De ese plácido mundo en que los expresidentes se encerraban en sus asuntos privados y no salían a manifestarse en política activa porque se suponía que ya habían tenido su oportunidad para bien o mal -generalmente mal-, haber dirigido los destinos del País, pasamos a la realidad actual en la que los expresidentes terminaron siendo protagonistas políticos en Colombia.
Nada más ilógico que la política colombiana. Por cuenta de no sabemos qué recónditas aspiraciones, se acabaron los días en que los ex presidentes se dedicaban a hacer negocios, buscaban nombramientos para sus familiares mas cercanos, tomaban whisky a costillas de los que fueron funcionarios en sus respectivos gobiernos, compraban obras de arte o escribían poesía; todo esto sin untarse de política, mas allá de lo que se necesita para pedir uno que otro empujón burocrático para sus delfines o algún amigo varado.
De ese plácido mundo en que los expresidentes se encerraban en sus asuntos privados y no salían a manifestarse en política activa porque se suponía que ya habían tenido su oportunidad para bien o mal -generalmente mal-, haber dirigido los destinos del País, pasamos a la realidad actual en la que los expresidentes terminaron siendo protagonistas políticos en Colombia.
Esa absurda involución de nuestra política contemporánea podría tener origen en el malhadado articulito constitucional reformado por Alvaro Uribe. Cambio que pese a tener un único y personal fin, terminó habilitando además de las reelecciones presidenciales consecutivas, las de los antiguos ocupantes del Solio de Bolívar que aún están vivos. Hoy, ellos tienen la opción legal de volver a aspirar a la presidencia, tal vez para que puedan hacer todo aquello que no pudieron mientras fueron presidentes.
El primero en abrir la senda de participación política electoral ex-presidencial, pese a que constitucionalmente es el único Ex que no podría volver a aspirar a serlo, es Alvaro Uribe.
Durante este cuatrienio lo hemos visto convertirse en el jefe de la oposición al gobierno. Ha empezado una campaña política para recuperar el poder a través de las posiciones que piensa ganar con sus áulicos en el congreso de la república. Pensará seguramente que, así como reformó una vez un articulito, teniendo mayorías en el congreso, fácil será volver a hacerlo.
De igual manera, una aspiración a repetir explicaría el por qué Andrés Pastrana ha empezado a actuar como candidato durante los últimos años.
Quedó claro al inicio del mandato de Juan Manuel Santos, que Pastrana fue uno de los beneficiados en la conformación del gabinete, muchos de los “pastranistas” terminaron nombrados en ministerios y altas responsabilidades en el gobierno.
Sin embargo, cuando se notó que igual tratamiento se le dispensaba a su enemigo de toda la vida, el también ex presidente Samper, Pastrana empezó a distanciarse de Juan Manuel Santos.
Poco a poco ha intentado horadar las relaciones del partido conservador con el gobierno actual, se convirtió en crítico acérrimo del manejo que se le dio al litigio con Nicaragua -viendo la paja en el ojo de Santos, sin ver la viga en el suyo propio- y dejó claro que, quien tenga algún contacto con el ex presidente Samper, es declarado enemigo por Pastrana.
Para nadie es un secreto que el presidente Santos tendió puentes con el liberalismo en todas sus vertientes y por supuesto, no solamente le ha dado juego importante al sector Gavirista que hoy controla a su antiguo partido, sino que la mermelada ha alcanzado también las toldas Samperistas.
Esa pareció ser la gota que rebosó la copa de Pastrana y decidió prender el ventilador con sus memorias, ahí se va lanza en ristre contra los expresidentes liberales y contra el mismo Santos.
En las discusiones derivadas de su libro “Memorias Olvidadas”, acusó al expresidente Gaviria, no solo de haber sabido -y no haber hecho nada-, que el Cartel de Cali había aportado dinero a la campaña de su entonces rival, el candidato Samper en la contienda de 1994, sino que recordó la supuesta alianza del gobierno Gaviria con el Cartel para enfrentar a Pablo Escobar. Llamó a Gaviria, el “eslabón perdido del Cartel de Cali”
Por supuesto, su enemigo íntimo, el ex presidente Samper no se salvó de las acusaciones; en su libro, Pastrana publica una inédita carta suscrita por quienes parecen ser los hermanos Rodríguez Orejuela, según la cual afirmarían que Samper si sabía de los aportes mafiosos a la campaña que lo llevó a ser presidente.
Mas allá del calibre de los insultos de riposta, en los que Cesar Gaviria tildó de “estúpido y loco de atar” a Pastrana. Lo nuevo de este capítulo que parece no tener fin, son sus afirmaciones; según las cuales, las conversaciones interceptadas a los Rodriguez Orejuela daban cuenta de que el Cartel de Cali también habría hecho aportes a la campaña del candidato Pastrana. Esta es una versión que siempre se escuchó en el mundillo político y también en el de la inteligencia del Estado pero que nunca se había ventilado públicamente por un testigo calificado y oficial, como lo es Gaviria.
Todas estas disputas tienen un alto contenido de lucha por el poder político, Uribe lo dice abiertamente y dirige una campaña electoral. Cesar Gaviria es un referente esencial en el manejo del partido Liberal de la mano de su hijo Simón, a quien está conduciendo como futura carta a la presidencia de Colombia. Samper hace lo propio dentro de sus limitaciones de imagen; sin embargo, es un jefe natural, no solo de su partido sino de los altos compromisos políticos que permiten gran parte de la gobernabilidad del País y Pastrana pareciera no querer quedarse atrás, moviéndose políticamente para retomar las riendas del partido conservador y mediáticamente tratando de ponerse en el partidor como la tercería que el País pareciera estar buscando.
Si alguno de ellos o todos, tienen aspiraciones reeleccionistas “per se” o en cuerpo ajeno, es algo que no dicen en público pero, actúan como candidatos, se comportan como candidatos y se encuentran habilitados para ser candidatos.
Mientras eso sucede, en medio de esta pelea parecería estar quedando claro que el Cartel de Cali no tuvo uno sino tres periodos presidenciales.