Simón el vivito llamó al congresito:?
“¡A ver la reforma! ¡la quiero aprobar!”?
Sí, gritaron de lejos, pero antes queremos?
ver los puesticos con que has de pagar.
Buscó en los bolsillos el buen liberalito
y dijo: ¡De veras! los tengo toditos.

El viernes 22 de junio Simón Gaviria, el presidente de la Cámara de representantes, fue presionado una y otra vez por los periodistas. A última hora de la noche del miércoles el Congreso aprobó la reforma a la justicia en una sesión que él presidió. El jueves, a medianoche, ante el rechazo creciente de la ciudadanía por la impunidad y autoperpetuación conseguidas por políticos y magistrados, el Presidente Santos se vio obligado a dar un discurso trasnochado desentendiéndose del proyecto que su gobierno había dejado engordar con gabelas por más de un año. Gaviria escogió un libreto para ese álgido día de entrevistas, ante el tono inquisitivo de la prensa y su cuasi linchamiento mediático, se la jugó por un personaje: el del bobo.
“¿En qué nos equivocamos?”, se preguntó públicamente Gaviria, “en creer en el Gobierno y en el afán que hubo que no nos permitió ver la minucia de la ley ni revisar artículo por artículo”. Y más adelante dijo: “el error fue mío por firmar la iniciativa, no sabía que tenía micos ni orangutanes”.

Gaviria prefirió pasar por bobo que por vivo, por alguien que firma papeles sin leerlos, de ahí que apodos como “Simón el bobito” o el “Valerie Domínguez del Congreso” le hayan quedado como un guante. Pero en este caso estamos ante un ejemplar paradigmático del “bobo vivo”, un maravilloso espécimen que opta por camuflar su viveza bajo una trabajadísima aura de simpleza y candidez.
Gaviría quiere quedar eximido de su astucia, pero la inteligentada resulta más grave. Admitir no haber revisado “artículo por artículo” del proyecto y hacerse el bobo es muy útil, así las cosas, todo su accionar queda amparado bajo un epíteto escueto. Y hechos complejos, como haber asistido a cenas preparatorias con los protagonistas que cocinaron la manguala política, o su maniobrar como Presidente de la Cámara al negarle la voz a los opositores en la sesión del miércoles, permanecen ocultos y en espera de que los trabaje el olvido: “A las 10 de la noche le solicité al señor Simón Gaviria que me verificara el quórum, se lo dije tres veces, me cerró los micrófonos, le manoteaba desde atrás, no me ponía bolas, hasta que tuve que acercarme al micrófono del Secretario General y desde ahí grité ‘¡verificación de quorum!’, el señor Simón Gaviria aceleró lo que estaba haciendo, no me miraba a mi, leyó el acto para conciliar y levantó la sesión”, dijo el representante opositor Germán Navas Talero, una afirmación que la prensa o la opinión no miró más a fondo, tal vez una prueba de que la viva bobería de Gaviría surtió efecto.

Simón pasa de vivito a bobito a conveniencia, en la entrevista en video que le concedió al portal de Semana bajo la luz mañanera del jueves 21 de junio, en una terraza desde donde todavía no se vislumbraba el paisaje general de indignación ni la reculada nocturna del Presidente Santos, se ve a un Gaviria algo alicaído, que evita mirar a la cámara, con pose resignada ante los hechos y que esperaba que todos los colombianos compartieran, aceptaran y acataran las lecciones de real politik que impartía el político con cantinflesca desazón.
Cuando le preguntaron por el trámite de la ley dijo: “el acto legislativo pues venía avanzando y venía avanzando diría yo como una oportunidad perdida, como la oportunidad perdida de hacer una verdadera reforma al sistema de justicia; se fue enredando, se fue convirtiendo en una ley de equilibrio de poderes, se fue avanzando en ese sentido, y bajo ese orden de ideas, ehhh, ehhh, pues se tramitó de manera correspondiente, ehh, teniendo algunas cosas convenientes, y unas cosas a lo mejor no tan convenientes pero, ehh, la ley se sacó adela…, el acto legislativo se sacó adelante y estuvo de acuerdo la Corte Suprema, estuvo de acuerdo el Gobierno Nacional y se pudo tramitar…”

