por Daniel Castillo Brieva
Con la intención de realizar exploración de hidrocarburos dentro de la Reserva de Biosfera Seaflower, en el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina por parte de la Agencia Nacional de Hidrocarburos se pone de manifiesto el poco valor que tienen para el Estado colombiano las zonas de conservación, en este caso las Reservas de la Biosfera. Para una buena contextualización de lo que está en juego y lo que se le puede venir pierna arriba a las islas recomiendo este artículo de June Marie Mow Robinson, ex directora de Coralina, quien hace una síntesis de los riesgos de esta iniciativa y de la incoherencia del gobierno nacional, así como este otro de Juanita León.
Uno esperaría que a comienzos del siglo 21 las ideas sobre la conservación de biodiversidad hubieran cambiado y estuviéramos tratando de ser creativos para diseñar áreas de conservación a “escala humana” en las cuales las personas tuvieran la misma importancia que la fauna y la flora. Pero parece que la cosa es al revés, cada vez se afianza más el modelo de Parques Nacionales Naturales soportado ahora por las concesiones “eco turísticas”. El modelo consiste en sembrar cercas, sacar a la gente porque somos depredadores, y mantener unos ecosistemas prístinos. Es decir crear sitios sin gente, que ahora solo pueden disfrutar (ver y no tocar) los que pueden pagar a la concesión, los eco turistas. Nosotros compramos el modelo desde los años 60s del siglo pasado, y por supuesto las naciones africanas no se quedaron atrás, aquí uno de los patéticos casos. A esto se dedicaron buena parte de los ambientalistas durante la segunda mitad del siglo 20.
Aceptar que las personas hacemos parte de los ecosistemas, y que es posible conservar biodiversidad mientras se vive de ella no es cosa fácil después de esa historia tan pesada de copia de conservación tipo Yellowstone. Y así tengamos en nuestras narices, pescadores artesanales, comunidades afrocolombianas, indígenas, agricultores y colonos que viven y utilizan de diversas formas el medio natural por mas “hot spots” de biodiversidad que sean, no entendemos que esos grupos humanos hacen parte de los ecosistemas cuya cultura también es importante para la biodiversidad.
Lo interesante es que el modelo alternativo ya está inventado y se llama Programa MAB (el Hombre y la Biosfera) de la Unesco. Fue creado a principios de la década del 70, con la idea central de mejorar las condiciones de vida de los seres humanos y salvaguardar los ecosistemas naturales. Tiene tres funciones fundamentales. La primera es fomentar el desarrollo económico, cultural y social manteniendo el ambiente natural. La segunda, es conservar la biodiversidad. Y la tercera tiene que ver con contribuir al conocimiento por medio de la investigación científica y el conocimiento de los pobladores locales. Esto soportado por un sistema de zonas de conservación, amortiguación y desarrollo. En Colombia para sorpresa de muchos existen cinco de estas reservas y las de nominación mas reciente son Seaflower y la Ciénaga Grande de Santa Marta.
Ante este panorama sugiero que nos preguntemos por posibles cambios institucionales: ¿Y si transformáramos los Parques Naturales en Reservas de Biosfera, con Oficina de Reservas de la Biosfera en el Ministerio y todo? ¿Y si tratamos de entender la conservación como un problema de bio y socio diversidad? ¿Qué tal que así las personas que viven en estas zonas se sientan incluidas también como sujetos de conservación y al final lleguemos a acuerdos de conservación mucho mas provechosos para la diversidad biológica y cultural? ¿Y no será que de paso se pueden construir rieles para las “locomotoras del desarrollo” producto de negociaciones menos radicales que las que hasta ahora hemos visto?