Deja mucho que desear la transmisión de dos novelas que interesan por su complejidad. La novela Los indígenas, una trama milenaria y original de América que muestra en uno de sus capítulos cómo personas de esas comunidades vienen hacia Bogotá para protestar por las celebraciones del bicentenario de la independencia, fue opacada por la fútil contingencia de un trancón capitalino. Con decir que hasta me enteré de un cantante popular que estaba tocando en un sitio tan lejano como pero de Los indígenas sólo supe de lejos porque ese día tuve que soportar un gran atasco de carros en la avenida circunvalar y después algún medio “” el asunto: “Transmilenio fue bloqueado por marcha indígena”. La novela Transmilenio me interesa tanto como la de El Metro para Bogotá pero en cualquier caso era obvio que la novela ese día era la de Los indígenas y no la del busecito rojo que colapsó.
 

La otra novela que me gusta es El Watergate criollo, que la semana pasada tuvo un capítulo clave cuando se reveló lo que uno de sus protagonistas declaró ante la ley: un tal Tabares, ex director de Inteligencia del Departamento Administrativo de Seguridad, dijo en su amplio testimonio —— que el organismo se convirtió en punta de lanza de la Presidencia de la República en su guerra contra la Corte Suprema de Justicia, la oposición política y algunos periodistas de algunos medios. Si uno se había perdido algún capítulo de esa novela bastaba ver este para ponerse al día, ahí estaban todos los giros de la perversa trama y salieron mencionados todos los actores, del Presidente para abajo.
 
Pero esta novela tampoco recibió un buen cubrimiento —los editores acuciosos no le dieron un lugar destacado en la parrilla—, y la opaca esa otra, la de siempre, la que escribe y protagoniza el Presidente de la República, esta vez se llama La ruptura de las relaciones entre Colombia y Venezuela. Las tramas inventadas por el presidente sí traman a la audiencia, es increíble su habilidad para fabricar novelones que se adaptan a los gustos y las necesidades de programación de los grandes medios y de esa inmensa mayoría adepta —y adicta— a las historias simples contadas de forma coloquial, populachera y sin complicaciones. La verdad, ahora a pocos días de que el presidente termine su mandado, muchos de los que gustan de sus novelones lo van a extrañar, tal vez él continúe escribiéndo…

 
 
 
 
 
 
 

Bogotá, 1971. Profesor, Universidad de los Andes. A veces dibuja, a veces escribe.luospina@uniandes.edu.co