“No estamos huyendo de la discusión política”, dice Ángel Becassino, el autopublicitado asesor de comunicaciones del candidato Rodolfo Hernández. Lo cierto es que le huyen al debate. La campaña de Rodolfo Hernández es otra: a partir envíos masivos vía Facebook y WhatsApp el votante recibe lo que quiere oír, circula un video del candidato Hernández diciendo “sí”, y otro diciendo “no”. Sentirse cómodo en la ignorancia es lo que hay en el vacío de poder por el poder “sorpresivo” de las redes sociales en la arena de la política.
La bodeguita rodolfista bombardea a varios tipos de votantes con videos altamente personalizados a favor del candidato Hernández. Los envíos se distribuyen y posicionan de acuerdo a la información que tienen de cada posible sufragante: al partidario del “NO” el algoritmo le manda el video del “NO” y al del “SÍ”, Rodolfo diga “SÍ”, “¡Sí!”

Los usuarios se encargan de rotar los videos, sin importar el origen o los enlaces a la fuente de la información. La propaganda política fluye por Whatsapp, aparece, se borra, desaparece, nace y muere según la configuración, el flujo, los perfiles y avatares de Facebook, Instagram, Tik Tok, Twitter, etcétera. La campaña de Rodolfo Hernández es modelo Cambridge Analytica: esa empresa consultora que fue acusada de hacerse a la información de más de 80 millones de usuarios vía una aplicación de Facebook, atentando contra las políticas de uso de la red social. La empresa usó millones de datos personales para fabricar anuncios políticos e información favorable a la campaña presidencial de Donald Trump en su reñido triunfo electoral de 2016 en Estados Unidos. 

En 2015 esa empresa usó la campaña del derechista Mauricio Macri en Argentina como campo de prueba para atacar al partido contrincante y estuvo involucrada en el triunfo del NO que determinó el brexit y aisló al Reino Unido de la Comunidad Europea. Facebook durante años estuvo al tanto de ese tipo de violaciones, pero hizo poco por detener ese flujo de caja que entraba a su lucrativa economía de la atención. En 2019 la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos le impuso a Facebook una multa por 5000 millones de dólares por sus repetidas violaciones a la privacidad de sus usuarios.

En Colombia el candidato Rodolfo Hernández contrató a la empresa Kayros Group comandada por Víctor López —el asesor español que trabajó para la campaña de Donald Trump en 2020 como encargado de captar el voto hispano por vía de redes sociales—. Víctor López aclaró, en una publicación en su cuenta de Instagram, el 29 de mayo, cuando se conoció el resultado de las elecciones presidenciales en primera vuelta en Colombia, el tiempo que le tomó a él y a su empresa montarle la bodeguita rodolfista a Hernández: “Recuerdo como si fuera hoy el sábado 30 de octubre en el que aterricé en Bucaramanga hasta el 27 de enero que le dije adiós a esa campaña”. 

La campaña Hernández, cuando fue cuestionada a comienzos de junio sobre esa contratación, intentó minimizar la evidencia diciendo que “el acercamiento de Víctor López a la campaña se dio del 30 de octubre al 5 de noviembre de 2021, semana en la que presentó una propuesta de estrategia y comunicación que no fue aceptada por Hernández, y a pesar de la insistencia del español, El Ingeniero rechazó la oferta”. 
Entre los 5567 “likes” y 211 comentarios a la publicación reclamatoria de Víctor López en su Instagram el usurario camilomag dice con entusiasmo: “Cuando anunciaron tu salida pensé que ese sueño se iba a ir a pique y que perdíamos más que un candidato, la oportunidad de defender la democracia y creo que gracias a tantos esfuerzos hoy Colombia tiene esperanza”.

López reclama para él gran parte del triunfo de las toldas rodolfistas y aclara en su publicación que no fueron 6 sino 86 días de “mucho trabajo, estrategia y creatividad se logró pasar de un 5% a un 14% en todas las encuestas y hoy ese increíble equipo a [sic] vuelto a hacer historia y pasarán a la segunda vuelta electoral porque todo ese esfuerzo tenía que ser recompensado después de todo por lo que han pasado todos y cada uno de ellos. Se os quiere mucho familia, me alegra haberos servido de ayuda para alcanzar la gloria”. 

