El partido continúa y Juan Manuel Santos toma la pelota y en una acción relámpago logra el apoyo efusivo y público del Partido Conservador y el tímido pero casi seguro del Partido Liberal. Un gol más con unas consecuencias muy favorables para sus intereses. Él en teoría suma otro millón y medio de votos –892.323 godos y 636.626 rojos–. Pueden ser mucho menos pero es una cifra muy importante. Al momento de escribir estas líneas, Santos sigue avanzando y busca la adhesión –que se da casi por descartada– de Germán Vargas Lleras –1.471.377 votos–.
Entre tanto, Antanas Mockus le dice no a las alianzas y limita las adhesiones a “los ciudadanos” y a “los abstencionistas” para no repetir el “Frente Nacional”. Nuevo autogol. ¿Por qué?
Por varios factores. Para ganar unas elecciones se necesita un aparato político que los verdes se niegan a fortalecer. Es loable su propósito de jugar limpio y buscar el poder a través del mandato que les den los electores a conciencia. El problema es que alguien tiene que ir a convencerlos, a transmitirles sus ideas, sus programas, sus tesis. Y eso lo hacen los políticos, los dirigentes que saben de eso. Pero Mockus se empeña en rechazarlos y ese es un error que le puede costar las elecciones. El insiste en asociar “político” a personaje indeseable. Si bien hay muchos que son unos hampones que deberían estar en la cárcel, hay otros que se han jugado la vida por construir un país decente.
Personalmente conozco a Rafael Pardo y a Gustavo Petro y la valentía con la que ambos enfrentaron el paramilitarismo y asumieron la defensa de las victimas de este fenómeno es ejemplarizante. De entrada, haberles dicho “que no”, “que gracias” es restar cuando urge sumar.
Cualquier organización política con vocación de poder debe tener unos cuadros que articule todas las acciones. Al dejar esto en manos de algo tan etéreo como “abstencionistas” y “ciudadanos”, corre el riesgo de que su propósito se diluya. Pero, hagamos un ejercicio hipotético y digamos que a Mockus le sale bien su deseo y de la noche a la mañana cinco millones de ciudadanos reflexionan y les parece que lo que está haciendo Santos es un asco y deciden ir a las urnas y votar verde para sumarse a los tres millones de la primera vuelta y se consiguen los ocho millones de votos para ponerlo en la presidencia. ¡Ganaría el partido de manera histórica!
Sin embargo, hay otros factores que en apariencia son marginales y banales pero que un país como el nuestro cuentan. Las elecciones no son por allá en un año sino en menos de 18 días. En estos escasos minutos para acabar el partido hay dos puentes festivos, mucha gente se va de vacaciones –salen colegios y universidades- y el domingo día de elecciones hay partidos de fútbol, entre ellos uno de Brasil.
Y, ¿si pierde? ¿Entonces? ¿Qué hará Mockus? ¿A quién se le exigen cuentas al día siguiente para seguir en la construcción del proyecto político? A esa masa de “abstencionistas” y de “ciudadanos” que van por la calle bajo el paraguas del anonimato. Como ejercicio pedagógico puede salir muy bien y dar una lección ejemplarizante. Pero los que votaron por él en primera vuelta, los que lo siguen, lo que quieren es que gane las elecciones, gobierne y cambie desde el poder las cosas que les disgusta.
La política es el arte del realismo. Ahí está el ejemplo de Obama. Una nueva filosofía de hacer política, una oratoria seductora, una apuesta limpia para construir una sociedad mejor y sacar de la presidencia a un gobierno mentiroso que privilegiaba a los ricos, que montaba “falsos positivos” para atacar a otros países, un propósito para invertir más en educación, un llamado a los jóvenes para que participaran, un uso muy fuerte de las nuevas tecnologías. Todo eso, sí, pero con la estructura gigantesca de la maquinaria de partido demócrata convenciendo a la gente en cada esquina, en cada estado.
Entre tanto, Santos se sigue moviendo con un pragmatismo para ganarle a Mockus la presidencia sino además obtener más votos de los que obtuvo Álvaro Uribe y así poder empezar a escribir su propia historia. Tiene vocación de poder.