El año pasado, justo antes de Semana Santa, cuando miles de promeseros se alistaban para subir al santuario de Monserrate, al Alcalde de Bogotá Samuel Moreno, que se autoproclama como Samu[el] Alcalde, se le ocurrió cerrar el camino, y gracias a Dios lo cerró “porque 15 días después hubo tres derrumbes. Y si no estuviera cerrado seguramente hubiera habido ahí una tragedia”, dijo. O gracias a Dios hubo un derrumbe, o un derrumbe fue provocado, o si no cómo justificaba su ocurrencia. Junto al anuncio aseguró que para las celebraciones religiosas de este año el camino estaría listo y a finales de febrero de 2010 dijo: “En la Semana Santa los bogotanos y visitantes podrán gozar de este espacio en óptimas condiciones, que con el Jardín Botánico de Bogotá se han convertido en 2 de los íconos turísticos de la ciudad”.
El anuncio, como ya es habitual con tanto de lo que dice Samu[el] Alcalde, fue en vano y lo que ha seguido es una retahíla de justificaciones donde ya no es él quien sale a dar la cara sino sus subalternos, una larga seguillida de funcionarios que justifican el cierre por razones de seguridad. Por ejemplo, Guillermo Escobar, director de la Dirección de Prevención y Atención de Emergencias ha dicho que “Contraloría, Personería y Administración distrital han venido desarrollando una serie de visitas técnicas; acogiéndonos a los análisis, la Administración considera que debe seguir cerrado el camino hasta tanto no se cumplan las condiciones de seguridad totalmente identificadas hace un año y que aún no se han intervenido […] No queremos atender ni una sola persona que vaya y resulte afectada por un raspón o cualquier accidente a lo largo del camino”.
La demora de las obras en el cerro de Monserrate se ha convertido en una papa caliente entre los funcionarios de las entidades del distrito que además tienen el descaro de ufanarse de que todo ya lo sabían desde hace más de un año, pero, si es así, ¿por qué no se lo dijeron a Samu[el] Alcalde antes de que él hiciera su anuncio? Además, ahora culpan a la curia por no habilitar el último tramo de 800 metros del que es propietaria, “Propiedad privada del Señor de Monserrate”, dice el portal que enmarca este sector, ¿al Señor caído caerle? ¿O es que los curas son líchigos?. “Si nos estamos lucrando intervengamos de manera importante lo que nos genera el sustento”, dijo, sin mucha prevención, el funcionario Escobar, una puya laica bien lanzada que Samu[el] Alcalde difícilmente repetirá para no enemistarse con el clero.
A la vez, la Contraloría, muy estudiosa, se basa en un estudio hecho por la Universidad del Bosque para decir que está estudiando ese informe que le “indica que el camino ha tenido un maltrato y un deterioro del ecosistema”. A esto se suma el anuncio confuso y hasta inocuo de establecer una especie de “pico y placa” para que la gente pueda usar el camino: “entre las 5:00 y las 8:00 de la mañana, el sendero estará disponible para los deportistas. Entre las 8:00 de la mañana y las 12:00 del mediodía, estará abierto para turistas que suban y desciendan con operadores, y entre las 12:00 del mediodía y las 4:00 de la tarde, podrá ser utilizado por el público en general”. Y cuando este esquema no funcione, ¿qué se les ocurrirá? ¿poner peajes? ¿cobrar la entrada?
Es lógico que cada funcionario de cada dependencia tenga una mirada parcial del asunto pero que Samu[el] Alcalde comparta la misma miopía comprueba la mediocridad de su desempeño, es muestra de una incompetencia que es carroña para los buitres de la burocracia. Que Samu[el] Alcalde no haya sido capaz con obras como el Transmilenio de la calle 13 y de la 26, vaya y pase, pero al menos se esperaba que pudiera con una obra menor como la de Monserrate, además, ¿esta es la misma persona que llegó a la alcaldía para hacer el Metro?
El caso del prolongado cierre de Monserrate ha mostrado que Samu[el] Alcalde es incapaz de liderar la ejecución de obra alguna, no importa si esta afecta por más de un año el bienestar de millones de bogotanos. ¿O será porque esta es una obra barata? 2000 millones, sin muchos contratos, política o prensa en juego… incluso, este año, ni se tomaron el trabajo de bajar el icono del Señor Caído al centro de Bogotá y los responsables anunciaron que “se dispondrá de un operativo para atender a las personas que requieren utilizar el funicular y/o el teleférico”, pagando, claro está (aquí la Alcaldía no estimó necesario adquirir las 500.000 boletas que sí compró para que estudiantes bogotanos vieran la exposición Bodies: real + fascinante).
Esta desidia con el proyecto de Monserrate contrasta con la de otras gestas donde hay montos multimillonarios, clientelistas, reales y fascinantes de por medio, donde la gran prensa si está atenta, problemas a los que sí se les debe hacer un seguimiento. Samu[el] Alcalde no puede evitarlo, hay asuntos urgentes que sí lo desvelan: la pantalla, los medios ocupan casi todo su tiempo y energía, y no se trata de que intente ocultar los tejemanejes de dinero y política que se negocian a puerta cerrada, porque hasta esto, es de suponer, se le sale de las manos.
Si el lema pragmático de acción política de Julio Cesar Turbay era algo así como “hay que mantener la corrupción en sus justas proporciones”, en el caso de Samu[el] Alcalde se podría parafrasear a “hay que mantener la ineptitud en sus justas proporciones”. Si Samu[el] Alcalde tuviera un ápice de la demagogia de su madre, o el sigilo político de su hermano, o estuviera asesorado por un Goebbels de la ingeniería social, o al menos por la medianía de un José Obdulio Gaviría, habría hecho grandes anuncios y prometido abrir Monserrate esta Semana Santa.
Y habría cumplido: durante todo el año del cierre del camino Samu[el] Alcalde habría supervisado religiosamente las obras, regañado al que tocara regañar, echado al que tocará echar y negociado lo que tocara negociar. Y el gran día en que comienzan las celebraciones religiosas, Samu[el] Alcalde habría madrugado y subido a pie por el camino como Dios manda. Una vez en la cima Samu[el] Alcalde habría hecho un gran anuncio mediático sobre la reapertura del camino, un breve pero efectivo discurso con dosis bien calibradas de populismo, fervor religioso y estadística, un claro mensaje de que el alcalde no trabaja para los intereses económicos o polítiqueros, sino para el pueblo… la Bogotá Positiva es de todos, Monserrate es el ícono número uno de la ciudad… Bogotanos, la Anapo, perdón, el Polo les ha cumplido con esta obra…
De haber sucedido algo así Samu[el] Alcalde podría haber subido en las encuestas, incluso se podría hablar de un repunte milagroso. Pero de nada sirve pensar con el deseo, Samu[el] Alcalde solo ha sido un soso afijo gramatical, un instrumento, un señuelo de las circunstancias, un funcionario puesto ahí para firmar contratos, un títere pasajero en la tragicomedia eterna de la real-politik.
Mientras tanto el camino a Monserrate continuará cerrado y los que quieran usarlo deberán seguir haciéndole el quite a la policía que hace redadas intempestivas a las 5 de mañana pero que es incapaz de asegurarle la vida a uno que otro deportista o promesero madrugador, como en un caso reciente, que fue ultimado por atracadores y al que esta Alcaldía no le pudo “garantizar la vida”.