Francesca Ramos Pismataro
Hugo Eduardo Ramírez Arcos
En las últimas semanas las noticias de colombianos arrestados, deportados y hasta maltratados en Venezuela ha copado la atención de varios medios de comunicación y de funcionarios del gobierno. Las denuncias al respecto y los análisis tienden a mostrarnos estos hechos como consecuencia de gestos de retaliación adelantados por el gobierno del vecino país en el marco de la maltrecha relación bilateral existente entre los gobiernos de Uribe y de Chávez.
En este sentido, una de las estrategias más usadas a la hora de marcar rupturas es la de presentar los hechos como “novedades” desconociendo que en la mayoría de los casos, sobre todo en política, responden a largos procesos que van construyendo la realidad. En la agitada relación binacional esta es una práctica que se encuentra al orden del día.
Para ilustrar la anterior idea traemos a colación un artículo escrito en el año de 1995 -antes de la llegada de Chávez y de Uribe- por José Luis Ramírez titulado “Colombia y Venezuela: el fracaso de un modelo o la necesidad de revitalizarlo”, publicado en la revista Colombia Internacional de la Universidad de los Andes en el que se presentan algunos hechos que para ese entonces ya constituían una preocupación para los dos países.
Los hechos que en ese entonces se señalaban, hoy nos permiten llamar la atención sobre problemas estructurales en la relación binacional; sin lugar a dudas, muchos de ellos son propios del compartir una frontera además de extensa, viva y compleja, y que al no haber sido resueltos desde tiempo atrás, con los sucesivos cambios de gobiernos, y con los verdaderamente novedosos elementos que se han incorporado en la relación binacional actual, van haciendo cada vez más difíciles las relaciones entre los dos países.
Es así, como para el año de 1995 el artículo de Ramírez León retrataba la siguiente relación bilateral:
· “…incidentes fronterizos, caracterizados por ataques de la guerrilla a territorio venezolano; acusaciones de paso a territorio colombiano de miembros de la Guardia Venezolana y la violación de los derechos humanos de ciudadanos colombianos; el desalojo de campesinos colombianos asentados en la Serranía del Perijá; el problema del robo de vehículos en el vecino país y la presunta participación de un oficial de enlace de la DISIP venezolana en una red binacional; el secuestro de ganaderos y comerciantes; el problema del narcotráfico; el tráfico ilícito de armas y precursores químicos; la extradición de un presunto narcotraficante, y la situación económica en Venezuela, han hecho presagiar un progresivo deterioro de la relación”.
· Una constante como lo es “La violencia de la guerrilla erosiona la relación bilateral”.
· El tema de las persecuciones en caliente que siempre ha sido visto con recelo por los dos gobiernos, y que ya en 1995 llevó a la Comisión Negociadora a proponer “la colaboración bilateral sobre la base del mutuo respeto a la soberanía del otro país”.
· El papel de los medios de comunicación, que en la mayoría de los casos se han encargado de malinterpretar las acciones de ambas partes en medio de “un ambiente de recriminaciones mutuas, y con la opinión pública de ambos países caldeada”.
El diagnostico derivado de estas consideraciones para ese entonces -y que hoy sigue siendo válido al igual que las alternativas- era que “Los incidentes fronterizos continuarán mientras no se solucionen problemas estructurales y de presencia del Estado en la zona de frontera. Aspectos como el de la delincuencia común, la guerrilla, el tráfico de armas y precursores químicos, el narcotráfico y la delincuencia común [sic], así como las denuncias por maltrato a ciudadanos del otro país continuarán. La alternativa que se ofrece, por consiguiente, es buscar la integración por encima del conflicto, y dentro de ella el fortalecimiento y la profundización de los mecanismos de diálogo y entendimiento que ayuden a solucionar parcialmente estos impasses mientras se encuentran otras soluciones de fondo”.
Si bien, hoy la relación afronta los mismos problemas estructurales, éstos adquieren nuevos significados en razón de los factores perturbadores que son realmente novedosos en la relación. En este sentido, en momentos de tensión como los que se viven en la actualidad, es importante el pensar en soluciones mucho más amplias que no sólo atiendan a las coyunturas, sino que se enfoquen en buscar salidas a los problemas subyacentes entre los dos países.