Cuando le pidieron responsabilidad dijo: “el gobierno tiene que ejercer liderazgo sobre los temas, en los temas que son importantes tiene que hacer un conocimiento, digamos, si había tanta oposición debió alertarnos sobre el trámite del mismo, si el gobierno no menciona sus preocupaciones es difícil también corregirlas”.
Cuando habló del proceso crítico de conciliación, donde los 12 jinetes del apocalipsis constitucional se terminaron de parrandear la reforma, Gaviria dijo: “pues digamos las conciliaciones son las conciliaciones, digamos, nosotros, el trabajo que se hizo en cámara fue un trabajo que salió más o men… qué salió bien, puede que con imperfecciones o con cuestionamientos pero pues eliminaba el Consejo Superior de la Judicatura, eliminaba, ehhh, comisión de acusaciones, creaba más recursos para la justicia, creaba una independencia presupuestal, y era razonable; en la conciliación se distorsiono un poquito, y la verdad en las conciliaciones uno tiene la posibilidad o de hundir o de sacar adelante, ehh, y puede que uno esté de acuerdo con el sesenta, setenta por ciento y esté en desacuerdo con el treinta, pero en esas ponderaciones es donde uno tiene que tomar la decisión si vota o no vota y el congreso votó, ehh, a favor de la iniciativa.”
Cuando habló de la inmunidad, o impunidad, contenida en la reforma, dijo: “no le veo gran problemática a la materia”, y luego, al hablar sobre la posible libertad de los congresistas investigados que había legislado sin impedimentos gracias a la acción del Ministro Lleras, dijo: “ahí a lo mejor faltó previsión de un parágrafo transitorio”.

Cuando habló de las críticas dijo: “pues digamos que antes al congreso lo criticaban por no trabajar y ahora nos, le, lo critican por trabajar mucho, la verdad es que en materia de volumen de leyes la legislatura fue un éxito rotundo, la legislatura produjo mas de 146 iniciativas rompiendo el récord anterior de 134 pero aparte de eso no eran iniciativas cualquieras, eran de un claro corte social…”
Y, finalmente, cuando se lanzó a hacer un balance general de la reforma, sufrió de un calambre mental que lo hizo cometer un lapsus calamitoso que corrigió con el bálsamo de la demagogia: “la reforma tiene algunas cosas convenientes, sin duda que no vale la pena, pero, o el sin duda no, no, no cumplió su meta realizada pero, pero la idea de descongestionar los juzgados es una cosa loable que la gente puede utilizar y tomar como un beneficio propio”.

Lo dicho: ahí, el jueves en la mañana, a esa altura del primer tiempo del partido, no había arrepentimiento, equivocaciones crasas o faltas de conocimiento que admitir y menos aun interés alguno de anular el acto legislativo. Lo que sí se respira es mucha viveza que luego, como en el caso de Santos, Lleras, Renjifo, Esguerra y todos los demás políticos y magistrados involucrados, sería reemplazada por una aparente bobería, algo típico del bobo vivo, de personajes como Simón el vivito.
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Nota: sería bueno que el referendo que se está convocando permitiera también la revocatoria del actual Congreso, así los mismos políticos que aprobaron esta reforma estén ahora corriendo para matarla (al parecer quieren evitar el riesgo de vérselas con un acto adverso y directo de opinión pública). Es claro que “hay que cambiar las cosas para que todo siga igual” pero al menos, de un buen revolcón, puede que quede la cicatriz de un descalabro histórico que sirva a futuro para prevenir nuevas golpizas estatales a la constitución, sobre todo ahora que, dada la debilidad del Gobierno Santos, Uribe III vendrá con todo (Asamblea Constituyente incluida).