A lo largo de cuatro décadas he participado en el diseño, aprobación e implementación de políticas públicas. Muchos colegas y jefes, funcionarios públicos, me enseñaron a estudiar a fondo cada problema sobre el cual se nos pidió opinar o trabajar. El criterio y la disciplina que aprendí en el Banco de al República y luego en Planeación Nacional, mis escuelas en política pública, era que cada tema tenía muchas complicaciones técnicas y demandaba emplearse a fondo en entenderlo a profundidad, antes siquiera de plantear soluciones. Es lo que aplicamos en el Ministerio de Hacienda y en Ecopetrol, escuelas inmejorables de desempeño y solución de problemas.
No tengo sino respeto, admiración, gratitud y humildad frente los miles de personas con las que trabajé y de quienes aprendí, y frente a las decenas de miles que en paralelo a nosotros desarrollaron los sistemas de salud, pensiones, atención a la pobreza, servicios públicos, energía, carreteras, puertos, minería, seguridad y defensa, entre otros muchos temas. Habremos cometidos errores, pero de buena fe y siempre con el empeño de acertar y darle al país la mejor forma de superar sus problemas.
Los técnicos colombianos de todas las ramas son reconocidos en América Latina y en las instituciones internacionales que conocen al país por su seriedad y preparación, muchas veces adquirida con becas pagadas por las propias instituciones públicas (en mi caso, por el Banco de la República), por su decencia y dedicación de toda una vida a los asuntos públicos, cuando en otros países rehuían al sector público y optaban por puestos mejor pagados en el sector privado.
Me sorprendió por eso un video en el cual una de las actuales ministras del Despacho dice, en una sesión de adoctrinamiento a unos jóvenes, que cuando vean una regulación y una medida de política pública deben preguntarse a quién le favorece, para entender qué la inspiró.
Como si quienes estuvimos a través de décadas produciendo cientos de miles de páginas de reformas constitucionales, leyes, regulaciones, decretos, resoluciones, hubiésemos estado al servicio de los poderosos, y no al servicio honesto de todo el país y en particular de los más pobres.
Ministra, su opinión es equivocada, y le hace un flaco favor ahora que llega al sector público. Lo que le dijo a sus pupilos es falso. Las personas que hoy trabajan con usted para hacer política pública no son mejores colombianos que los que lo han hecho por décadas. Las cientos de miles de personas que hemos trabajado por un mejor país, somos también buenos colombianos. Todos queremos ser mejores colombianos en un mejor país.
Si no lo hemos logrado será por el tamaño de los retos y por las dificultades políticas; si quiere, porque hemos debido ser más inteligentes o intuitivos en la búsqueda de mejores soluciones. Pero no por malas intenciones, por falta de coraje, por perder de visa la ética o supuestamente estar al servicio de los poderosos, como usted predica. Lo sé por haber sido testigo de cientos de casos de política pública en los que participé y por decenas de miles que están disponibles para estudio.
Hemos sido un ejército que defiende al país de la politiquería y la corrupción. Muchas veces tratando de enmendar errores de años y décadas de politiquería que carcomió a entidades. Si encuentran un funcionario inepto o poco preparado, reemplácenlo. Si descubre a uno deshonesto y que no tiene los intereses del país como principal guía, denúncienlo. Pero no crean que querer ayudar al país es una novedad que Colombia no ha visto en 200 años de historia.
El camino no es el que parecen sugerir usted, ministra, y algunos de sus colegas. Que es desconocer la formación técnica, de detalle y profundidad sobre cada problema y asunto. Evitar consultar a los que más saben y tomarse el tiempo de entender despacio y a fondo cada asunto sobre el que debe decidir. Aventurarse en creer que la ideología va a sustituir el conocimiento detallado de cada problema, los avances logrados, las lecciones aprendidas, los errores y los aciertos.
Los que hoy tienen la presunción de ser mejores colombianos que nosotros, bájense de esa nube. Ustedes no descubrieron la honestidad intelectual, ni la ética en el manejo de los recursos públicos, ni la audacia en plantear cosas nuevas, ni llevarlas a leyes trasformadoras y cambios positivos. Colombia está llena de eso.
He leído la excelente biografía de Francisco de Paula Santander escrita por Pilar Moreno de Ángel. De alguna forma, en Colombia todos somos santanderistas. Santander entendió que la administración pública es una labor de escritorio, tediosa y exigente, que demanda estudio, dedicación y empeño, cosa que a Bolívar le producía tedio y aburrimiento. Bolívar quería batallas, ejércitos y gloria. Le debemos mucho a El Libertador, pero lo suyo no era la administración pública.
Santander sabía que el gobierno siempre enfrenta decisiones difíciles entre fines alternativos, muchas veces meritorios ambos. Santander se dedicó a la gestión del Estado, que era esencial para lograr un país ordenado en el que fuera posible la libertad y el progreso.
Ustedes tienen ahora la responsabilidad de la administración pública. Responsabilidad viene de responder. Ustedes deberán responder por hacerlo bien o por hacerlo mal. Nosotros estamos pendientes de aconsejarles para que no cometan errores que se han hecho en el pasado, bien sea en Colombia o en muchos otro países sobre los que hay evidencia abundante.
Pedimos que respeten la Constitución y las leyes, que fue lo que hace dos siglos enseñó Santander. Esa es nuestra responsabilidad. Ustedes cumplan con la suya, que es hacer buena política pública. Sepan que después de ustedes vendrán otros, y a ellos les gustaría ver su obra y sentir admiración y respeto, y decir con humildad, “aprendimos algo de estas personas”. Y no que esas personas decidieron no aprender nada del pasado y desandaron décadas de avance duramente ganadas.
El futuro es muy largo, ministra, y cada actuación y cada firma suya será objeto de estudio y escrutinio. Le deseo lo mejor en su labor para que su función sea positiva para Colombia. Es lo que han buscado los colegas y jefes con los que he trabajado desde marzo de 1984, y a quienes rindo homenaje. Definitivamente, en mi concepto, se cuentan entre los mejores colombianos.