Si tuviera que apostar, le pondría plata a que los dos fenómenos más notorios de las elecciones del próximo domingo serán el teflón electoral de los parapolíticos y el barrigazo de los independientes. El primero es fácil de explicar, ya que hemos visto cómo funciona desde hace años: tajadas, constreñimiento, compra de votos adulteración de registros electorales, etc. Pero el segundo parece a primera vista inexplicable. ¿Cómo podrían Peñalosa, Mockus y Lucho, que salieron de sus alcaldías con índices de aprobación de  55, 75 y 64 por ciento respectivamente, ser un fracaso electoral? ¿Cómo podría Fajardo, que salió de su alcaldía con un histórico 91% de aprobación, hundir su partido en el primer intento?
Muchos dirán que es cuestión de egos y hasta cierto punto tienen razón; Fajardo desdeñó a los otros tres y partió en dos la votación que un partido unificado podría haber alcanzado. Pero el problema desafortunadamente va mucho más allá  y es que los líderes del Partido Verde y de Compromiso Ciudadano, a pesar de ser algunos de los mejores administradores públicos que el país ha tenido, se han dedicado a rajar de la política tradicional sin haber aprendido las lecciones necesarias para contrarrestarla.
Y eso no implica torcerse, pero sí tener un poquito de malicia. Después de todo, no se necesita ser un corrupto para entender que lanzar una lista cerrada es un riesgo enorme para un partido nuevo sin una militancia organizada. Mockus y Peñalosa pagaron el precio las elecciones pasadas y sin embargo volvieron a hacer lo mismo, ésta vez con la cámara de Bogotá. Tampoco hay que ser maquiavélico para darse cuenta de que si uno de los tres tenores se hubiera metido a la lista al senado tendrían muchas menos posibilidades de quemarse, pero tampoco lo quisieron hacer. Y tampoco toca ser un maquinador para entender que si a Fajardo se le hunde la lista al senado dos meses antes de las presidenciales, se le desvanece casi cualquier posibilidad de ser presidente. Pero la falta de instinto político de los cuatro los tiene en la cuerda floja a menos de una semana de las elecciones, cuando con un poquito de sentido común podrían tener garantizada una bancada.
Es evidente que los políticos tradicionales que conocen la política al dedillo pero no entienden nada de administración pública no son la solución; pero ¿no será que parte de su éxito se debe a que conocedores de la cosa pública no saben hacer política? ¿Será mucho pedirles a los candidatos independientes que no sólo critiquen la política tradicional sino que aprendan unas pautas básicas para salir elegidos?

Diego Laserna