cirugías- que reproducen el sometimiento de la mujer y la condenan a ser un objeto sexual o una vaca. No puede faltar la referencia al ganado vacuno, a los pedazos de carne o a los maniquíes. Para esta facción, las reinas simplemente no son personas.

Lo bueno es que hay feministas diferentes. Feministas que no se dejan llevar por la ceguera ideológica y la repetición de mantras gastados. , es una de ellas. Para esta profesora, las típicas caracterizaciones sobre las modelos o las reinas no sólo son snobs, sino degradantes, imprecisas e injustas.  En la práctica, dice Scott, “En cada generación, las mujeres con mas educación, más tiempo libre y mas conexiones con las instituciones del poder –desde la iglesia a la prensa y a la universidad- han sido las que le han dicho a las otras mujeres como se deben vestir o actuar para poder liberarse”.  Las feministas tradicionales se olvidan, con una facilidad pasmosa, que las niñas candidatas decidieron  por cuenta propia meterse a reinas. Nadie las obligó, ni el sistema, ni una secta de viejos verdes, ni la mafia (bueno, a veces la mafia sí). La decisión, además, es razonable. El reinado es un trampolín para mayores ingresos, un trabajo en la televisión o un marido rico.

Scott propone un feminismo pragmático que juegue dentro de las reglas del capitalismo sin caer en la retahíla marxista de las feministas de siempre. Abajo dejo el link a uno de sus trabajos y recuerde: cuando prenda el reinado y vea a las reinas cantando “somos fuertes, somos bellas, somos grandes como ella (bis)”, acuérdese de esto: ellas no son víctimas, sólo se aprovechan de nuestra bobada.

Para el que le interese seguir el tema con mi nueva y propia feminista: