El Presidente Pastrana llamó la atención sobre el proceso de descomposición y disolución que vive el Partido Conservador; el Presidente del Partido,  José Darío Salazar, le respondió que más de dos millones de votos lo saludaban.  Dos millones derrotados y rodando hacia el abismo; los conservadores perdieron 50 alcadías y quedaron con una sola gobernación, la del Putumayo.

Es evidentemente un partido en extinción. Los votantes lo castigaron en las elecciones pues los escándalos de corrupción que lo rodean no convocan el respaldo de las masas.

Apareció hace pocos días el escándalo por Ingeomimas donde resultaron implicados, otra vez, los congresistas conservadores. Según la investigación de Caracol –iniciada por las denuncias que hiciera el exMinisitro Rodado señalando que en Ingeominas había una piñata de títulos- nueve congresistas visitaban con frecuencia al entonces Director Mario Ballesteros, de ellos seis son godos (tres de ellos ya en la cárcel). Las visitas eran, claro, para obtener beneficios y acomodar negocios que no cumplen con los requisitos legales.

Vale recordar los exabruptos de SuperNotariado; según informa la prensa, los congresistas recibían notarias y nombraban amigos -algunos llegan al extremo de cobrarles un porcentaje de sus salarios-, otros simplemente obtenía el beneficio mediante el nombramiento de sus parientes en las notarias.

Está también el escándalo de los bienes de Estupefacientes,  donde le fenómeno era casi el mismo; bienes para sus familiares o amigos de los cuales reciben también réditos económicos. Aquello dio para que los gringos dijeran que se le quitaban los bienes a una mafia para que se los apoderara otra. Así quedó manchado el Partido con ese título. Pero ahí no se detiene: Parapolítica, Cajanal, FondeLibertad…

Las directivas azules han permanecido calladas ante semejante holocausto moral interno. Esa falta de transparencia fue lo que sancionaron los votantes; al contrario del triunfo de Petro en la Alcaldía; que se explica –en gran medida- porque él tuvo la entereza de denunciar la corrupción que corroía su propio partido. El voto que lo acompañó le reconoció entereza moral y compromiso con la nación por encima de los partidos.

La política no puede tolerar que sus líderes estén usando el poder público para su benéfico personal. Es responsabilidad de los partidos vigilar y denunciar. El Partido debe expulsar a los corruptos, sancionarlos; al menos denunciarlos.  Eso no lo ha hecho el Partido Conservador, quienes ocupan los altos cargos conservadores encubren con su silencio, algunos incluso están involucrados en esos mismos escándalos.

Por eso son tan significativas las críticas del expresidente Pastrana y de algunas voces aisladas del partido que señalaron la necesidad de la renuncia de las directivas, que predijeron la derrota y exigen acciones purificadoras. Todo eso resuena entre todos los militantes, que no toleran la corrupción. Hay, sin embargo, resistencia en ciertos sectores conservadores en celebrar las palabras de Pastrana, y no porque no se compartan, sino porque esos uribistas-conservadores consideran inconveniente reconocerle vocería a Pastrana por el enfrentamiento que tiene con Uribe.  

Hay que llamar la atención en que los uribistas no pueden sacrificar la discusión sobre la moralidad del Partido por un conflicto entre los dos exmandatarios. El uribismo comete un error al permanecer callado, pues los corruptos utilizan el uribismo para esconderse, se dicen perseguidos por su respaldo a Uribe, cuando aquello nada tiene que ver. Esos no atienden a una agenda política, sino a los negociados personales, y así deben ser señalados por todos los conservadores.

Por eso es loable la actitud del expresidente Pastrana que ha señalado la podredumbre que ya no puede ocultarse. Es de cuestionar la posición de las directivas conservadoras que le tienen más lealtad a sus pares que a los ideales que representa el partido.

¿Debe la Directiva conservadora renunciar? ¿Cómo puede la comunidad azul obligarlos a salir?