ALCALDE OBRERO

ALCALDE OBRERO

“El Alcalde nos dio 72 horas para solucionar el problema”, le dijo a la prensa , directora del Instituto de Desarrollo Urbano, cuando el viernes 5 de diciembre de 2008 cerraron la Avenida Circunvalar en Bogotá, entre las calles 38 y 53, para limpiar un derrumbe sobre la vía.  En pocas horas se formó un equipo de 100 trabajadores que se puso a la tarea de remover la obstrucción. Durante ese puente festivo el Alcalde Samuel Moreno hizo varias en la obra luciendo una pinta de obrero pret a porter (botas de caucho y sudadera negra con rayas amarillas). El burgomaestre supervisó el trabajo y dio avances a los medios de comunicación, la vía no solo lleva al Alcalde del trabajo a su casa sino que es un atajo cómodo para una inmensa minoría que además de carro tiene una alta influencia sobre las encuestas de opinión. La obra fue entregada el martes en la mañana con diligencia y prontitud.

Esto, por supuesto, no ha sucedido con el camino peatonal que conduce al Cerro de Monserrate, que permanece cerrado desde marzo de 2009 y que continuará así hasta marzo del 2010.

En agosto de 2008 Samuel Moreno lanzó la campaña , con el propósito de “limpiar el sendero peatonal y aplicar acciones para mantenerlo libre de basuras”, pero la iniciativa, como tantas otras, se quedó en pura lúdica: “miles de ciudadanos recibieron, en pleno camino a Monserrate, la vacuna ambiental: por medio de una jeringa sin aguja, la aplicación de cinco gotas de agua en la palma derecha de cada transeúnte que simbolizaron la conciencia ambiental que cada caminante debe tener”. En diciembre la prensa registraba quejas no solo sobre las basuras, “las aguas residuales que son arrojadas desde la parte alta del cerro por la Curia y por los restaurantes instalados en el lugar”, sino por el olor a orín que emanaba de los baños públicos en la punta del cerro: “Como no tenía plata colombiana debí entrar aquí. La verdad está muy feo”, afirmó , un norteamericano de paso por la “Bogotá Positiva”.

La inane campaña de Moreno se juntó al rosario extraño de proyectos y promesas que propicia el magnetismo de este monte aserrado. Tres ejemplos: uno, la concubina de Juan Roa Sierra, el asesino de Jorge Eliécer Gaitán, declaró que su machucante subía a Monserrate los domingos siempre a la misma hora, en las mañanas, y que bajaba por las tardes con una mochila repleta de piedras. Dos, el 13 de febrero de 1998, ante el Señor Caído del santuario de Monserrate, el presidente de la República, Ernesto Samper, y el alcalde mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa (¿no era Moreno el alcalde del metro?). Tres, el técnico de la “Decepcción” Colombia de fútbol, , en una entrevista, condensó el fervor católico y el deportivo que propicia el icono bogotano, le preguntaron: “Si Cristo dio su vida por la humanidad, ¿usted qué estaría dispuesto a hacer por la clasificación al Mundial?”, él respondió: “Lo mismo que hizo Cristo, por ejemplo, subir descalzo a Monserrate y con la cruz a cuestas. Nuestro Señor hizo de todo, menos engañar y yo es lo único que puedo realizar, no engañar, ir de frente en las cosas y hacer lo que me corresponde.” Al final el técnico, como tantos otros, fue crucificado, no se le “dieron las cosas”.

ES MUY FÁCIL CRITICAR

Pero es , dijo Samuel Moreno en  una entrevista en agosto de 2009, “Gracias a mi abuelo aprendí a soportar las críticas”, añadió.  Así que Moreno consideró afortunada la decisión del cierre de Monserrate antes de la Semana Santa de este año “porque 15 días después hubo tres derrumbes. Y si no estuviera cerrado seguramente hubiera habido ahí una tragedia”, una amenaza que siempre ha estado presente en el camino, como lo señalan unos anuncios permanentes y bien diseñados: “¡Precaución” Caída de material. Transite por su derecha”. Pero en el 2008 el anuncio de derrumbes no fue impedimento para que el jueves de la Semana Santa, en la noche, a partir de las 10 p.m., las personas comenzaran a subir a Monserrate; el viernes, el de la empresa del Teleférico declaró que unas 600.000 personas habían subido y aseguró que en los 10 años que lleva en el lugar nunca había visto un Viernes Santo con tantos devotos y tan pocos problemas. 