Tal vez el énfasis en minimizar a 6 días el trabajo con Víctor López sea una mentira más. A la campaña rodolfista le sirve mantener su fachada de austeridad para pretender que se trata de una modesta empresa, casi artesanal, fruto del ingenio criollo y del entusiasmo colectivo. El reverso del decorado apunta a todo lo contrario. Se trata de un movimiento típico del momento, que tiene el poder de definir a gran escala lo que es real para cada votante por vía de una elaborada estrategia de empadronamiento digital: saber que piensan, qué sienten, qué hacen, dónde viven y por dónde se mueven las personas que rastrea un complejo sistema de datos que se actualiza segundo a segundo. En un video el candidato Hernández afirma, como si fuera el Gran Hermano de la novela 1984 de George Orwell, que él está “vigilando personalmente desde las cuatro de la mañana como va lo que es el crecimiento de la página rodolfistas.com”. 

Lo cierto es que López dejó instalada la base piramidal de una bodeguita rodolfista en Bucaramanga, una con las mismas características de la empresa electoral que le permitió a otro autócrata y millonario comprar la presidencia de su país en 2019 en una latitud cercana: Nayid Bukele en El Salvador.

“En El Salvador”, dice Víctor López, “la campaña se basó en un eslogan que nació de la gente, que era: ‘Devuelvan lo robado’, muy duro contra la corrupción […] y recoge una personalidad como Bukele, y lo convierte en un ‘rockstar’”. En Colombia, el lema es “No mentir, no robar, no traicionar” y la persona encargada de adaptar temáticamente el calco salvadoreño de Víctor López para la campaña colombiana ha sido el publicista colombo-argentino Ángel Becassino. 

Por este tipo de campaña camaleónica de posicionamiento en redes es que el candidato Hernández carece de una posición pues cambia constantemente de posiciones. Lo suyo es rehuir a la discusión política: el autosatisfecho y autodenominado “Rey del Tik Tok en Colombia” solo asiste a entrevistas en ambientes controlados, custodiado por sus guardaespaldas de la información, o es reemplazado una y otra vez por el mismo Becassino en un rol solemne de bufón del rey que ya comienza a mostrar fracturas. Por ejemplo, en una entrevista reciente, Becassino confundió dos veces el nombre de su actual empleador, Rodolfo, con su cliente anterior, “Gustavo”: 

“Una de las fuerzas de la estrategia de Gustavo es mostrar de Gustavo, de Rodolfo, es mostrarlo tal cual es…”

“Pero Gustavo, Gustavo, digo, Rodolfo, tiene claro que su realidad son cuatro años y que las instituciones sería una estupidez tratar de modificar ese plano de la realidad”.

En lo ético, Becassino usa para la propaganda de Hernández el modelo marxista, el del cómico Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”. 

Becassino hace su trabajo, le pagan por mentir, publicita silogismos sin salirse del guion presupuestado —bajo la maquila de manipulación digital diseñada por Víctor López—, y juega en carne y hueso a hacer el rol de maestro de marionetas para ocultar la naturaleza real de la manipulación que está en el cuarto de atrás: la del software de una red multinivel. Becassino antepone su inteligencia a su corazón para decir que su candidato es un demócrata, pero miente con la verdad y su definición real es la de un reyezuelo autócrata: “Rodolfo Hernández se basa en la VERDAD… la verdad de él”, dice el publicista.

“Las mentiras suelen ser mucho más plausibles, más atractivas para la razón que la realidad”, dice Hannah Arendt, “ya que el mentiroso tiene la gran ventaja de saber de antemano lo que el público desea o espera oír”. La campaña de Rodolfo Hernández supera este nivel de mentira inherente a la política al escalar su estrategia de comunicación a una estructura multinivel: la verdad de Rodolfo Hernández se adapta a lo que el votante quiera oír, a la coyuntura del momento. Es por eso que la campaña rodolfista es un salpicón de promesas copiadas y pegadas del programa de las otras candidaturas, un bufete para servirse de aquí y de allá: es un aire acondicionado que perfuma con mentiras plausibles y atractivas la burbuja de cada votante perfilado por la bodeguita rodolfista —son mensajes ventilados masivamente por unos “activistas voluntarios” que son ranqueados por su número de “referidos” y a los que les ha sido prometido un reconocimiento personal luego del triunfo electoral—.

Proyectamos en la figura del presidente lo mismo que deseamos: escogemos candidato para encarnar en él un individualismo redentor, esperamos que manifieste nuestra propia redención en vida. La supuesta libertad de acción que le adjudicamos al futuro presidente del país corresponde al mismo deseo narcisista que cifra la ilusión de tener un dominio sobre nuestro destino. Tal vez por eso hay presidentes cada vez más autócratas.  Así describe Víctor López cómo se adapta esta voluntad individual al proceso electoral: “Las nuevas tecnologías que utilizamos nos permiten acceder en tiempo real a las sensaciones y opiniones de la ciudadanía garantizando la comunicación más adecuada en todo momento. Nos permiten hacer todos los ajustes necesarios y medir el impacto de estrategias específicas”.

