En Estados Unidos, que han sido los promotores de la “guerra contra las drogas”, ahora se permiten iniciativas mucho más alineadas con los Derechos Humanos y la Salud Pública, sin necesidad de estar pidiendo a los cuatro vientos reformas a las convenciones internacionales de drogas.º
Por Julian Wilches @Julianwilches
En Estados Unidos, que han sido los promotores de la “guerra contra las drogas”, ahora se permiten iniciativas mucho más alineadas con los Derechos Humanos y la Salud Pública, sin necesidad de estar pidiendo a los cuatro vientos reformas a las convenciones internacionales de drogas.º
Entre el 20 y el 25 de marzo recorrí cinco ciudades de EEUU por invitación del Centro Katal, con el propósito de conocer varias iniciativas locales y compartir experiencias sobre la importancia de la Ungass 2016 para EEUU y Latinoamérica. El pragmatismo de los gringos se hace evidente al permitir algunos experimentos a nivel local y estatal, que luego eventualmente se traducen al nivel federal.
Las prioridades en cada ciudad son diferentes y las respuestas de las comunidades y las instituciones así lo muestran. Es claro que el sistema federal, en este caso, facilita la toma de decisiones en los estados, aún en contravía de las leyes federales; pero también es claro que el nivel federal se está permitiendo mayor flexibilidad frente a los temas de drogas.
En Atlanta, la primera parada, al sur de Estados Unidos, las discusiones sobre las drogas están íntimamente ligadas a las cuestiones raciales, al desarrollo social y a la forma en la que se diseña y se aplica la justicia.
Frente a esta situación, la propia comunidad tomó la decisión de ser parte de la solución y promueve iniciativas comunitarias como Project South, que trabaja alrededor de la educación popular. Esta iniciativa está orientada a darle herramientas a esos jóvenes que se quedan atrapados en el círculo vicioso de la cárcel y los negocios ilegales de drogas.
Lección: las comunidades organizadas toman el control y transforman
Por su parte, en Denver todo gira alrededor de la marihuana en todas sus formas, colores, olores y sabores. Se ha desarrollado un negocio de cultivos, procesamiento, distribución y venta tan rentable que sorprenden las fuertes medidas de seguridad que tienen cada una de las etapas de la cadena.
En Colorado optaron por un modelo abierto de regulación, es decir, poco proteccionista y dejando en manos del mercado la competencia y el comportamiento de sus actores. La publicidad, la competencia y el enfoque de mercado, permiten prever que en Colorado habrá, en el futuro, cada vez menos jugadores en el negocio legal de la marihuana, pero que estos serán cada vez más grandes.
Ahí visité un dispensario de marihuana y sus derivados. La dueña, una de las pocas mujeres afrodescendientes que se ha abierto paso en este negocio, contó que todos los días recibe correos de madres alrededor del mundo pidiendo aceites o derivados del cannabis para tratar las enfermedades de sus hijos. Sin embargo, sacar esto productos del Estado está prohibido por la ley federal. Ella también contó que su perro murió de cáncer hace unos meses pero mientras vivía pudo tratarlo con derivados de la marihuana cultivada, procesada y adquirida de forma legal. Ella nos compartió el dolor que le causa saber que un perro en Colorado tenga derecho a tratamiento con derivados del cannabis, mientras que un niño en Colombia o en otros países no.
Lección: la regulación es posible y cada país debe tomar las decisiones que se ajusten a sus necesidades y capacidades.
En Seattle, en el estado de Washington, la marihuana también es legal, pero el tema que más ocupa la agenda es la epidemia de heroína que vive la ciudad. En esto trabajan, juntos, el gobierno local, incluido el fiscal general de la ciudad y el jefe de la policía, junto con la comunidad. Jóvenes en tratamiento o que son parte de los programas de reducción de daños de la ciudad se sientan en la misma mesa con policías activos para identificar la forma de tratar la situación.
La ciudad ha aprendido de su vecina Vancouver, que desde hace más de diez años tiene, entre otras cosas, centros donde los usuarios de drogas pueden usar las sustancias de forma segura. Después de más de un millón de ingresos a estos centros en Vancouver, no se registra una sola muerte por sobredosis y se ha reducido el contagio de enfermedades como el sida y la hepatitis, que son enfermedades mortales. En Seattle todo se trata de la reducción del daño y la salud pública de los individuos.