Los derrumbes a los que se refería Moreno no tenían porqué tener la magnitud alarmista de “tragedia”, son más bien deslizamientos previsibles de orden menor y hasta existe la sospecha de que pudieron ser propiciados de forma intencional por los especialistas en alarmismo. Los deslizamientos menores que habitualmente ocurrían eran limpiados por el grupo de voluntarios del Sindicato Comité Ecológico de Monserrate, ellos carecen de la labia de Moreno pero si usan la razón y el pragmatismo, según su director , el domingo 1 de marzo de 2009 se habían encargado de lidiar con un derrumbe en la zona del segundo caracol o Rompepiernas: “nos tocó a nosotros limpiar y picar las piedras que cayeron con solo una barra, todo lo hacemos nosotros, porque nos tienen olvidados”. Al parecer los miembros de este comité son los únicos que se tomaron en serio aquello de “Yo cuido el camino a Monserrate porque es mi Hábitat”.

Desafortunadamente la inoperancia samuelina fue insensible a la acción práctica del comité, el primer domingo luego del cierre del camino la propaganda de la Alcaldía empapeló el cerro haciendo circular unos volantes alarmistas que decían: y recomendaban otros rumbos: visitar el cerro de Guadalupe, usar los “puntos de actividad física”, ir a una “estación de spinning”. Esto causó molestia no solo entre los comerciantes sino entre las autoridades eclesiásticas, el rector del santuario de Monserrate, , le pidió a la Alcaldía rectificar: “Cuando se dice una verdad a medias es una mentira. Aquí está diciendo que ‘Por tu vida y la de Monserrate ¡No subas!’, pero se puede subir por medios mecánicos y no lo están diciendo… Estamos preocupados para la Semana Santa. Los medios mecánicos (teleférico y funicular) no dan abasto. Pueden subir solamente en 12 horas 10 mil personas; un viernes santo aquí llegan 200 mil… Sólo esperamos que tengan pronto solucionado todo y que no vaya a pasar lo que sucede en muchas otras obras de la administración pública, donde dicen que se terminarán en tres meses, pero las acaban en seis”. A pesar de la insistencia del cura el asunto quedó en manos de Dios (o del Alcalde).

EL BIENESTAR

El cierre del camino, más que un acto de prevención estructural por “el peligro de un deslizamiento de tierra y la caída de una gran roca”, fue un cierre politiquero. Basta leer a contrapelo la declaración de , funcionario de la personería, la institución distrital que le sugirió a Moreno cerrar el camino, para notarlo: “el interés general prima sobre el particular y debemos velar por la seguridad de los ciudadanos, además si el día de mañana hay una catástrofe se van es en contra de los entes de control”. En otras palabras, el interés particular de las mediocres carreras administrativas de unos funcionarios prima sobre el interés general de unos ciudadanos, los cientos de miles que van a Monserrate, incluidas las familias que suben a pie el fin de semana (no todos pueden pagar los $14.000 por persona que el tiquete ida y vuelta por funicular o teleférico). El cierre no parece estar centrado en el bienestar de los usuarios sino en evitarle a la Alcaldía un escándalo mediático a raíz de una posible “tragedia”. , vendedora y madre cabeza de familia de tres hijos, dijo: “No cerraron el camino ni siquiera cuando lo estaban haciendo ni cuando sucedieron otros problemas, como cuando se cayó una piedra grande, y ahora sí lo hacen sólo por dos derrumbes, que no son tan graves”.