Lester Toledo, el Becassino de la campaña de Bukele de 2019 en El Salvador, dice que “la microsegmentación es la diferencia entre disparar con una ametralladora o un francotirador”, y da esta definición de votante: “Un ciudadano es alguien con un teléfono móvil”.

Víctor López vende su producto de manipulación masiva con frases concluyentes: “El recurso más valioso del mundo ya no es el petróleo, sino los datos. […] La gente se cree todo. Bien manejadas, estas armas te cambian seis puntos en una semana”.

López describe como “hackean” al votante a punta de factores que resume en ráfagas de anglicismos: “En todas las campañas hacemos uso de software de ‘microtargeting’, georreferenciación, sistemas ‘blockchain’, ‘big data’ y ‘think data’ y de inteligencia artificial gracias a los cuáles podemos hablar de la posibilidad de ‘hackear’ el cerebro humano con el objetivo de identificar lo que una persona quiere, siente y desea”.

Es por aquello de “hackear el cerebro humano” que Rodolfo Hernández describe a sus votantes como militantes sin conciencia, personas sin voluntad propia, zombis electorales. En una entrevista a The Washinton Post dijo que sus seguidores eran como “los secuestradores del 11 de septiembre de 2001, a los que se les lavó el cerebro”. El periodista norteamericano, sensible al tema del terrorismo en su suelo patrio, le preguntó, “¿Comparar a sus partidarios con terroristas no será un poco problemático?” Hernández, confiado en el poder del algoritmo y lo invertido en su bodeguita rodolfista, dijo: “No los estoy comparando. Lo que estoy comparando es que después de entrar en ese estado, no cambias tu posición. No la cambias”. 

Toledo, el Becassino salvadoreño, habla de la campaña que hicieron en El Salvador: “Para movilizar a votantes tienes que saber quiénes son y dónde están. Marcábamos al ciudadano que por alguna plataforma estaba con nosotros (por los me gusta de una página de Facebook, por ejemplo, o por sus comentarios). Después lo geolocalizábamos en su vivienda. Marcamos calles, sabíamos que en tal calle vivían 120 personas que nos votaban […] Si no tienes data estas muerto. Data o nada”.

Una vez están los datos, el resto lo hace la bodega rodolfista, esto dice Luisa Fernanda Olejua, su directora en Colombia: “A una misma persona nunca le llegó un mismo video del ingeniero, porque la publicidad es invasiva y así logramos que no le cogieran fastidio. A partir de ahí, el algoritmo hizo el trabajo por nosotros”.

La directora en entrevista a El País dice: “Somos muy buenos, ¿cierto?”. Y sí, lo son, en esta campaña se juntan el hambre con las ganas de comer: Hernández es un candidato dúctil, con ideología variable al algoritmo, su astucia de vendedor de votos le permite cambiar su producto acorde al deseo de cambio del votante (poco importa si es uribista o no). Para el candidato Hernández que basa su fortuna en la especulación inmobiliaria la ignorancia es un lote baldío: ahí edifica la pirámide comercial de su campaña política con el material defectuoso de la estupidez artificial.

Un ejemplo. En una entrevista el literato William Ospina, uno de los consejeros de Rodolfo Hernández, dice algo que Rodolfo dice sobre los militares: “Algo que tal vez Petro ni siquiera podría decir porque a Petro lo satanizarían por decirlo: que hay que revisar las finanzas de las fuerzas armadas y que se habla mucho de que hay mucha corrupción en las fuerzas armadas, ¿no?”

Es ahí donde el algoritmo y la red de envío personalizado de mensajes hacen su magia: en mi Facebook me sale un video donde Hernández dice eso sobre los militares; o al grupo de WhatsApp donde los papitos del colegio progre discutimos de política llega el video del Rodolfo antimilitarista, o un video en contra de la “Guerra contras las drogas”, o un enlace a un artículo con cifras, pero cándidamente titulado, donde dicen que Hernández es un empresario obsesionado con la austeridad. Si formo mi criterio de votante con el direccionamiento que me dan estas evidencias, que me llegan cómodamente al celular —y que no tengo tiempo ni voluntad de contrastar—, es fácil pasar de votante “Petriste”, blanco sin centro ni esperanza, nulo artista o vago abstencionista, a ser un Ospina más que ruge en el circo electoral del rodolfismo vergonzante.

