Dicen los que saben que la deforestación acumulada es una de las principales causas de los trágicos derrumbes que sufrimos cada vez que caen aguaceros por encima de lo normal. De allí la importancia de que el país le ponga atención a los bosques.
Bienvenidas por tanto las noticias que empezamos a recibir en El Espectador a través de la campaña Bibo – Un compromiso para vivir mejor. Con motivo de ser éste el año internacional de los bosques declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Santos se refiere al tema. Resalta que “los recursos forestales son una fuente de enormes beneficios”; pero señala que en el país “se pierden más de 330 mil hectáreas de bosques cada año, un área similar al departamento de Risaralda”. Insiste en la necesidad de “evitar que nuestros bosques se sigan deforestando” y plantea la meta de “superar el millón de hectáreas reforestadas”.
¿Son claros y transparentes estos mensajes? Veamos.
Los grandes problemas del país son noticia cotidiana y la opinión recibe regularmente información sobre ellos. Aunque las estadísticas a veces se critican por reducir los grandes dramas a cifras frías, es claro que tener datos certeros nos ayuda a conocer los hechos y a formular preguntas adecuadas. Y a formarnos una idea de cómo vamos, según las decisiones que se vayan tomando.
Por eso la importancia de saber, mes a mes, si se logró la meta de reducir el desempleo a un dígito; cómo va la inflación y cómo afecta la capacidad de compra de los más pobres. Conocer trimestralmente el comportamiento del PIB, como expresión de la remuneración a los trabajadores y de los excedentes de los productores. Saber cómo sube el salario mínimo cada año; o cada dos o tres años conocer cómo vamos en asuntos de pobreza y distribución del ingreso. Tener datos sobre cómo va la reducción del secuestro y de las muertes violentas; o cómo evolucionan los cultivos de coca. En fin, saber cómo van las cosas.
Si la deforestación realmente es un asunto relevante para Colombia, deberíamos saber cómo estamos. La FAO, con base en datos oficiales reportados por el país, nos dice que en 2009 se deforestaron en Colombia 101 mil hectáreas, cifra idéntica a la reportada para los últimos 20 años.
En contraste, la cifra anunciada por el presidente Santos es más del triple de la que reporta el país a la FAO. El valor que cita el presidente es un dato oficial tomado del Informe Bosques 2009 y resulta de comparar el bosque del año 2000 con el del 2007. Dato que, según los propios autores, tiene un margen de error del 20 por ciento (Ideam, 2010, p. 113).
Lo que sabemos entonces es que, según “cifras preliminares sujetas a validación”, se estima que entre esos siete años se deforestó anualmente, en promedio, un área que puede estar aproximadamente entre 270 y 400 mil hectáreas. Indudablemente este dato nos da una idea, en órdenes de magnitud, de la gravedad del problema.
Pero con este nivel de aproximación y con este rezago ¿se pueden establecer metas claras al objetivo de “evitar que nuestros bosques se sigan deforestando”? Deberíamos seguir el ejemplo de Brasil. Allá no sólo el gobierno anuncia regularmente las cifras oficiales de deforestación, sino que también un instituto de investigación privado como Imazon polemiza al respecto con sus propias cifras mensuales.
PS. Quería identificar cómo recibió el actual gobierno la reforestación, para ubicar la meta del millón de hectáreas anunciada por el presidente Santos. Agradecería si alguien puede ayudarme a encontrar esta cifra, en el extenso y muy prolífico estudio del Ideam.