De la reforma del equilibrio de poderes: “Si eso llega hasta al final se habrá aprobado una enorme transformación a nuestro sistema político: que la plata de la campaña se administrará de manera unificada y exclusiva por cada Partido político. Se acabaría el espectáculo de cada candidato con una tula de dinero repartiendo a diestra y siniestra”. Héctor Riveros.
Avanzó en el Congreso el proyecto de reforma de “equilibrio de poderes” que, como se ha dicho y a diferencia de la percepción inicial, no es de poca monta. Al contrario, abarca varios –que a veces parecen muchos- temas relacionados con la conformación de los poderes públicos y la interrelación entre ellos. Tanto que algunos están diciendo: un momento, no tan rápido, no tantos, pensémoslo bien, etc, para pedir que más bien sólo se derogue el artículo de la reelección y lo demás se quede así, como si funcionara bien.
Pero más allá de la conveniencia y oportunidad de la reforma, literalmente contra todas las apuestas, en el Senado se aprobó en el segundo debate la decisión de que en adelante las listas para corporaciones públicas sean cerradas y cremallera, con una elección de transición, la del 2018.
Si eso llega hasta al final se habrá aprobado una enorme transformación a nuestro sistema político: que la plata de la campaña se administrará de manera unificada y exclusiva por cada Partido político. Se acabaría el espectáculo de cada candidato con una tula de dinero repartiendo a diestra y siniestra. Cualquier valla, volante o lechona será pagada por el Partido con lo que el control sobre el origen, el monto y el destino de los recursos de facilita.
Se acabará la feria de la plata, no porque de un momento a otro todos se conviertan a honestos. No. Se acabaría porque ya no habría incentivo para repartir dinero. Hoy el sistema comporta un incentivo perverso que induce a que los candidatos carguen la tula, pero con la lista cerrada ningún candidato tendrá interés en meter plata porque el voto no será para él sino para el partido.
No hay duda que los enormes gastos de las campañas son el origen de todos los vicios. La corrupción política tiene como principal motivador la “necesidad” de invertir miles de millones de pesos en una campaña personal y esa feria de dinero que se vive en las elecciones es también la causa de uno de los más grandes males que afecta al Congreso en particular, pero a todo el sistema en general que es la falta de legitimidad.
Valga decir que los chorros de plata son a la falta de confianza en el Congreso, lo que la reelección es para el ejecutivo y la “rosca”, la mora y el clientelismo a la justicia, todos han sumido a todo el sistema en la más profunda crisis de desconfianza (legitimidad) que se haya vivido en la historia y todas ellas se tocan de alguna manera en esta reforma “sancocho” como la llaman quienes la han criticado. (El sancocho, servido en hoja de plátano, al lado de un río es el paseo más apetecido por los colombianos, excepto el estrato dieciocho bogotano al que le parece “guácala” y prefiere el sushi).
La lista cerrada ataca de lleno lo más perverso del sistema. Los escépticos han dicho que no se aprobó para ya, que no hay verdadera intención de reformar nada y etc, etc. Claro que sería mejor desde ya, pero hay que considerar que a quienes toman la decisión les están pidiendo que cambien las reglas de juego que les han servido para ganar. Como algún congresista dijo durante los debates: “aquí (refiriéndose al Congreso) no hay ningún perdedor, todos los que están sentados ganaron las elecciones” y lo hicieron con las reglas que se les pide que cambien, pero más todavía, respecto de un alto porcentaje de ellos, un sector de la opinión les pide que cambie las reglas para que ellos no salgan elegidos, así que el desafío es doble y por supuesto la decisión no es fácil de tomar.
Ahora, lo malo de la lista cerrada es que sea cerrada. Claro que es mejor que el elector pudiera elegir entre los candidatos. Claro que hay el riesgo de que las directivas de los partidos terminen apropiados de las listas y poniendo en los mejores lugares a su rosca y etc, etc, pero aun así ese sistema es mucho mejor que el de las tulas de plata.
Se podrán tomar algunas previsiones para democratizar los partidos, eventualmente que se hagan unas primarias, pero no sería democrático obligar a los Partidos a serlo. Un partido tiene derecho a adoptar una organización interna que no sea propiamente democrática. Los estatutos del Centro Democrático son una buena muestra de ello. Cada ciudadano optará por pertenecer o simpatizar con un partido en función –entre otras-de si percibe que su organización es democrática o no.
Ojala la ciudadanía se adueñara del propósito, no de cerrar las listas, sino de acabar con la feria. El costo de acabarla es cerrarlas pero bien vale la pena pagarlo. Uprimny pide que lo pensemos mejor, que lo dejemos para después, pero ¿Cómo para cuándo?.
A la propuesta de la lista cerrada le han colgado las senadoras Sofía Gaviria, Viviane Morales, Paloma Valencia y Claudia López la obligación de que sea “cremallera” es decir que en el orden se intercale una mujer y un hombre y así sucesivamente. Eso sí ya es la revolución total. La propuesta ha pasado en los dos debates en el senado cuando nadie esperaba que pudiera ocurrir, pero de ese cambio -que sería de magnitudes históricas- hay que hablar más despacio. Por ahora valga decir que, otra vez, ojala la ciudadanía se apropiara de ese cambio y generara un clima de opinión que hiciera imposible devolverse de la decisión del Senado. Si los que quieren el cambio se inventan todo tipo de peros, será muy fácil desmontar lo que va. La decisión no es solo del Congreso y los ciudadanos no son meros espectadores.