Y lo mismo se puede hacer con cualquier tipo de posible votante: al evangélico se le manda la foto borrosa de una mandala de una sede de campaña de Francia Márquez y una imagen de Petro recibiendo medicina de un indígena para concluir que hay vudú, santería, brujería egipcia y ritos satánicos en el “Petrismo”. A los neonazis se les envía la aclaración ladina de Hernández diciendo que no es nazi. Para los arribistas y los narcos el video de Hernández como ‘Sugar Daddy’ con su cuerpecito piscinero y cadenita dorada en plan de finca junto a dos voluptuosas damas de compañía. A las señoras camanduleras de mediana edad el video de Ingrid Betancourt pidiéndole a la Virgen interceder por la cruzada política que lidera Hernández. A los uribistas pura sangre el enlace al Instagram de la mascota de la familia Hernández: un perro llamado Narco. 

La directora de la bodeguita rodolfista afirma que “Rodolfo es un buen producto y nosotros lo vendemos”. Una afirmación que pretende invertir los factores de una famosa frase que reza: “Cuando un producto es gratis, el producto eres tú”. La realidad de la mercantilización de la ignorancia se llama “Facebook + WhatsApp gratis” en el plan de datos.

La perfilación no solo incluye posibles votantes a favor, sino que también perfila a votantes catalogados como “disuasorios”. Así lo demostró una investigación periodística premiada de Channel 4 News que obtuvo en exclusiva un amplio caché de datos utilizados sobre casi 200 millones de votantes estadounidenses y determinó que 3,5 millones de afroamericanos fueron perfilados y catalogados bajo la categoría de “disuasión” por la campaña de Trump en 2016: votantes a los que se les envío información disuasoria para minar su confianza en el sistema electoral, en la democracia, para incitarlos a quedarse en casa el día de las elecciones. Se accede a la democracia para destruirla, se usa la constitución para secuestrarla, un político destituido e investigado usa la bandera de la antipolítica para hacer politiquería. A pocos días antes de las elecciones del domingo el Gobierno Duque envía un mensaje policial de “disuasión” al detener a más de una docena de personas, en especial jóvenes, que ejercieron su derecho ciudadano a la protesta durante el Paro Nacional: los estamos deteniendo, los tenemos perfilados, tengan miedo, quédense en sus casas.

Que diga estupideces nuestro Trump colombiano, que el candidato Hernández salga casi a diario en un video que causa vergüenza ajena o un placer culposo, es pura estrategia: gastamos energía en refutar esa “ametralladora de falacias”, en purgar esa imagen tóxica, una mínima parte de los votantes discutimos segundo a segundo los titulares diarios y armamos el tinglado para una sesuda discusión intelectual en torno a una campaña cuya naturaleza es antiintelectual. Mientras nos detenemos a discutir, a analizar, a hacer radiografías, la bodeguita rodolfista ya ha ido y vuelto y va a toda marcha por otro lado: diseñan arengas para cada tipo de votante en función de su edad, sexo, condición social, domicilio y emoción.

El secuestro digital de la democracia por vía del algoritmo puede pasar desapercibido en las encuestas que, a la luz de esta tecnología, lucen algo anacrónicas, de ahí el titular de “sorpresivo” al final del recuento electoral: Trump (2016), Bolsonaro (2019), Bukele (2019) y los casi 6 millones de votos de Rodolfo Hernández en primera vuelta de 2022.

“El mundo ha cambiado. O actualizas tu campaña o te preparas para la derrota”, dice Víctor López, “Facebook tiene más datos de los españoles que el Centro Nacional de Inteligencia. Estas empresas son prácticamente hegemónicas y monopólicas”. Y complementa diciendo que esto permite acceder —previo pago—, a unos volúmenes de información valiosísimos para el poder, que los ciudadanos entregamos a cambio de casi nada: un perfil en Instagram, un video en Youtube. Víctor López afirma que “con Facebook en Colombia se puede llegar a 36 millones de usuarios, con YouTube a 30 millones, con Instagram a 18 millones, con Tik Tok a 14 millones y a 4,3 millones en Twitter”. Por algo Mark Zuckerberg, el voluntarioso dueño de Facebook, cuando visitó Colombia en 2015, prometió “internet para todos”, luego de integrar WhatsApp e Instagram a su multiverso digital.