Lección: la salud pública puede estar en el centro del debate. El diálogo fluido y constante entre autoridades y comunidades da como resultado políticas que responden mejor a las necesidades de la gente, con los recursos disponibles.
La cuestión es bien diferente en Chicago, donde la agenda es diversa y lo que se discute va desde la justicia social, la reducción de penas para delitos no violentos asociados a las drogas y la descriminalización de los consumidores, pasando por las tensiones raciales y los movimientos sociales que promueven una reforma a la política de drogas.
La Iglesia de la Trinidad, la misma a la que Obama solía asistir, es un actor activo en este debate. Los pastores y las comunidades han visto a varias generaciones de jóvenes transitar ese espiral de falta de oportunidades, poca educación, desempleo y drogas, para terminar finalmente en la cárcel o el cementerio. Por eso promueven soluciones que integren a estos jóvenes a la sociedad antes que al sistema de justicia penal.
También hay programas para dar viviendas (temporales y permanentes) a habitantes de calle que además son usuarios de drogas o que tienen enfermedades mentales. Ingresar o usar drogas en estos lugares está prohibido. Sin embargo, nunca los revisan a la entrada ni fiscalizan lo que las personas hagan al interior de sus habitaciones/apartamentos. En estos lugares hay servicios de salud permanentes, de forma que previenen o controlan las sobredosis de los usuarios. Los acercan a la oferta de salud en lugar de criminalizarlos.
De facto, estos lugares, además de proveer de casa a estas personas, son centros de consumo seguro, con servicios sociales y de salud, que reducen el daño que los usuarios de drogas se hacen a sí mismos y a su entorno. Y esto es financiado por el gobierno federal de EEUU.
Lección: Hay mucho por hacer en el marco de las convenciones de Viena. Pequeñas iniciativas locales pueden perfilar cambios a mayor escala a medida que se va avanzando.
Finalmente, en Nueva York participé en un evento donde había personas que alguna vez fueron usuarios de drogas, otras que promueven el acceso a la justicia para los latinoamericanos en EEUU y en el público había consumidores, expertos e investigadores. Una vez más, brillaron las iniciativas locales y comunitarias que promueven mejorar el acceso a los servicios de justicia y de salud. Las personas han venido tomando el control y el gobierno estatal y federal los han apoyado en mayor, menor o en ninguna medida.
Lección: las discusiones en las que se permite la voz de quienes se ven afectados por las políticas de drogas son necesarias. Las comunidades también pueden tomar el control.
Sin duda una de las conclusiones de este “tour de drogas” es que hay muchas cosas por hacer en entornos locales y nacionales. Las convenciones de estupefacientes de Viena no pueden seguir siendo la disculpa para que las comunidades, la sociedad civil, los gobiernos locales y nacionales no participen y promuevan mejores políticas de drogas.
Otro asunto evidente es que las políticas de drogas deben responder a las necesidades y a las capacidades locales. Cinco ciudades de Estados Unidos son sólo una pequeña muestra pero salta a la vista que las realidades son muy distintas y así mismo lo son las respuestas de las comunidades y los gobiernos. Las alcaldías y gobernaciones en Latinoamérica pueden involucrarse más en estas soluciones para sus ciudadanos, y deben tener un mayor apoyo y orientación de las entidades del orden nacional.
De hecho, estas cinco ciudades son un ejemplo de cómo pequeñas iniciativas locales pueden tener un amplio efecto global. La regulación de la marihuana medicinal en veintitrés estados y la recreativa en cuatro, por ejemplo, han ido modificando la posición del gobierno federal en cuanto a los tratados internacionales en esta materia. Lo anterior, a tal punto que para la Asamblea de Naciones Unidas que abordará esta discusión este mes, Estados Unidos promueven una interpretación más flexible de las convenciones.
Mientras que en Estados Unidos no se promueve una reforma a la política de drogas desde los tratados internacionales, en lo doméstico avanzan hacia un enfoque más moderno y conectado con los Derechos Humanos y la Salud Pública. En contraste, en Latinoamérica los líderes se muestran más a favor de una reforma pero al interior de los países los cambios parecen ir, en ocasiones, como el cangrejo.