Por: Casa de las Estrategias.

Estados alterados

Estuvimos en la casa de un talentoso artista de Medellín, que como es común, más de lo que mi abuela quisiera, reivindica su derecho a los estados alterados. Desde esa conversación empezó a surgir la idea del concepto de soberanía psicoactiva, cuando se discute quién es el Estado para decirme qué sentir y qué no o impedirnos perder la conciencia. El asunto no se queda sólo en retorica cuando se evidencia que toda la mariguana que ese artista consume la siembra él mismo. Detrás de eso, que es común, el discurso es potente: “no estamos dispuestos a pagarle a alguien que con los excedentes luego compra un arma”.

Este artista joven, disciplinado, independiente es uno de los que anda también creando sus pequeñas rebeliones frente a la violencia en Medellín, ésa que está ligada al crimen organizado y que su principal renta es el narcotráfico. El consumo en la ciudad ha venido aumentando y las rentas locales del narcotráfico como son el narcomenudeo también llamado micro-tráfico crean mafias bastante peligrosas.

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La posición de varios artistas, donde sobresale la voz del hip-hop que hoy tienen colectivos y redes muy densas que ofrecen una identidad y una socialización a pelados de todas las condiciones sociales en la ciudad, es no contribuir con “la guerra”, pero tampoco verse segregado en la socialización que se da a través de compartir una fumada, un cigarrillo de mariguana.

Francisco Thoumi explica que no es tan raro en la historia del hombre buscar estados alterados, un escape, un rito de contacto con el subconsciente o con la divinidad, socialización a partir de la desinhibición, aquí y allá siempre ha habido una sustancia.

De alguna manera el debate está agotado en los términos del consumo, las ideas liberales de la oferta y la demanda banalizan el problema de las drogas porque pierden de vista los aspectos culturales y los psicológicos. El consumidor se ve caprichoso y desde una ética protestante se ve perezoso o enfermizo alegando la despenalización. Pero lo que se persigue no es una mercancía, es una sensación, es una socialización, emociones y experiencias, para el caso de la mariguana rutinaria y para el caso de los ácidos, el yagé y el cacao sabanero, eventos cruciales.

¿Consumo responsable?

Las raíces de la palabra psiquis viene de alma y nosotros hemos venido identificando las sustancias ilegales como las sustancias psicoactivas, es decir, si vamos a la raíz, sólo para entender una historia de relación del hombre con las drogas, sustancias que mueven o activan el alma. No queremos sugerir el consumo, ni estamos compartiendo la idea de que las drogas dan felicidad o proporcionan estados de creatividad, lo que sugerimos es que la sociedad muchas veces necesita escapes, nivelación de las emociones, pausas y quiebres, como sucede con el alcohol. Donde hay que preguntarse qué hay detrás del deseo por las drogas y el aumento de usuarios y de adictos.

En un sondeo alrededor de jóvenes artistas de estrato 1, 2, y 3 (40 en total), encontramos que el uso de mariguana es 20 veces más común que el de la cocaína y que en 37 de los 40 casos, todos consumieron la primera vez con una intensión de socialización: “hacer parte”, “encajar”, “compartir el momento”.

La muestra al estar construida alrededor de redes artísticas explica que no se encuentren casos de abusos, pero sirve para dos importantes reflexiones sobre la cocaína que pareciera ser el eje de nuestro problema de seguridad en Colombia, en  Medellín y en la socialización alrededor del consumo de drogas.

Nos llama mucho la atención que la cocaína no tiene movimiento, ni emblemas de defensa de su legalización desde la lógica del consumo. Si uno revisa no hay un discurso que reivindique el consumo de cocaína y en Colombia, concretamente en Medellín, las formas de organización juvenil no están interesadas en defender su consumo. Realmente los movimientos de legalización de las drogas, son más de legalización de la mariguana.

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Descriminalización

Lo importante acá es que al poner a la mariguana y a la cocaína cobijada por una legislación similar, son las mismas mafias las que ofrecen los dos productos y es un problema similar el que los jóvenes tienen con el estado. La tesis acá es que con la legalización de la mariguana las mafias perderían espacios de socialización importantes para “el reclutamiento” y perderían potenciales redes de apoyo.

Lo que es más fácil de perseguir tanto por vecinos como por la Policía son los humos que salen de esa esquina llamativa, pero de esos humos relajantes también está surgiendo la idea de que las mafias que controlan el expendio tienen unas formas de control barrial iliberal y antidemocrático que muchas veces iba en contravía de las creencias de los consumidores de mariguana que prefieren plantear un estilo de vida tranquilo y pacifista.

Lo que han señalado estas 40 entrevistas es que para un adolescente en búsqueda de la socialización y en ese difícil tránsito a la madurez, era mucho más fácil conseguir mariguana que alcohol. Sorprende esto porque dentro de las leyes con el alcohol hay muchas que se violan, pero no podemos desconocer que hoy en día es mucho más fácil controlar el expendio de alcohol; después de todo, no se puede crear leyes como el mínimo de edad dentro de un mercado ilegal.

Aquí hay una brecha generacional en las formas de encontrar los estados alterados, en la que la mariguana sería un tipo de droga que se está proporcionando y a veces domesticando por los jóvenes mismos, sin la tradición donde medie un adulto, como pasa con el alcohol.

Lo importante, en todo caso, sería no empujar a un joven a que su consumo dependa de una relación criminal. Cuando hablamos de descriminalizar la droga o concretamente la mariguana, podríamos estar hablando de descriminalizar la socialización de jóvenes populares en ciudades como Medellín.

Lo que aún está en juego es que algo como los estados alterados, que es místico para unos y obligante para otros, no sea proporcionado por un criminal, cuando una breve mirada a la historia de la humanidad señala que esto ha sido proporcionado por el sacerdote. Quizá devolverle algo de ritualidad y simbolismo a las drogas psicoactivas sea un camino de auto-regulación y de moderación en su uso.