La Cuarta Brigada de Blindados Stryker de la II División de Infantería del Ejército de Estados Unidos, salió de Irak y entró a Kuwait en la madrugada del jueves. No iban victoriosos. Al contrario, atrás dejaban 4.419 soldados norteamericanos muertos y 31.000 heridos –miles de ellos lisiados para siempre- y a Irak en ruinas y devastado por los siete años y cinco meses de guerra.

La Cuarta Brigada de Blindados Stryker de la II División de Infantería del Ejército de Estados Unidos, salió de Irak y entró a Kuwait en la madrugada del jueves. No iban victoriosos. Al contrario, atrás dejaban 4.419 soldados norteamericanos muertos y 31.000 heridos –miles de ellos lisiados para siempre- y a Irak en ruinas y devastado por los siete años y cinco meses de guerra.
La salida de Estados Unidos de Irak no tuvo la resonancia mediática de su ingreso. Aquel mes de abril de 2003, el planeta vio el ataque en directo por televisión. ¿Quién no vio cómo los marines, nada más entrar en Bagdad, amarraron el extremo de una soga a la estatua de Saddam Hussein para derribarla? Luego vimos saquear los palacios de Saddam, los hospitales, las universidades y hasta el Museo Arqueológico, que albergaba piezas de más de 3.000 años de antigüedad, y vimos convertidas en polvo a decenas y decenas de bienes culturales que eran patrimonio de la humanidad.
Y también vimos el video del ahocarmiento -el 30 de diciembre de 2006- de Saddam grabado en un celular y muy a cuentagotas vimos las víctimas iraquíes: 100.000 civiles y más de un millón exiliados. También vimos las fotografías de las torturas a los prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib. Las imagenes le causaron tanta desazón a Fernando Botero que  hizo una serie de pinturas para, según sus palabras, “protestar contra semejante barbarie”.
Lo único que nunca vimos fueron las supuestas armas de destrucción masiva que dizque poseía el régimen iraquí de Saddam Hussein, y que fue el argumento principal de la Administración Bush para lanzar la guerra. Jamás aparecieron a pesar de haber visto a Donald Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos, en Naciones Unidas, mostrar unas fotografías y otras teóricas pruebas de su posible existencia. Por si fuera poco, jamás se comprobó que el régimen de Saddam hubieran tenido que ver algo con los terribles atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
Precisamente, estos sirvieron de argumento al entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe, para haber sido uno de los pocos Jefes de Estado que apoyó esa guerra: “Un país que ha padecido las consecuencias de la violencia (…) tiene la firme convicción de que la comunidad internacional debe impedir la proliferación de armas de destrucción masiva y prevenir oportunamente todas las formas de terrorismo”, dijo en su momento. Luego se supo que todo había sido un inmenso falso positivo de Bush para atacar a Saddam.
Eso lo intuía el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y millones de ciudadanos en todas las capitales libres del planeta que clamaban para que no hubiera guerra. Sin embargo, se hizo y Colombia la apoyó por decisión de nuestro entonces presidente. Ahora que la Cuarta Brigada de Blindados Stryker de la II División de Infantería del Ejército de Estados Unidos salió de Irak y de que el presidente Barack Obama dice que su país se equivocó en haber emprendido ese ataque, ¿nuestro ex presidente también pedirá perdón? ¿Aceptará Álvaro Uribe su equivocación al hacerse partícipe de uno de los mayores desastres militares de la historia?