El día de la votación en las elecciones presidenciales en El Salvador, faltando varias horas para el resultado final, a las 11 de la mañana, el director de la campaña presidencial de Bukele lo llamó para decirle que la victoria iba a ser arrolladora. La información que tenían de los votantes —lo que sabían en tiempo real de su rastro de movilización por las calles y por los puestos de votación vía el rastreo de sus celulares—, le permitió hacer ese vaticinio triunfalista. Los simpatizantes de Bukele, millones de ellos invisibles a las encuestas o que respondían a indecisos, acudieron en masa a las urnas. Por vía del algoritmo, los datos y el plan de datos, un autócrata compró la presidencia y secuestró la democracia.

“Con esto Petro no tiene cómo ganar”, dice Juan Manuel Corredor, uno de los creadores del software de la bodeguita rodolfista y coordinador de la estrategia en redes por vía de grupos de WhatsApp vinculados a una fidelización y ascenso a la cúspide por nivel de influencia. 

En La estructura política de Rodolfo es una red multinivel y Las cinco conclusiones del WhatsApp rodolfista por dentro, dos esclarecedoras notas periodísticas de La Silla Vacía, Corredor afirma que “la meta de Rodolfo es que para las votaciones del 19 de junio haya 1,2 millones de personas inscritos en gruposrodolfistas.com”. En las cuentas de emprendimiento de la bodeguita rodolfista, “cada persona puede atraer diez votos, y con esa cifra llegaría a 12 millones con los que siente asegurada la victoria”. 

Un caudal de votos que puede sumarse de forma decisiva a la base de votantes “petrofóbicos” que cubren ya un amplio margen electoral en todas las clases sociales y que van desde el uribismo duro y light, pasan por el clientelismo más feudal, por todas las instancias de control y poder del alto gobierno, resuenan en el racismo y clasismo del periodismo fundamentalista y reciben buena nota en el academicismo parroquial que pretende elegir a Hernández a toda costa. Un cuerpo electoral miedoso que no se atreve a traicionar o siquiera cuestionar su clase social y con una disonancia cognitiva estructural que le impide imaginarse gobernado por la dupla Márquez-Petro. El establecimiento opta por poner en la presidencia a un “sorpresivo” candidato, un hombre por momentos senil, casi siempre improvisado, siempre maquillado de antiestablecimiento pero apoyado por la mayor parte del establecimiento. El candidato Hernández es como un clon criollo de un Tío Rico conocido o por conocer: es papá, tío o abuelo al que estamos ligados por bastardismo, por genética, por arribismo o por la ilusión subliminal de que individualmente algo le vamos a heredar a este millonario al final de la telenovela electoral.

Tal vez votar por la dupla Marquéz-Petro sea algo más que traicionar a la clase social, es traicionar el orden: un orden que solo existe en nuestra imaginación y que, ahora acelerado por una maquinaria de manipulación digital, tiene atrapados a un decisorio volumen de votantes en una caja negra gobernada por el miedo y el deseo individual. Este orden puede ser reemplazado por cualquier otro orden (mejor y peor) que nos demos la oportunidad de imaginar. Tal vez votar por Márquez-Petro sea una muestra de madurez, de aceptar una rotación del poder sin histerismos, de anteponer la razón de la igualdad y la inclusión a la sinrazón de la barbarie y la injusticia. Votar por esta dupla es un ejercicio radical y agonístico de libertad, de madurez, de jovialidad, de riesgo, de escepticismo, una elección que hace parte de una de las tantas ficciones que hemos creado para ver lo ficticias que son las ideas con que habitamos este mundo. 

Es importante prestarle atención al simulacro y artificialidad de la campaña multinivel de Rodolfo Hernández, pero igual o más importante es volver a lo real: al asentamiento de la experiencia en la realidad unívoca del cuerpo —por ejemplo, a 6402 cuerpos históricos que sin remedio no van a poder votar—, al diálogo transformador que se da en poder mirarse a los ojos en el encuentro social, en lo público, en lo presencial, en la discusión política, en territorio, una lección que recordamos en los tiempos del Paro Nacional y en ese año largo de aislamiento, de pandemia. Hay que oponer al metaverso pretencioso de la inteligencia artificial de la bodeguita rodolfista la electricidad de la “juntanza de los pueblos”, entender que votar es un acto público y colectivo guiado por el lema festivo de “soy porque somos”, un cantar que sirve de antídoto ante el “hackeo” cerebral del perfilamiento individual. 

¿Qué “sorpresa” la traerá a Colombia este domingo electoral?

Bogotá, 1971. Profesor, Universidad de los Andes. A veces dibuja, a veces escribe.luospina@uniandes.edu.co