La Silla Vacía parece haber sufrido un chasco periodístico: al atardecer de un viernes anunció la muerte de un cabecilla guerrillero con un “Confirmado: Alfonso Cano fue dado de baja”, cuatro horas después abrió otra entrada titulada “Presidencia desmiente a La Silla Vacía”. La Silla Vacía señaló que a pesar de la refutación del gobierno el hecho había sido corroborado con tres fuentes, dos ministeriales y una del ejercito, y además fue sugerido por los indicios de otros tres testigos del campo de batalla.
La entrada apologética de La Silla Vacía ya no traía la foto del jefe guerrillero con una banda vertical de “exclusivo”, ahora el componente visual era la foto de la directora de la La Silla Vacía, Juanita León que, como lo señala una lectora en el foro de usuarios, escogió una imagen poco fotogénica —“sin photoshop”— para ponerle la cara al problema de credibilidad que le ha traído su premura informativa porque, como lo señalan otros lectores, ¿cuál era el afán de dar la noticia? ¿de dar la chiva?
Es claro que así como todos los medios deben tener listos los obituarios de dinosaurios como Belisario Betancur, también, el obituario y análisis sobre la ausencia del jefe guerrillero, ese otro dinosaurio ideológico, debe estar a la mano, pero el riesgo de confundir el poder de nominar los hechos con la realidad misma es grande en la prensa, ya lo decía Karl Kraus en su aforismo: “Primero estaba la prensa, luego vino el mundo”.
Pero más allá de la chiva chiviada este asunto señala la similitud entre el campo periodístico y el escenario de guerra donde suceden los combates. El chisme de un combatiente, o un presentimiento de un comandante tropero puede generar la chiva en un mando medio de cuartel que se salta a su superior directo y se la informa a un funcionario ministerial, es decir, así como los periodistas se pelean la primicia, también habría una chiva militar y estatal, una información valiosa que les da a los involucrados un poder temporal que pretenden mantener para definir lo que es real e incrementar su capital reputacional al momento de las bonificaciones.
¿Suena conocido? Sí, es la misma estructura de las ejecuciones sumarias de civiles camufladas como operativos militares, un procedimiento conocido como los “falsos positivos”, solo que en este caso la presa ya está definida, es un líder guerrillero, y todos —militares y políticos— pretenden adjudicarse su muerte o captura —la chiva— para obtener reconocimiento y aumentar su estatura. Sobre este tipo de ganancias no sobra recordar la molestia del expresidente Alvaro Uribe Vélez cuando su Ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, se apersonó en todas las instancias de la chiva de la operación militar Jaque que liberó a unos secuestrados y la presentó y representó en sociedad como una obra de su cartera, un realce mediático que Santos nunca le dio al asunto de los “falsos positivos”. El exministro de Defensa —como lo demostró Juanita León, en una pieza de periodismo de gran honestidad intelectual, publicada en las elecciones cuando era más popular ser “verde”— sí le declaró la guerra a los “falsos positivos” pero también, para mantener su gobernabilidad y no dañar el trampolín presidencial, prefirió lavar la ropa sucia en casa. Fue después, cuando el asunto estalló en la prensa —y pasó de ser una chiva militar y estatal a una chiva pública—, que la opinión le colgó al exministro el sanbenito de los “falsos positivos”, una ruana infame que Tutina, la esposa de Santos, deberá siempre trastear y dejar colgada en el perchero.
Un soldado allá en el monte se tira un pedo informativo que acá en la ciudad se convierte en una cagada monumental, sin embargo, cuando el pedo trae algo más que estreñimiento y se traduce en un trofeo de guerra, ahí sí todos culiprontos se adjudican el bello bollo producto del mierdero de la guerra y en una rueda de prensa proceden a perfumar ese producto con el aroma de la famosísima seguridad democrática; a veces muestran su trofeo inflado como pasó con el cuerpo de Raul Reyes, otras veces lo envuelven como si fuera una crisálida putrefacta como pasó con Jojoy o si se trata de un paramilitar, ni lo muestran, como pasó con Cuchillo, no vaya el Gobierno a herir las susceptibilidades de ese país que es un poquito paramilitar. En el juego de la información todos tienen sus razones, no es solo cosa de periodistas, es también de políticos y militares, pero, por eso mismo, no se le puede dejar el manejo exclusivo de la información al Estado ni a los militares o a los medios con que tienen connivencia.
Por ahora, ¿qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se estaca? En el portal de La Silla Vacía quedaron clavados varios sapos o tres fuentes (dos ministeriales y una del ejército) en las que ya no se puede confiar. Sin embargo, prefiero la chiva vacía de La Silla Vacía a la chiva estatal, es decir, a la ansiedad de saber que la próxima vez que el gobierno de turno esté siendo cuestionado y vaya a la baja en la encuestas, aparecerá con “seguridad democrática” un nuevo jefe guerrillero abatido. Por ejemplo, si lo camioneros rompen el acuerdo que acaban de hacer con el gobierno, y de nuevo unos cuantos camioncitos paralizan el país, en quince días, tras el desgaste político que producen este tipo de acciones, tendremos por fin un viagra mediático que subirá al presidente en las encuestas: “Noticia exclusiva del gobierno: Alfonso Cano fue dado de baja”.
Posdata: difícil resulta escapar al sindrome de la chiva, mi premura para opinar sobre este asunto es prueba de ello, pero bueno, mandó este texto antes de que aparezca Cano muerto de verdad o de que Cortes, ese otro macho alfa de La Silla Vacía, me chivee y se me adelante en la opinadera.