En estos momentos están todos nuestros presidentes en Bariloche discutiendo sobre las polémicas bases colombianas y el uso que le darían los gringos. Chávez ha continuado con sus estrepitosas declaraciones y acusaciones (ayer publicó una carta en como para resumir su posición por si no la habíamos escuchado). Está tan fuera de control, que Lula -que tiene muy pocas ganas de ser el policía de la región- le tuvo que dedicar un desayuno para calmar los ánimos (esperemos que le haya metido una pastillita de estate-quieto en el café). 
 
A Lula le debe entusiasmar muy poco la visita a Bariloche. El hombre debe andar algo fastidiado ya que las últimas semanas han estado algo álgidas para él y su partido, el PT. Para comenzar, ha tenido que darle un espaldarazo a José Sarney, el presidente del senado, en medio de un escándalo de grandes proporciones. A este último le han caído acusaciones sobre evasión de impuestos, nepotismo, tráfico de influencias y varias otras perlitas. Por ejemplo, el muy dedicado Sarney contrató como empleados del senado a más de 600 familiares, amigos y fans de todo tipo. Podríamos considerar que ese fue su granito de arena para contrarrestar los efectos de la crisis en el empleo de su país. Además, el hombre es super modesto, no quiso llevarse flores por tamaña contribución- creó los puestos mediante actos secretos.

Otra piedra en el zapato de Lula se debe a la salida de Lina Vieira de la jefatura de la Receita Federal (el ente recaudador). Se fue Lina y empezaron los dimes y diretes: ésta alega que Dilma Rousseff, la jefa del gabinete del presidente, le pidió que acelere una investigación sobre familiares de Sarney. Inmediatamente después, aduciendo injerencia política, renunciaron varios funcionarios de la misma entidad (y hasta sesenta más amenazan con irse) creando otra mini-crisis.  

Un asunto molesto, sin duda, pero no es para tanto. ¿Qué son unos cuantos escandaletes de corrupción para un presidente tan querido? Por el momento será mucho ruido y pocas nueces; todavía no se han probado las acusaciones y algunas ya están siendo archivadas. Pero a medida en que se acercan las elecciones presidenciales Lula se verá cada vez más fastidiado. Y es que lo que está en juego son los votos y el candidato del PT en el 2010.
 
Lula no quiere enemistarse con José Sarney. Este dinosaurio de la política (ha sido presidente/gobernador/senador) es líder del PMDB, un partido que se acomoda ideológicamente de acuerdo al mejor postor y que moviliza eficientemente a sus miembros-clientes cuando toca votar. El PT lo necesita para ganar y para armar la coalición gobernante. Tampoco quiere distanciarse de Dilma ya que se trata de su candidata presidencial, la heredera de su asiento y de su capital político. Además se trata una elección muy distinta: será la primera en 20 años que no lo incluye como candidato.

Ante ese tarea, ¿qué ganas tendrá el hombre para limar las asperezas que crea Chávez entre los miembros de Unasur? En vez de policía de la región Lula tendrá que dedicarse a jefe de campaña en su país.