Juan Alberto Londoño*
Una vez aprobada la reforma tributaria presentada por el Gobierno del presidente Gustavo Petro resulta interesante hacer una comparación frente a la propuesta de reforma que presentó el ministro Alberto Carrasquilla en el gobierno de Iván Duque. Según la Primera Línea y los medios de comunicación, ese proyecto de Carrasquilla incendió el país, desencadenó en su renuncia, terminó en el retiro de la reforma y en la misma elección de Petro como presidente.
Así las cosas, resulta interesante hacer una reflexión de por qué ahora Petro sí logró pasar una tributaria y la del ministro Carrasquilla tuvo que ser retirada.
Lo primero que hay que decir es que la coalición de Gobierno del presidente Petro es una aplanadora que en ningún momento tuvo el presidente Iván Duque. Con dolor, habiendo sido parte de su Gobierno y de la cartera de Hacienda, me atrevo a manifestar que el presidente Petro sí sabe para qué es el poder y el presidente Duque nunca entendió cómo se ejercía.
Este Gobierno sí lo ha entendido. Tanto que ha impuesto su agenda de manera absolutamente contundente, no sólo en materia económica, sino en cada uno de los sectores en los que el presidente ha puesto su atención. Mención especial merece el activismo político de nuestros jueces, que para colmo declararon inexequible la primera reforma tributaria del Gobierno anterior, y lo sometieron a un mayor desgaste político.
La segunda reflexión tiene que ver con nuestro Congreso y nuestros partidos tradicionales. En la teoría, en un sistema democrático la separación de poderes es la encargada de garantizar los contrapesos necesarios entre las distintas ramas del poder público. Sin embargo, el legislativo, salvo contadas excepciones, resultó ser únicamente un trámite de forma sin ningún aporte o contradicción necesaria en un ejercicio democrático, mereciéndose una mención especial el Partido Conservador.
El partido resultó más camaleónico que el propio Roy Barreras. Pueden ser partido del Gobierno de Álvaro Uribe, de Juan Manuel Santos, de Iván Duque y del mismo presidente Petro. Hoy ser conservador significa una coherencia en un principio, ser partido de Gobierno.
Hablando del contenido de la ley, también resulta lamentable ver como se traicionó y dejó a un lado la seriedad y el rigor técnico por adoptar posturas dogmáticas en contra del crecimiento y la inversión. Un consenso de académicos, centros de pensamiento y analistas de mercado coincidieron en que la reforma planteada por Carrasquilla estaba bien encaminada al reducir la carga fiscal de las empresas, ampliar la base de contribuyentes en renta, así como el número de productos gravados con IVA y su respectiva compensación para los más vulnerables, con el propósito de gravar a quienes tenemos capacidad de pago, en favor de quienes están en condiciones de vulnerabilidad.
Era una reforma progresiva, según su impacto en el Gini del país. Sin embargo, el momento político y la falta de claridad y pedagogía para explicarla la hizo inviable. No supimos conectarnos con la ciudadanía, en una época en la que la claridad técnica sin saber el precio de una docena de huevos se vuelve insuficiente.
Estos mismos agentes, de igual manera, manifestaron sus reparos y preocupaciones con la reforma hoy aprobada. Sin embargo, esta se aprobó sin ningún ajuste sustancial en contravía de la sostenibilidad de las finanzas públicas y la inversión en el país.
Preocupa extremadamente ver como se quiere matar a la gallina de los huevos de oro al cargar la reforma en el sector extractivo y en especial en Ecopetrol. Con tristeza se observa que académicos del nivel del ministro Ocampo dejen de lado cualquier rigor técnico para defender tesis que carecen de toda lógica contable, financiera y económica y con eso justifiquen medidas como la no deducibilidad de regalías. Colombia se convierte en el segundo país en el mundo en hacerlo, al lado de Zambia. El país debe entender que tanto generar riqueza como ahuyentar la inversión beneficia y perjudica a todos los ciudadanos y al país en general.
Frente a la reforma retirada del Gobierno Duque, mención aparte merecen los gremios económicos, pues haciendo un análisis de su efectividad algunos resultaron siendo un convidado de piedra. Con el argumento de conjurar el estallido social de 2021, se fueron en contra de la iniciativa argumentando que ante tal situación los recursos tributarios requeridos los debían pagar las empresas y no debía gravarse a las personas. Bajo ese argumento acabaron con la posibilidad de tener un sistema tributario más justo y progresivo y se vendieron como los salvadores de la patria y la muralla contra el populismo.
Hoy, aprobada la tributaria, en la cual no fueron tenidos en cuenta, como se dice coloquialmente, los volvieron a clavar, llevando su tributación a niveles que ponen en riesgo la competitividad y la inversión. Valientes los que alzaron su voz y defendieron los postulados de la economía de mercado, la legalidad de las industrias, la libre competencia, la iniciativa privada y el valor de las empresas en la generación de capital para el beneficio de la comunidad. Creo que hoy por hacer su trabajo de forma responsable, tienen los días contados.
En cuanto a los efectos que implicará nuestra nueva estructura tributaria, causa tristeza ver como el ministro Ocampo responsabiliza al sector privado de los efectos de las políticas y planteamientos del Gobierno nacional, acusándolos de causar pánico económico. Ya es hora de qué se responsabilice de sus actos, entienda las consecuencias de sus dogmas económicos y sus efectos en la confianza que generamos en los mercados, nuestras tasas de interés y nuestra tasa de cambio.
Igualmente, debe mencionarse que el Gobierno aprobó la reforma qué radicó, el único cambio resultó ser el menos progresivo, el más inequitativo y el que protege a la privilegiada minoría. El gran logro del Congreso consistió en no gravar las altas pensiones. En este caso la ideología no importó, es evidente que los congresistas defendieron sus intereses individuales y dejaron de lado cualquier otra postura, todos en una sola voz prefirieron defender sus prebendas que pensar en el país.
Mi conclusión de este análisis, sin duda alguna, es que Gustavo Petro es un fenómeno político. Sabe dirigir a las masas de manera excepcional, supo movilizarlas a las calles y generar una gran crisis social para hundir la tributaria de Carrasquilla y generar el ambiente propicio para su candidatura presidencial, para aprobar en un Congreso entregado y hábilmente conducido, su reforma cargada de ideología, sin rigor técnico, altamente inconveniente para la sostenibilidad fiscal del país y frente a la cual pudo contener cualquier asomo de inconformidad.
De igual forma, se observó la ausencia de liderazgo en el sector privado y en muchos casos la apatía. Eso nos debe llevar a reflexionar si la forma de hacer política, dirigir y comunicar cambió. Y si podemos adaptarnos a esta nueva realidad y a la manera en que nos debemos relacionar con la sociedad, que demanda de sus líderes una mayor comprensión.
*Juan Alberto Londoño es columnista invitado de La Silla Vacía. Fue viceministro General del Ministerio de Hacienda durante el trámite de la reforma que propuso Alberto Carrasquilla. Después de que la reforma fracasó y debió ser reiterada en medio del Paro Nacional, Carrasquilla y Londoño salieron del Gobierno de Iván Duque.