La semana pasada conversé con un amigo, miembro de la comitiva del gobierno Brasileño que vino para el G-20. Entre otras cosas, me comentó que le había dado la mano a Obama hace unas semanas en Washington, cuando este se reunió con Lula (www.whitehouse.gov/blog/09/03/14/president-obama-a-wonderful-meeting-of-the-minds/. Me emocioné tanto como cuando, el jueves pasado, me crucé con la mismisima Michelle O saliendo de su limosina frente al Royal Opera House, donde iban a almorzar los cónyuges del G20. No les voy a mentir, me sentí especial durante todo el día. ¿Y esto qué tiene que ver con los políticos latinoamericanos? Poco y mucho. Quería ver como les fue a Lula, Calderón y Cristina en la mesa del G20, poblada de pesos pesados y personalidades particulares. Veamos:
A Cristina le tocó mantener perfil bajo y controlar su estridente retórica habitual. Los otros podrían darse cuenta de que Argentina no se merece un sitio en el G20. O tal vez enfurecer a los británicos insistiendo en la soberanía de las Malvinas. (Un día antes, en la cumbre de países árabes y sudamericanos en Doha, comparó la ocupación de las Malvinas con la de Palestina. Ejem, sin comentarios). En suma, ahí no hay mucho que rescatar en términos de liderazgo latinoamericano. (Aunque sí algo de humor barato: unos segundos de slapstick comedy cuando C de K le quiso dar la mano a Obama (http://www.youtube.com/watch?v=CIXNYpsFYUc). Felizmente la salvó la campana- regresó rápidamente a Buenos Aires para el funeral de Alfonsín.
Calderón también jugó un papel comedido. No era momento para protagonismos; México está golpeado. La violencia causada por el narcotráfico ha llevado a algunos (militares) en el gobierno americano a advertir que su vecino sureño estaba a punto de converstirse en un estado fallido. (Más sobre esta exageración y sus consecuencias en otro post). Su economía está tremendamente afectada por la recesión en EEUU (es el destino de más de 80% de sus exportaciones y este año se espera una contracción del 2.6% del PIB, según el EIU). El propio Calderón está disminuido: en casa se enfrenta con la creciente popularidad del PRI para las elecciones legislativas de julio; y en la región otros le han restado protagonismo.
Nos quedamos con Lula entonces. Feliz, sonriente y privilegiado, sentado al lado de la reina en una de las tantas fotos oficiales de la reunión de Londres. Goza de niveles de popularidad sin precendentes en su país y envidiables para muchos en la región (hasta Obama lo celebró http://www.youtube.com/watch?v=7vmuSZtiG4A&feature=related ). No tiene que jugarse una reelección y su legado ya está establecido. Carismático y folclórico, dice lo que se le pasa por la cabeza (como por ejemplo culpar a los banqueros blancos de ojos azules por la crisis, http://www.youtube.com/watch?v=XPfmzfN3zGQ). Brasil, aunque afectado por la crisis, está menos herido que otros en la región. La política exterior de los brasileños demuestra una clara (y legítima) vocación por liderar y este momento de reconfiguración de poderes mundiales puede ser el propicio.
Resumiendo, de los tres nos quedamos con Lula. No obstante, hay que ser realistas. En las reuniones del G20 no hubo espacio para liderazgos latinoamericanos. La estrella que obnubiló a todos fue Barack Obama. Como con el chico más popular del colegio, todos querían estar alrededor de él, tocarlo, estar en su foto. Parecían igual de emocionados que los simples mortales como mi amigo brasileño y yo misma. Habrá que mirar de cerca como se portan los demás latinos en la próxima cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago. ¿Se repetirá el plato de Obamamanía o saldrán a relucir otros?