“En Monserrate sí le podíamos rezar largo. Yo me quedaba y le ofrecía el Rosario”, dijo , una católica consumada que le tuvo que rezar al Señor Caído por menos de tres minutos en la capilla del Sagrario, en Bogotá; la Semana Santa de este año el icono tuvo que ser bajado de Monserrate en vista de que los creyentes no podían subir. “La medida [el tiempo límite para rezar] se tomó para que no se formaran aglomeraciones de creyentes al frente del altar de la estatua”, explicó el coronel , encargado del operativo de seguridad. Mientras tanto el perímetro al cerro de Monserrate se cercó con alambre de púa desde la estación del funicular hasta el Parque Nacional, una medida agresiva, costosa y además inútil: por ejemplo, ,  “subió a Monserrate por una trocha y a sus 68 años arriesgó su vida para cumplir una promesa: Alcira, su hermana, sufre desde hace dos años de cáncer en la matriz. A las 11:30 a.m., Díaz llegó a la misa, se refrescó con el agua bendita que desde el atrio lanzaba el sacerdote Daniel Falla, quien no entendía del todo por donde este fiel había subido a la cima.” El fervor católico es acompañado por el fervor deportivo de una cantidad ingente de deportistas que durante los últimos seis meses han pasada por debajo de la cerca, en la madrugada, antes de las 6 a.m. que es cuando llega la policía; al subir ven como por meses no se ha hecho casi nada en el camino, ni siquiera han sido removidas dos rocas que cayeron, o que fueron fotogénicamente “caídas”, tampoco ha hecho su aparición la tan anunciada “gran roca”, pero eso sí, se le hizo un tejido en alambre de púa a un portal cerca a la cima, una malla de espinas que refuerza el irónico lema que corona la entrada: “Propiedad Privada del Señor de Monserrate”.

ENCUENTROS CERCANOS DEL TERCER TIPO

Los deportistas y su terca persistencia recuerdan una escena de la película de Steven Spielberg, donde un grupo de personas atraviesa barreras puestas por el Estado pues no creen en el anuncio de una epidemia mortal que pretende alejarlos de una gran montaña ominosa que los llama para una gran ceremonia: en la película es un encuentro con extraterrestres, en Monserrate, para los deportistas, es ver nacer cada día un nuevo sol y respirar el aire limpio que viene del valle impoluto que está detrás de Bogotá. Pero el encuentro del tercer tipo en todo caso ocurrirá, ya no con el sol y menos con extraterrestres, pero si con una nueva lección de estética samuelina: la Alcaldía anuncia la construcción de un “falso túnel” en el camino, un diseño hecho por una firma suiza que . Dicen que la estructura ya comenzó a construirse, tiene 35 metros de longitud y está hecha con “geomalla visado, un material resistente a la tensión, tubería corrugada galvanizada y concreto.”; será instalado “en el sector conocido como Rompepiernas, uno de los más peligrosos por las piedras que amenazan con venirse abajo.” Los costos (estimados) de construcción son de 1.750 millones de pesos. El túnel es “falso” porque no atraviesa la montaña sino que se posa sobre el camino como un apéndice. “Con el túnel, el cerro de Monserrate completaría dos obras de ingenieros suizos, pues el teleférico también es obra de ellos”, concluyó un jactancioso al recitar su tarea investigativa.

Basta subir a Monserrate para darse cuenta que parte esencial de la experiencia consiste en estar a cielo abierto y es precisamente en el sector de Rompepiernas donde los deportistas y visitantes más lo valoran: es el punto donde empieza la mejor vista y por lo empinado del camino es donde más oxigeno debe respirar el caminante (¿el diseño contempló a los usuarios del camino?). Construir un túnel en este punto, ignorando por completo la naturaleza del lugar y las particularidades del asenso demuestran que la obra es más el producto de una mentalidad suiza cuadriculada que hace cálculos aceitada por la codicia criolla mientras babean por un millonario contrato.  Un verdadero trabajo de ingeniería se habría enfocado en el muro de contención en el tramo donde la montaña amenaza derrumbe. Pero el túnel es más acorde al talante burdo y fanfarrón de esta administración, un ejercicio inocuo de burocracia, una cortina de humo que justifica la ineptitud del cierre del camino por más un año por “razones de seguridad” y un ejercicio más de clientelismo para (tal vez proporcionales a los estudios contratados en el 2006 para el Tranmilenio en la carrera séptima que costaron 9 mil millones de pesos y fueron poco determinantes al momento de tomar la última decisión).

