Por: Javier Sabogal y Verónica Robledo amigos de Tío Conejo
Estamos cerca de que el país adjudique 97 bloques petroleros en la llamada Ronda Colombia 2014. Al respecto, prácticamente toda la discusión (que no es que haya sido mucha) ha estado relacionada con la exploración en tierra y, entre los aspectos de mayor debate, ha estado el interés de explotar yacimientos no convencionales y los posibles impactos que la fractura hidráulica (fracking) puede conllevar.
El sector de hidrocarburos tiene un gran potencial en la explotación costa afuera (offshore). Sin embargo, aún no se ha escrito casi nada sobre sus posibles impactos, a pesar de que 19 bloques se subastarán en el Caribe y el Pacífico. Es interesante ver lo poco que se mira el mar en un país en el cual éste corresponde a la mitad de su territorio.
Varios aspectos se pueden analizar sobre los impactos de la exploración y explotación offshore: manejo de residuos, derrames, contaminación del agua y afectación de áreas de pesca, entre otros. Sin embargo, me enfocaré en el posible efecto que tienen estas actividades en la vida marina, en especial en especies como las ballenas.
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Los cetáceos ya están sufriendo las consecuencias del cambio climático y algunos estudios encuentran que pueden darse cambios en la distribución, abundancia, rangos de migración, estructuras comunitarias, distribución y disponibilidad de presas, y éxito en la reproducción, entre otros impactos a estos mamíferos. Por ejemplo, la evidencia científica señala que el calentamiento global restringe su hábitat y algunas ballenas migratorias, como la jorobada, pueden tener aumentos en sus distancias de migración incrementando sus requerimientos energéticos. Pero las ballenas no solo se están enfrentando al cambio climático. Parece que ahora tienen un nuevo visitante en casa: las petroleras.
La explotación de hidrocarburos puede tener tres impactos negativos para la especie: pérdida de hábitats, contaminación (por ejemplo por derrames) y posibles daños auditivos. Sobre el último caso, estudios en campo han demostrado que las ballenas demuestran aversión al ruido generado por la exploración y explotación petrolera. Esto es grave debido a la gran dependencia que estos animales tienen de su aparato auditivo para comunicarse y desplazarse.
En ese sentido, y después de mirar que varios bloques del mapa presentado por la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) a la Ronda 2014 se cruzan con las rutas de migración de las ballenas yubartas que viajan al pacífico colombiano para reproducirse, valdría la pena preguntarse si el gobierno ha tenido en cuenta lo anterior para evaluar las solicitudes que presentaron las empresas que ejecutarían los proyectos.
Algunos proyectos offshore han tenido que revisarse y reestructurase después de tener en cuenta la ruta migratoria de las ballenas. Por ejemplo, un proyecto eólico en las costas de Rhode Islands y Massachusetts en Estados Unidos restringió los periodos de construcción y otras actividades relacionadas durante las temporadas de paso de las ballenas. Asimismo, se establecieron medidas adicionales de protección, incluyendo mayor monitoreo a las actividades de estos mamíferos, uso de tecnologías de reducción de ruidos y límites de velocidad de los vehículos, entre otras.
La importancia de que el sector de hidrocarburos tenga en cuenta a las ballenas no se basa únicamente en que la yubarta es un animal grande, bonito y carismático que hay que conservar. Estos animales son fundamentales en la cadena alimenticia del ecosistema marino y, adicionalmente, a futuro gran parte de la apuesta de desarrollo de la región del Pacífico debe basarse en un turismo sostenible, que aproveche la riqueza de biodiversidad de la zona y el atractivo que representa ver a las ballenas en su hábitat natural. La exploración y explotación petrolera no debe poner en jaque esta oportunidad.
Eso le contaron a Tío Conejo.
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