Germán Vargas LLeras, gran favorito para ganar las elecciones Presidenciales 2018, renuncia a su cargo de Vicepresidente para enfrentar; no solo a sus rivales, sino a sus propios demonios.
Germán es un privilegiado del poder, desde niño hacia lo que le daba la gana en los pasillos del palacio presidencial y su vida ha sido una constante espiral en la que ha conseguido lo que se ha propuesto en la política.
Formado en la hegemonía bipartidista en el siglo pasado, desde muy joven accedió a todos los cargos de elección popular, fue desde concejal de Bogotá, hasta Presidente del Senado y recorrió en búsqueda de votos todas las regiones del País sin pararse a reparar sus orígenes, votos son votos.
Vargas Lleras ha sido el único político del más rancio bogocentrismo que se ha atrincherado en el poder político regional de frente, sin asco y sin contemplaciones; desde Julio Cesar Turbay (cuya cuna no fue de oro como la de Germán), no ha habido un político tan hábil para construir alianzas con la clase política. Vargas ha tejido sus redes teniendo siempre en mente su meta: llegar a la Presidencia de la República, en ese trasegar abandonó a su partido, el Liberal y terminó adueñándose de Cambio Radical, donde ejerce el poder sobre sus huestes con disciplina de perros.

Su gran apuesta en el congreso, en donde labró su imagen nacional, fue reivindicar el honor militar, enfrentar y desenmascarar las trapisondas de las FARC y el País lo empezó a ver presidenciable cuando, gracias a sus denuncias, le asestó un golpe mortal al proceso de paz de Pastrana con esa guerrilla.
Vargas fue el único de los pesos pesados del Congreso que –yéndose del partido liberal-, hizo campaña primero y fue aliado después, del primer gobierno de Álvaro Uribe, de su política de seguridad democrática y en esa luna de miel fue pieza clave para la aprobación de la primera reelección de Uribe; mucho se especuló sobre la existencia de un acuerdo -algunos dicen que fue explícito y otros, que fue tácito – según el cual, URIBE se habría comprometido a que, después de su segundo periodo, apoyaría la candidatura de Vargas Lleras para sucederlo.
Sea o no cierto, lo que sí ocurrió fue que, una vez URIBE intentó su segunda reelección, Vargas Lleras se convirtió en uno de sus principales enemigos y contradictores, claramente vio que sus aspiraciones presidenciales se le escapaban de las manos después de haber hecho la fila disciplinadamente. Las movidas de su partido en el Congreso fueron a la postre parte fundamental de la caída, en la Corte Constitucional, de la segunda reelección y ya sin URIBE en el ruedo, Vargas lanzó su campaña presidencial en 2010. La estrategia no le funcionó: Santos, con cabeza fría se hizo ungir por URIBE; quien, entre otras razones, se la jugó con Juan Manuel para atajar a Germán, que ya para entonces era uno de sus más enconados enemigos.
URIBE impuso a Santos y derrotó a Vargas, de quien siempre se dijo había presentado el mejor plan de gobierno y había hecho las mejores propuestas en esa campaña. Pero, como la política es dinámica, Santos inició la traición contra URIBE ofreciéndole el Ministerio de Defensa al ‘derrotado’ Vargas Lleras; fue tal el enojo de URIBE al sentir la primera bofetada de Santos, que logró ‘bajar’ a Vargas a ministro del Interior y de Justicia. Ahí empezó el periplo por la rama ejecutiva de Vargas, siempre de cara a seguir acrecentando poder con miras a convertirse en presidente. En una reacción menos biliar y más serena que en las épocas de URIBE, vendió cara la espera de su aspiración y aceptó ser la fórmula vicepresidencial de Santos II con la condición de que el periodo presidencial fuese bicéfalo: Germán y Cambio Radical se encargarían de la infraestructura y vivienda y Santos se quedaría con el resto del gobierno junto con los demás partidos de la Unidad Nacional.
Extrañamente, los dos han cumplido sus acuerdos y pese a este gobierno bicéfalo y fragmentado, no han existido zancadillas entre este par de monstruos de la política. Germán, astuto como el que más, usó el poder que negoció aceptando la vicepresidencia para aumentar sus huestes regionales: en el 2015 se jugó su prestigio para ganar las elecciones en estratégicos nichos electorales municipales y departamentales, direccionó recursos a cambio de fidelidad política para con él y su partido, ayudó a elegir a Enrique Peñalosa; en resumen, fue el gran triunfador de las regionales con miras a garantizar los votos amarrados que le sirven de ‘capital’ para su aspiración 2018.
Pero, al gran ganador, al animal político más fuerte que tiene el País, la vida misma le empezó a mandar señales; su lamentable enfermedad le ha dado un golpe que, puede haber superado, así como ha superado tantas otras arremetidas de la muerte (una carta bomba, un atentado con explosivos, un accidente en el mar), pero que es tema obligado entre los electores, los congresistas aliados y contrarios, líderes políticos y de opinión, la comprensible duda que asalta a la sociedad: si su salud le permitirá tener vida para gobernar. Punto a tener en cuenta cuando tenga que escoger su fórmula vicepresidencial.
Políticamente también le fallaron los cálculos, ese País que veía en él el hombre que le cantaba la tabla a las FARC, el que defendía el honor militar, se quedó esperando que renunciara a las prebendas presupuestales que ganó aplazando sus aspiraciones y saliera del gobierno a liderar la oposición democrática al proceso con las FARC.
Los del NO se quedaron esperándolo y sin él, ganaron el plebiscito. Del otro lado, tampoco salió bien librado; los del SI, donde tímidamente terminó montado a última hora y casi regañado por Santos, lo tildaron de tibio, poco comprometido y lo culparon de la derrota. Su testarudez de permanecer en el gobierno hasta el último límite lo dejará con lo peor de este gobierno, que por cierto, no anda muy bien de imagen y sin la posibilidad de salir, de manera creíble, a hacer las críticas que la campaña reclama a voz en cuello.
En medio de esa situación, en los últimos días ha enviado mensajes contradictorios, en una jugada que pareciera buscar distanciarse de los políticos tradicionales -esos que son su base-, ha dejado saber que quiere ser candidato por firmas, una candidatura independiente, en donde quepan todos. Hace unas pocas semanas se alcanzó a conocer que Vargas, en búsqueda de alianzas con sus malquerientes: la clase política de los partidos diferentes al suyo, ofreció la Vice presidencia al delfín liberal, Simón Gaviria. Pronto lo desmintió en su cuenta de Twitter, pero se supo que los Gaviria alcanzaron a transmitir la posible alianza a su bancada parlamentaria.
Al mismo tiempo, dos de las figuras que el propio Germán había aupado dentro de su partido con el ánimo de ganar imagen en la opinión para equilibrar el desgaste que sufre por sus alianzas regionales: Carlos Fernado Galán y Rodrigo Lara, se alejan del partido y parecieran tomar otros rumbos políticos.
Pero más allá de esos tumbos, en estas últimas semanas, en sus giras de despedida, en las que recorre como loco el País sin un mensaje claro, sin una estrategia comunicacional, Germán se ha vuelto a comportar como el Germán de siempre: el que da golpes y empujones a sus sub alternos, el que desdeña a sus seguidores, el que no saluda a quienes serán sus electores, el que maltrata a sus cercanos y bravea a sus enemigos. Solo el tiempo dirá si Germán puede derrotar a su principal enemigo antes de salir a batirse con sus rivales políticos: Exorcizar sus propios demonios.