MUNDO TERRENAL

En Monserrate no solo se mira al cielo, en una madrugada despejada se ven las crestas de los nevados del Huila y del Tolima. También hay un mundo terrenal que debido al cierre ha ido extinguiéndose; los vendedores de las casetas que en un momento se mantuvieron firmes han sido vencidos, algunos se lo merecen pues hace siete años la Alcaldía les pagó una indemnización por sus terrenos, pero otros, lo que no quisieron tranzar, han protestado: “Dijeron que el cierre duraría seis meses, pero eso se va a alargar. Y la situación para 280 vendedores es incierta. Hay muchos que siguen ahí porque no quieren perder los puestos de trabajo, además, los problemas de seguridad son diarios porque la Policía solo está hasta las seis de la tarde”, dijo Rubén Darío Quintero, presidente del sindicato de la parte baja de Monserrate. Y no solo se trata del comercio y de cómo reventarlo, también hay rastros de vida que han quedado expuestos al vaivén burocrático: un anciano que sube y baja todos los días desde hace décadas y a veces expone su record en una camiseta que luce con orgullo, un par de niños madrugados que descienden peinaditos con su uniforme de colegio, una anciana parca que cocina con leña y le cuida el terreno a un propietario que ya recibió la indemnización, una caravana de mulas sobrecargadas, un gallo, una gallina y sus pollitos, un grupo de perros gozques que han visto como desaparecen misteriosamente sus dueños y miran circunspectos a cada persona que sube como pidiendo una explicación: imposible explicarles a los arrechos del progreso que todo esto es parte del patrimonio intangible del camino.

Muchos de los puestos de ventas han sido destruidos, unos eran casetas metálicas con propagandas ruinosas de gaseosas, otros construcciones hechizas donde se juntaba el ingenio, la decoración y la necesidad (afines a la estética de los comienzos del famoso restaurante de Chía Andrés Carne de Res, hoy convertido en franquicia  y parque temático para disfrutar del arribismo con pasión y billete). Pero todo debe desaparecer, la poca imaginación de los gobernantes así lo exige, otra motivación política justifica el cierre del camino: los millones de personas que suben al año a Monserrate son un “target” que hace apetitosa la concesión comercial de la ruta. Es posible que el próximo año haya una larga serie de kioskos cromados hiperdiseñados, como los que pululan en Bogotá, a más de 20 millones la instalación de cada uno, que tampoco tuvieron en cuenta a los usuarios y hoy se ven tugurizados porque los dueños debieron acomodarlos a sus necesidades (los cubículos sancochan la mercancía si hay sol o la empapan si hay lluvia). Además, es posible que el comercio sobre el camino le sea entregado a franquicias que se encarguen de mantener todo limpio y a cambio promocionen sus marcas, los negocios ya no serían atendidos por sus propietarios sino por administradores que supervisaran el trabajo de empleados malgeniados y malpagos, los nuevos dueños de estas concesiones, gente “bien” y bien estudiada, sí serían agentes de progreso capaces de ver el potencial turístico del lugar, no como la gleba que ha vivido del cerro por más de un centenar de años sin saber como “optimizar” el usufructo del terreno.

EL PROGRESO

El progreso obnubila a los bogotanos, como lo relata , en 1982, en un texto sobre Monserrate: “En este 1929, los cachacos se tornaron amnésicos por el modernismo. Ya se olvidaron de don Pedro Valenzuela, el millonario sacerdote, más rico que un cura con tres parroquias que fascinado con el imponente cerro, se obsesionó en 1620 a los 82 años de fundada Bogotá con la idea de construir una ermita en su corona. Ni recuerdan a Bruno Valenzuela, uno de sus parientes, quien antes de meterse de monje cartujo, dejó toda su fortuna para la construcción de la iglesita. Ni del maestro Lugo, el formidable artesano a quien se le encargó la imagen del Senor Caído . Pero mucho menos se acuerdan de los miles de fieles anónimos que los precedieron, pecadores arrepentidos que para expiar sus culpas, treparon durante años, por tan peligrosos riscos, cargando uno a uno, cada ladrillo, cada piedra, y cada instrumento de albañilería, necesarios para construir arriba la primera ermita. ¡Ah! cachacos desmemoriados. ¿Cómo será cuando les construyan el teleférico? Hasta se les olvidará que alguna vez tuvieron funicular.”

En esta línea de pensamiento el alcalde Samuel Moreno ha logrado que por más de un año Monserrate sea olvidado, que desaparezca de la ruta de millones de visitantes, un truco digno del mago David Copperfield: tocará esperar hasta marzo de 2009 para ver que sale del sombrero de este bufón que funge como alcalde.

—Lucas Ospina

 

Bogotá, 1971. Profesor, Universidad de los Andes. A veces dibuja, a veces escribe.luospina@uniandes.edu.co