Olga Lucía González
Olga Lucía González

Esta semana, la periodista y editora de género de El Tiempo, Jineth Bedoya, rechazó en columna pública una tentadora oferta: convertirse en la primera vice ministra de la igualdad de Colombia.

La razón que da Jineth Bedoya es simple: quiere seguir siendo periodista, quiere aportar desde ese lugar a la igualdad y a las mujeres.  

Su decisión es perfectamente coherente y lógica. No debería ni siquiera ser comentada, salvo que en Colombia, muchas cosas que son lógicas deben ser recordadas y subrayadas. Así lo haré, pues, en esta columna donde quiero tratar sobre el opaco asunto del poder y los periodistas.  

Es evidente que Jineth Bedoya no podría seguir haciendo periodismo, es decir contando los hechos, o investigándolos, si tuviera un alto cargo en el gobierno, pues tendría necesariamente que defender políticas del gobierno. Si mantuviera los dos puestos, los lectores del El Tiempo tendrían una visión sesgada en lo que se refiere a temas de género. Rompería así con el primer mandamiento de los periodistas, que es buscar la verdad de los hechos, y no la que le acomode al poder.  

Hacer público este ofrecimiento es, pues, un paso importante. Evidencia también que el poder busca “comprar” a periodistas. De toda evidencia, para el poder (éste o cualquier otro) tener a los periodistas de su lado es una buena “inversión”. Lo es, porque en el país estas cosas se manejan en privado en vez de discutirse en público. Lo es, porque reina la confusión de géneros. De hecho, no sabemos a cuántos otros periodistas les han ofrecido cargos o contratos interesantes, en este gobierno o en gobiernos anteriores. Y menos sabremos qué efecto han tenido estos contratos o cargos en la información que vemos. 

Es evidente, sin embargo, que esas inversiones tienen un objetivo: domesticar el periodismo. Es decir, quitarle el espacio de independencia que aún tiene. El periodismo colombiano está fletado por muchos intereses: el primero de ellos, el poder económico. Grandes grupos poseen los principales medios de comunicación, lo que de por sí debilita ya al periodismo, genera autocensuras, conflicto de intereses, y un largo etcétera que sería preciso ampliar en otra columna. 

El tema de ésta se refiere al poder político y su capacidad de influenciar a los periodistas, y a la conciencia que como lectores, oyentes o espectadores tenemos de ello. En Colombia reina la opacidad. No debería ser así, pues la información es un bien público. 

En otros países, los medios de comunicación se han planteado estas preguntas. Saben y defienden un modelo de periodismo más transparente. Reviso, por ejemplo, el código de deontología del medio independiente francés Mediapart, una referencia en la materia. 

En este medio se establecen reglas muy claras para garantizar la independencia económica de los periodistas. Copio y traduzco dos de sus reglas básicas: la primera, dirigida a evitar los potenciales conflictos de intereses de los periodistas; la segunda, dirigida a evitar los favores al gobierno o a grupos económicos:

  1. Los periodistas llenan y hacen pública una declaración de intereses en la que deben presentar sus actividades profesionales anteriores; su participación en los órganos de gobierno de las entidades públicas, privadas y corporativas; su participación financiera en el capital de una empresa, la tenencia de acciones o una cartera de acciones; su afiliación a un sindicato y/o a una asociación cuyo objeto se relacione con la sección del periodista; la actividad profesional de su cónyuge o pareja. Esta declaración de intereses se actualiza cada vez que cambia su situación.
  2. Los periodistas no aceptan ningún obsequio o favor, directo o indirecto, para evitar cualquier interferencia en su labor editorial. Los obsequios modestos recibidos en la redacción se comparten con todo el equipo. Todos los demás se devuelven sistemáticamente a su remitente. Los periodistas no participan en viajes pagados por empresas públicas o privadas. Ciertos viajes de prensa, en particular los organizados para que la prensa siga viajes oficiales, pueden estar sujetos a una exención concedida por la dirección editorial. Mediapart acepta que sus periodistas utilicen los autobuses puestos a disposición de la prensa para facilitar sus desplazamientos en viajes oficiales. Todos los demás gastos de transporte (tren, avión, etc.) y alojamiento corren a cargo de la redacción. La redacción se reserva el derecho de no publicar un artículo después de un viaje o un viaje de prensa, donde uno de sus periodistas habría sido invitados.

Las reglas que se da este medio francés son una garantía para el lector o espectador: estamos seguros de que el periodista no es juez y parte, de que no tiene intereses económicos, de que no aprovecha el poder que le da escribir en un medio para hacernos cómplices de sus intereses. Las reglas son lo opuesto de lo que sucede en Colombia, donde ignoramos todos los negocios, contratos, detención de acciones, participación en juntas, y mucho menos negocios o actividades del cónyuge. 

El párrafo referido a los favores, regalos, desplazamientos, pasajes, es también muy elocuente, y completamente opuesto a lo que se practica en Colombia, que es por el contrario hacer cola para estar en el primer círculo de los invitados a los viajes oficiales, recibir obsequios e invitaciones, y por supuesto, no decirles nada de esto a los lectores o espectadores. 

¿Cuándo cambiarán las cosas en Colombia? ¿Cuándo empezaremos a exigirles a los periodistas mayor transparencia, más independencia? ¿Por qué es importante hacerlo? Muchos colombianos leen o escuchan los medios como evangelios, como palabra sagrada. Hay predicadores muy bien instalados en esa tribuna, y de hecho cumplen la misma función que hace unos siglos tenía la autoridad de la iglesia: una suerte de altos prelados, cercanos al poder económico, cómplices del poder político e indiferentes a la crítica.

El gesto de Jineth Bedoya de rechazar un alto nombramiento porque quiere hacer primar su labor como periodista es un paso. Conviene ir más allá. Como sociedad, todos ganamos si les pedimos más transparencia y más independencia a los periodistas.

Es investigadora asociada de la Universidad Paris Diderot. Estudió ciencias políticas en la Universidad de los Andes, una maestría en historia latinoamericana en la Universidad Nacional de Colombia, una maestría en ciencias sociales en el Instituto de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Marsella...