Acabo de desayunarme con la noticia que no soy blogger del año. Ni siquiera obtuve una mención de honor, una medallita de bronce o un diploma de asistencia. Pasé noches en vela pensando temas para el blog y horas puliendo cada frase. Abandoné mis obligaciones de padre, cambié las cervezas con los amigos, las caminatas por la montaña. ¡Hasta fui a ver el documental de Antanas! Todo para nada.
Así es la vida, jacarandosa, a veces negra, a veces rosa. Pero bueno, no me doy por vencido. Leyendo a Daniel Samper Ospina encontré la receta para ser tenido en cuenta: repetir los chistes. Armaré una matriz y explotaré mil una veces lo mismo. Diré que los del Polo no se bañan y fuman mustang, que Cecilia López tiene una sudadera morada de plush y que -(ponga lo que quiera)- está peleando por superar el margen de error.

Si esto no funciona, apelaré, cómo Felipe Zuleta, al clasismo bogotano para fundamentar mis columnas (o el género menor de “entradas”) o al abuso de signos de exclamación como José Obdulio. Eso tiene que funcionar.

Por último, no me queda sino darle las gracias a mi señora por soportar mi ardua lucha contra el papel en blanco y a Juan David Vélez por leerme en Medellín.